Dios reproduciéndose en nosotros

En Honor a Su verdad

E. W. KENYON

(Traducción de Pablo Pereyra)


Todo padre desea reproducirse en su hijo. El sueño del Padre es reproducirse en nosotros. Hay que entender que la nueva creación consiste en haber recibido la naturaleza y vida del Padre.

Hemos invitado al espíritu santo, que nos ha impartido esta naturaleza del Padre, a entrar en nuestro cuerpo y a hacer su hogar en nosotros. Luego, al comenzar a alimentarnos con la Palabra, a practicar la Palabra y a vivir la Palabra, Dios edifica esa Palabra en nosotros.

Efesios 5:1,2 – “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros...” Como hijos de Amor, tenemos que andar en amor, así como Cristo anduvo en amor en el mundo. El Padre amó tanto al mundo que dio a Su Hijo. Jesús amó tanto al mundo que se dio a sí mismo. Ahora yo amo tanto al mundo que me doy a mí mismo. Esto lo hago al no permitir que mi corazón se llene de amargura contra el mundo, sin importar las críticas o la persecución que pueda presentarse.

Cuando estoy inclinado a decir “Estoy gastando en vano mi tiempo con ellos,” recuerdo a Pablo y a Silas en Filipo: fueron arrestados, azotados hasta que sus espaldas se convirtieron en masas de carne sangrante y luego los pusieron en un calabozo, con sus manos y pies atados. En medio de esa agonía, en medio de tanto dolor físico, él oraba y cantaba alabanzas.

Ellos agitaron tanto los cielos que el Padre tuvo que abrir la cárcel; y cuando el temblor hubo asustado tanto al carcelero que gritó en agonía de temor, Pablo le predicó, con su espalda sangrante, y el carcelero halló a Jesús. Luego él lavó las espaldas de Pablo y de Silas, y se formó una iglesia en el hogar dl carcelero. Si Pablo hubiese tenido otro espíritu, nunca podría haber hecho esto, pero él era como su Maestro. Él se entregó al dominio, el Señorío del amor.

El Padre quiere reproducirse en nosotros. Gálatas 4:19 – “Hijitos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros.” El proceso de edificar a Cristo en uno puede ser muy lento, pero hace que lleguemos a ser hombres y mujeres de Jesús.

Fuimos creados en Cristo Jesús. Somos Su creación; y hasta que Cristo no sea formado en nosotros, el mundo no verá en nosotros otra cosa que no sea religión. Filipenses 2:13 – “Porque Dios es el que es vosotros produce así el querer como el hacer, por Su buena voluntad.” El Padre está edificando Su vida de amor, Su justicia, Su fuerza, Su sabiduría en nuestros espíritus.

Años atrás, cuando yo era el director en una escuela en el Oriente, luego de una campaña evangelizadora le preguntaba invariablemente a algunos de los profesores: “¿He crecido algo desde la última vez que me ha visto? ¿Puede ver alguna señal de crecimiento en mi vida espiritual?” Yo estaba muy temeroso de que pasara un mes o dos sin haber crecido en Cristo y en el conocimiento de la Palabra.

2 Pedro 3:18 – “...creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.” Gracia significa amor puesto en acción, la palabra griega significa “don de amor”. El espíritu anhela que crezcamos en esta vida de amor: manifestando la naturaleza de amor de Jesús en nuestro diario andar. Yo estoy convencido, más allá de toda sombra de duda, de que sólo cuando nos entregamos al señorío del amor puede Él edificarse a sí mismo en nosotros.

No se trata de conocer las Escrituras, yo puedo tener un vasto conocimiento de la Palabra, pero eso no es lo importante, lo que cuenta es aquella Palabra que se ha edificado en mí y ha pasado a ser parte de mí. Estudiando la revelación paulina te convencerás de que el objetivo final de cada una de las epístolas es edificar la vida de Jesús en el individuo. Su plan para edificarse a Sí mismo dentro nuestro es sorprendente. Debemos tomar el lugar de Jesús. Tenemos que aprender a actuar en Su lugar. Debe haber un entrenamiento consciente de nuestro espíritu para llegar a ser Sus representantes.

Colosenses 1:9-12 nos da un acercamiento de la pasión que el Padre tiene por hacerse conocer a nosotros de tal modo que podamos entrar en todas las riquezas de la plenitud de Su vida que nos pertenecen. Aquí hay una oración del Espíritu por medio de los labios de Pablo: “Por lo cual también nosotros,  desde el día que lo oímos,  no cesamos de orar por vosotros,  y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual.”


La palabra “conocimiento” es en griego epignosis, que significa “conocimiento pleno, conocimiento completo, conocimiento exacto”. Tenemos que tener esa clase de conocimiento, porque éste es el que procede de esta revelación.

Tenemos el Espíritu Santo que nos inspira como un maestro, nunca ha dejado su posición como instructor. Está aquí, en mi corazón, y en el tuyo, y desea llenarnos con el conocimiento exacto de la voluntad del Padre, en toda sabiduría y entendimiento espiritual. La sabiduría consiste en usar el conocimiento de esta revelación en nuestro diario andar. La sabiduría es saber cómo usar las declaraciones y las promesas de los Evangelios. La sabiduría consiste en saber cómo hacer que este mensaje sea atractivo, para que se conozca. Tenemos que tener “conocimiento de Su voluntad en toda sabiduría espiritual”, una profunda mirada en el mismísimo corazón del Padre.

1 Corintios 2:9 quizá nos arroje algo de luz al respecto: A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo...” Estas inescrutables riquezas nos pertenecen, pero, como perlas, tenemos que buscarlas.

1 Corintios 2:11-13 – Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él?  Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios.” Ahora noten cuidadosamente el versículo que le sigue: “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.” Estamos aprendiendo a asirnos de esta mismísima verdad con la ayuda del Espíritu.

Hallamos que en Colosenses 1:9 y 10 este conocimiento de Su voluntad en toda sabiduría y entendimiento espiritual nos capacita para caminar como es digno del Señor, agradándole en todo. Podríamos decir que es un andar con dos facetas: una ante el Padre y otra ante en mundo. Tengo que caminar como es digno del Señor delante de los hombres de modo que ellos puedan reconocer la nueva vida en mí. Tengo que estar tan “jesusisado” (si me dejan acuñar esta palabra) como para que ellos puedan estar conscientes de Jesús en mi presencia.

Conozco una mujer que halló a Cristo a través de mi ministerio radial. Su marido era un hombre incrédulo y ella había sido una compañera idónea en su mundanidad, pero ahora, ella había hallado a Cristo. Pasaron varias semanas, hasta que finalmente una mañana, antes de ir a trabajar, él le dijo: “Tú sabes, mujer, que he estado viviendo y durmiendo y comiendo con Jesucristo durante las últimas dos semanas.” Ella era una mujer muy astuta, y respondió: “¿Y no lo has disfrutado?” Lágrimas cayeron de los ojos del marido y dijo: “Me gustaría poder ser así, desearía tener ese ‘algo’ que ha llegado a tu vida.” Vean, Jesús había vivido de tal manera en la vida de ella que el marido podía sentir la presencia del Maestro en ella.

Dos jóvenes estaban trabajando en un taller. Uno de ellos estaba estudiando la Palabra en nuestras clases. El compañero de trabajo, manejando el torno que estaba a su lado le dijo una mañana: “Harry, quisiera preguntarte algo personal. ¿Qué hay en tu vida que te hace diferente a los demás hombres y mujeres de este lugar?” El muchacho respondió: “Jesús.” “Ah”, dijo el otro, “eso es religión, yo no creo en eso”; y el muchacho le dijo: “No es religión, es el Cristo viviente.”

“Cristo magnificado en mi cuerpo” dijo Pablo (Filipenses 1:20); Cristo hecho grande en mi diario andar. En Filipenses 1:20,21 él dice: “Porque para mí el vivir es Cristo...” En un tiempo, estas palabras ardieron en mi corazón durante meses. El Maestro me estaba diciendo: “Quiero ser magnificado en ti. Quiero absorber tu personalidad. Quiero tomar posesión de tus sueños y ambiciones. Quiero el primer lugar en tu vida.” Yo tenía miedo y le hablé: “Señor, no me animo a darte todo el control de mi vida, porque se lo hago, nunca llevaré a cabo las cosas que ambiciono.” Y nunca olvidaré esa voz en mi corazón diciéndome: “Yo te amo más de lo que tú te amas a ti mismo. Yo estoy más interesado en que tengas éxito que tú. Yo tengo la capacidad para hacerte triunfar.”

Yo dije: “Señor, no me hagas predicar en las calles. Tú me enviarás hacia los barrios bajos, no quiero ir allí Señor.” Contendí otra vez, pero Él fue tierno conmigo. Su sabiduría se hizo evidente. Frecuentemente, en mis momentos extremos, Él me ha ayudado. Cuando estuve en dificultades, Él me alivió.

Un día dije: “Maestro, iré contigo, aquí estoy, usa toda mi habilidad. Absorbe mi ambición para ti, pero dame el amar como tú amas. Ayúdame a vivir de tal modo que los hombres puedan verte y sentirte en mí, que cuando yo hable escuchen tu voz; que cuando yo extienda mis manos en los enfermos, sean tus manos.” Y luego oí la escritura de Gálatas 2:20 – “Con Cristo estoy [he sido] crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”

Después le dije: “Ahora, Maestro, confío en ti y me entrego a ti.” Verás, cuando nos apaciguamos en nuestra vida del corazón al punto de decirle “sí,” Él se revela a Sí mismo en nosotros. No es algo forzado, él no nos maneja, no nos fuerza por medio de enfermedades y pérdida de posesiones. La enfermedad viene cuando no nos damos cuenta de que Él puede protegernos.

Hemos seguido el camino de nuestras inclinaciones, hamos seguido el camino de nuestros deseos y nuestros planes han sido ejecutados y razonados con el conocimiento de los sentidos. ¡Cómo debe herir su corazón cuando somos tan insensatos, cuando hacemos tantas cosas necias! Cuando Su sabiduría se presenta ante nuestro llamado, Su habilidad nos espera, casi no tenemos límites. Todo lo que Él es está a nuestra disposición, pero a veces elegimos la ruta que nos lleva a la angustia y desilusión.

Verán, se está formando Cristo dentro nuestro. Este es el secreto que es el “genio” de la nueva creación. “Si alguno está en Cristo es una nueva creación.” Es tan perfecta como puede ser, pero Él desea edificarse más completamente dentro de esta nueva creación, y es así que toma las cosas de Cristo que nos están reveladas en la Palabra, y el espíritu las va edificando en nosotros.

Nosotros admiramos la fuerza y el coraje de Jesús en su andar en la Tierra. Nos asombramos de la habilidad que Cristo manifestó al encontrarse con cada situación difícil que enfrentó. Nos admiramos de Su sabiduría, Su dulzura, Su clemencia, y ahora el Espíritu quiere tomar todo aquello que admiramos en Jesús y edificarlo en nosotros. ¿Te das cuenta de lo que esto significa? La ambición del Padre es hacernos exitosos y capacitarnos para disfrutar de las riquezas que nos pertenecen.

No sé si te has dado cuenta o no, pero en una de las Escrituras de oratoria, en Juan 16:23,24, Jesús dijo esto: “Y en aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.” El gozo es algo que viene dentro del espíritu del humano recreado. El hombre natural no lo tiene.

Presten atención a lo que dijo Jesús, nuevamente en Juan. Juan 15:11 – “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.” Esto es un milagro: que el gozo de Jesús sea  completado en mí. No sólo hago que Él esté gozoso, sino que Él me imparte Su gozo. Aquello que hace que el evangelio sea irresistible, ahora llena mi corazón. Cuando hable, mi rostro se encenderá y mi voz estará llena con la melodía celestial.

Cuando Cristo se va edificando en nosotros y comenzamos a trabajar junto con Él, tendremos Su vida, tendremos Su amor, ¡sí! Lo tendremos a Él mismo. Cristo estará, entonces, siendo formado en nosotros. Ya no soy más yo, sino Cristo.

Los hombres que han alcanzado profundidad espiritual son aquellos en los que la Palabra tiene un control total. Juan 15:7-8 quizá nos arroje una pequeña luz en esto: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros...” Todo creyente está en Cristo, pero Sus palabras no están en todos los creyentes. Lo que esto significa es que tengo que tener sus palabras morando en mí, ganando absoluto control, tomando preeminencia en cada fase de mi pensamiento y de mi vida. Como dijo Jeremías, tenemos que alimentarnos con la Palabra de Dios. Ahora me estoy alimentando, estoy viviendo en esa Palabra, la estoy practicando. Soy lo que Santiago llama: “un hacedor de la Palabra (Santiago 1:22,23).

Jesús dijo que el hacedor de la Palabra cavó hondo y construyó su casa sobre la roca y esto hizo posible que su casa permaneciera ante cualquier tormenta que pudiera azotarla. No sólo dijo esto, sino que dijo también: “si permanecen en mí y mis palabras han hallado lugar en ustedes, pueden pedir lo que deseen y será creado por el Padre, para ustedes.” Ser traído en existencia, ¡Miren! Yo co-opero con Él.

En el quinto versículo él dice: “yo soy la vid, vosotros los pámpanos” ahora puedo entenderlo, como rama, yo voy a dar Sus frutos. Estoy trabajando junto con Él. Él y yo estamos operando juntos, estamos identificados uno con el otro. Él está hallando el lugar para desarrollar Su habilidad para emitir su energía y actuar aquí en la Tierra nuevamente.

Es como un hombre acaudalado que encuentra a un joven inteligente al cual puede colocar en sus negocios, y este joven tiene la habilidad de usar el dinero de este hombre acaudalado. Ahora Él y yo estamos operando juntos, y el Padre es glorificado porque estoy dando mucho fruto; y voy probando, a través de mi vida, mi discipulado. Pruebo que estoy  creciendo en la gracia y estoy creciendo en ese “conocimiento exacto de Dios en toda sabiduría y entendimiento espiritual, para poder andar como es digno del Señor, agradándole en todo.” Ahora estoy trayendo fruto en toda buena obra y estoy incrementando ese conocimiento exacto, ese conocimiento perfecto del Padre.

¿Han notado que en la vida de Jesús siempre hubo un sentido de seguridad, un sentido de certeza, que no hay vacilación? Nunca se detuvo y dijo: “oren para que yo tenga sabiduría”, él la tenía. En nuestras vidas, llega ese mismo sentido de seguridad, esa certeza de conocer la voluntad del Padre. Caminamos en ella. Y nos hacemos productivos por medio de Su habilidad trabajando dentro nuestro. Esto sucede conforme al poder de Su gloria, y esto nos provee de inmutabilidad y longanimidad, con gozo.

Colosenses 1:12 – “con gozo dando gracias al Padre, que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz.” Esto es parte del deseo del corazón del Padre, para que dejemos que Él viva Su vida en nosotros, para que comencemos a disfrutar nuestra parte de nuestra herencia en Cristo.

Estamos recibiendo dividendos de lo que Él ha hecho por nosotros y en nosotros. Estamos comenzando a disfrutar de las riquezas de Su gracia.


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