Algunos principios fundamentales para la interpretación bíblica
Antes de meternos
de lleno en las claves y pasos a seguir para poder interpretar la Biblia y definir el aspecto
práctico para nuestras vidas, es necesario que conozcamos algunos principios a
tener en cuenta, que son fundamentales para poder siquiera comenzar a entender la Biblia.
Antes de comenzar a
estudiar y considerar las Escrituras es necesario que revisemos cuál es nuestra
ACTITUD ante éstas. John Maxwell suele decir en sus libros “la ACTITUD, más que la APTITUD, determina la ALTITUD,” y creo que esto
es cierto también con las Escrituras. De la actitud que tengamos al acercarnos
a la Biblia
dependerá cuánto confiemos en el mensaje que contiene y qué tanto lleguemos a
comprenderla y también cuánto provecho obtengamos en leerla y considerarla.
1 – Dios es el Autor de la Biblia
Como hemos visto en
2 Timoteo 3:16, la Biblia,
en su forma original, fue “inspirada” por Dios, esto quiere decir que Dios es
el Autor. Pedro nos añade información:
2 Pedro 1:20-21
(20) Ante todo, tengan muy
presente que ninguna profecía de la Escritura surge de la interpretación particular
de nadie.
(21) Porque la profecía no ha
tenido su origen en la voluntad humana, sino que los profetas hablaron de parte
de Dios, impulsados por el Espíritu Santo.
Una “profecía” es
una declaración dada por un hombre que habla de parte de Dios, esto puede
hablar sobre el pasado, el presente o el futuro. Para que quede claro,
“profecía” es Dios transmitiendo Su voluntad a través de un hombre. Lo que aquí
se nos dice es que ninguna profecía de la Escritura surge de la interpretación particular
de nadie, no vino por voluntad humana, sino que Dios obró en ellos haciéndoles
saber lo que debían hablar o escribir. Esto significa que no es que Moisés dijo
un día: “voy a ponerme a escribir lo que creo fue la creación de Dios,” ¡NO!
Dios los inspiró, Dios le instruyó sobre qué escribir. El apóstol Pablo también
dijo que el evangelio (buena noticia) que anunciaba no era según hombre y que
no lo había recibido de hombre sino de Cristo, por revelación (Gálatas 1:11,
12).
Entonces, si Dios
es el Autor de la Biblia,
se desprenden las siguientes conclusiones:
-
El texto original no contenía errores ni contradicciones y representa
la verdad de Dios, de Su voluntad y su intención para con el hombre. Lógicamente, si Dios es perfecto, Su Palabra tiene que ser perfecta. Si
Dios habló, es porque quiso transmitir Su voluntad.
-
Sólo Dios es capaz de dar la correcta interpretación de ésta. Si yo escribo un libro, sólo yo tengo la autoridad para explicar qué
quise decir en cierta parte del libro, si algo de lo que escribí no se entiende
correctamente o se contradice con otra parte del texto, lo más correcto sería
que me pregunten qué es lo que quise significar allí. Del mismo modo, si una
Escritura no es clara o es contradictoria con otra parte de la Biblia, no sería correcto
imprimirle al texto el sentido que se me ocurra, o me convenga, sino orar a
Dios y relacionarme con Él para que me haga entender Su verdad.
-
Dios tiene un claro propósito para todo lo que dice. Hay que prestar atención a qué dice Dios, a quién se lo dice, cuándo lo
dice, cómo lo dice, por qué lo dice. Si Dios dijo algo a alguien es con un
propósito, y si Dios ha callado, lo ha hecho con un motivo. Sería negligente,
de nuestra parte, imaginar palabras que no dijo para obtener satisfacción
intelectual, como así también el pasar por alto aquello que sí dijo, como si no
fuera importante para nuestras vidas. Dios habló, y nuestra respuesta hacia la Palabra de Aquél que creó
al Universo debe ser respetuosa y reverente.
-
Hay que ser humildes ante Dios y dejar de lado toda altivez intelectual
ante Dios: Proverbios 1:7 nos dice que “el principio
de la sabiduría es el temor de Jehová” esto es, el respeto reverente hacia
Dios. Para poder empezar a tener sabiduría de Dios es necesario respetar y
honrar a Dios y reconocer que sólo Él es completamente sabio y nosotros somos
ignorantes y sencillos aprendices. Proverbios 2:1-6 nos enseña que es Dios
quien da la sabiduría cuando una persona se dispone a buscarla
prioritariamente, cuando estima el conocer a Dios por encima de toda otra cosa
de su vida. Santiago 4:6 nos dice que Dios resiste a los soberbios y da gracia
a los humildes, así que, si nuestra actitud hacia las Escrituras es soberbia,
no buscando cambiar nuestro corazón y nuestro andar conforme a lo escrito, sino
buscando en ella justificativos para nuestros deseos y conductas, nunca
aprenderemos nada. Quien quiere entender la verdad debe tener el deseo de
cambiar su modo de pensar y de actuar cuando se encuentra que lo que creía no
es conforme a la verdad de Dios. Como dijo Job: “Enséñame tú lo que yo no veo;
Si hice mal, no lo haré más.” (Job 34:32).
2 – La
Biblia fue dada por Dios para aquellos que desean conocerlo
Dios no se ha
tomado el tiempo de colocar “evidencias” de Su existencia en la Biblia. Él simplemente
parte de la base de que quien la lee es porque cree que la Biblia es la Palabra de Dios y desea
conocer cuál es la voluntad de Dios. Leyendo Mateo 4:33 y 34 y el 13:10-13
podemos ver que Jesús, cuando enseñaba públicamente lo hacía por medio de
parábolas. Una parábola es una historia, real o ficticia, que contiene un
mensaje oculto. Jesús enseñaba por parábolas abiertamente para que las personas
no comprendieran adecuadamente el sentido de la predicación, de esta manera se
generaba la necesidad de establecer una más estrecha relación con él para
entender su predicación. A quienes establecían esta estrecha relación (sus
discípulos) él les enseñaba con claridad, el resto quedaba sin entendimiento y,
por consiguiente, no obtenía los beneficios del correcto entendimiento de la Palabra de Dios. En 1
Corintios 2:14 Pablo dijo que las cosas de Dios son locura para el hombre
natural, porque se disciernen espiritualmente. Esto significa que es necesaria
una acción de Dios en la persona para que ésta pueda comprender Su Palabra.
Esto es lo que
podríamos llamar un “sistema de traba” del entendimiento espiritual. No todo el
que lee y estudia la Biblia
la entenderá apropiadamente. Para entender el mensaje bíblico es necesario establecer
una RELACIÓN con Dios y con el Señor Jesucristo. Por eso, la “erudición”
bíblica no siempre llega a buen puerto. La erudición es útil siempre y cuando
vaya acompañada de una relación espiritual estrecha con Dios.
3 – La lógica y la
razón son necesarias para comprender Sus Escrituras
Si Dios quiso darse a conocer al hombre a
través de Su Palabra escrita, tuvo que hacerlo en términos del entendimiento
humano. Si Dios no dio a Sus palabras un significado similar al de las palabras
del hombre, entonces, en realidad, no tenemos ninguna revelación de Dios y no
hay posibilidad de conocer a Dios. Al estudiar la Biblia hallamos que muchas
veces Dios escogió términos humanos para expresar Su verdad, y para ello
“purificó” o dio un sentido diferente a esos términos, pero al hacerlo, nos ha
dejado los indicios necesarios para comprender la forma en que Él utilizó esos
términos. Si Dios no fue claro en el uso de los términos y cada uno puede
interpretarlos como quiere, entonces no tenemos una revelación de Dios, sino una
“masa” de palabras ininteligibles, y todo trabajo de interpretación sería una
pérdida de tiempo.
Dios es el creador del ser humano y, por lo
tanto, es quien creó en nosotros la capacidad para pensar, razonar, investigar
y sacar conclusiones. Dios conoce nuestras capacidades y limitaciones, por lo
tanto, si realmente tuvo el deseo de darse a conocer, tuvo que comunicar Su
verdad de modo que sea posible ser comprendida. Sin embargo, la forma en que
transmitió Su verdad requiere esfuerzo, dedicación, requiere pensamiento y
consideración profunda. En Juan 5:39 Jesús dijo a los líderes religiosos de su
época: “Escudriñad las
Escrituras; porque a vosotros os parece
que en ellas tenéis la vida eterna; y
ellas son las que dan testimonio de mí.” Escudriñar significa “investigar,
buscar diligentemente, examinar con atención.” Para poder comprender el mensaje
que Dios transmitió en Su Palabra escrita es necesario leer, pensar, y usar la
lógica y el razonamiento.
Muchos
líderes y maestros suelen decir que la palabra de Dios es “locura” y que sólo
se entiende “por fe,” y que la razón no tiene parte en la comprensión de
realidades espirituales. Pero “fe” significa confianza, convicción y acción
basada en determinada información. Pero si no comprendemos la información
recibida ¿cómo podremos confiar, desarrollar convicción y actuar en base a
ésta? Si yo digo a alguien: “por favor alcánzame la Biblia que está sobre la
mesa” y esa persona no sabe qué es una Biblia y qué es una mesa, y no comprende
el significado del verbo “alcanzar” ¿cómo actuará conforme a esa información? Del
mismo modo, para poder desarrollar confianza y convicción en la Palabra de Dios para
actuar conforme a Su voluntad, debemos comprender el sentido de Sus palabras, y
para ello debemos utilizar el razonamiento y analizar cómo utilizó Dios
determinadas palabras a través de toda Su Escritura.
Pasajes
como 1 Cor. 1:18 dice que la
Palabra de Dios es “locura” para los que se pierden pero
“poder de Dios” para los que “se salvan.” Esto significa que, para aquellos que
no desean acercarse a Dios, la
Palabra y la predicación con respecto a la salvación traída
por medio de Cristo es totalmente irracional, pero para quienes han creído que
Jesús es Señor y fue resucitado, logrando la redención del hombre, las
Escrituras son totalmente lógicas y encajan perfectamente. Entonces, si creemos
que la salvación es real y la
Biblia es cierta, entonces debemos usar nuestros
razonamientos para investigar su sentido.
Para demostrar la
necesidad de utilizar la lógica para comprender la Biblia compararemos unos
pasajes bíblicos:
En Deuteronomio
tenemos un mandamiento de Dios:
Deuteronomio 5:16
Honra a tu padre y a tu madre, como
Jehová tu Dios te ha mandado, para que sean prolongados tus días, y para que te
vaya bien sobre la tierra que Jehová tu Dios te da.
Pero luego Jesús dijo en Lucas:
Lucas 14:26
Si alguno viene a
mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y
hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.
Pero más aún, en 1
Juan tenemos lo siguiente:
1 Juan 4:20-21
Si alguno dice: Yo amo a Dios, y
aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha
visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?
Y nosotros tenemos este mandamiento de
él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.
¿Cómo haré para
tener “fe” en estos pasajes sin utilizar mi razonamiento para comprender lo que
están transmitiendo? ¿Cómo haré para honrar a mi padre y aborrecerlo al mismo
tiempo? ¿Cómo haré para aborrecer a mi hermano (como dice Lucas) y no
aborrecerlo (como dice 1 Juan) al mismo tiempo? Sin el razonamiento y la
investigación jamás podré obedecer “toda” Escritura. Es así como los cristianos
terminan por elegir entre dos pasajes aparentemente contradictorios el que más
le conviene, para dejar de lado el resto. Pero esta no es una forma correcta de
tratar la Palabra
de Verdad. Más adelante veremos que estos pasajes se entienden a la luz de
entender expresiones y figuras idiomáticas del griego y el hebreo de la cultura
oriental de los tiempos bíblicos.
4 – La práctica es necesaria para obtener un mayor
entendimiento
Dios no nos dejó Su
Palabra escrita para que solamente la leamos y memoricemos y prediquemos. La
finalidad de las Escrituras es que lo conozcamos a Él y aprendamos a
relacionarnos con Él y a andar conforme a Su voluntad. Al igual que en
cualquier otra disciplina de la vida, es en la práctica en que se pueden poner
a prueba los beneficios y las falencias de lo aprendido en la teoría. Si nos
disponemos a practicar todo lo aprendido, podremos ir comprobando cuánto de lo
que creemos es correcto y ajustado a la voluntad de Dios y qué cosas no lo son.
Cuando pongamos a prueba nuestra fe, Dios honrará el esfuerzo y nos ayudará a
comprender mejor Su voluntad, pero si estudiamos la Biblia sólo para hacer
alarde de conocimiento y erudición, difícilmente lleguemos a comprender
realmente el mensaje de amor que Dios transmite en Su Palabra.
La Biblia nos muestra que Dios es amor (1 Juan 4:8, 16). Por lo tanto, conocer a
Dios es conocer qué es el verdadero amor. Como he oído decir: “la verdad sin
amor es vanidad y el amor sin verdad es sentimentalismo.” Es necesario conocer
a Dios, para saber qué es realmente el amor para Él y así poder andar en amor.
Pero también es necesario practicar Su verdad, imitando Su amor, para
comprender mejor Su verdad, ambas cosas: verdad y amor, o conocimiento y práctica,
deben ir equilibrados, cuando uno de los dos es desproporcionado con respecto
al otro la vida del creyente se ve afectada.
5 – Toda enseñanza particular de las Escrituras deben
entenderse a la luz del tema central
La Biblia fue dada por Dios para revelar Su amor e interés por la humanidad, Su
deseo de tener una familia en la
Tierra, para tener una mutua relación de amor con ellos. Este
plan fue interrumpido por la desobediencia y traición del primer hombre (Adán)
y la primera mujer (Eva), por lo que Dios tuvo la necesidad de poner en marcha
un plan de redención para restituir al hombre y a la Tierra a su estado original
(que era “bueno en gran manera”). Este plan de redención tiene como figura
principal a Jesucristo, y toda la
Biblia habla de él en una u otra manera (proféticamente antes
de Su nacimiento, biográficamente en los evangelios y en términos de Sus logros
y Su actual intercesión por los creyentes en los siguientes libros del Antiguo
Testamento).
Por lo tanto, si algún
pasaje de la Escritura
parece alejarse o no estar transmitiendo el amor de Dios por medio de este plan
de redención es porque algo no estamos comprendiendo adecuadamente, jamás
debemos permitir que un simple pasaje malinterpretado nos aleje del tema central
de la Escritura.
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