La fe actuando mediante el amor

En Honor a Su verdad

Colosenses 3:14 – “Pero sobre todas estas cualidades, vístanse con el amor, que es elemento-de-unión de la perfección.”

En el capítulo anterior vimos la importancia de aprender a vivir como un Cuerpo en Cristo, en el cual cada creyente interactúa con los otros conforme a su propia función. Una pregunta que podría surgir es ¿cómo hacemos para lograr la unidad que Dios quiere? En la epístola a los colosense leemos:

Colosenses 3:14
Pero sobre todas estas cosas, vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.

Aquí la palabra “vínculo” es sundesmos, que significa “ligamento, objeto o principio unificador, aquello que une dos o más cosas. Friberg define esta palabra como “el elemento intermedio que une dos o más cosas”. Otros léxicos y diccionarios dan definiciones similares. Por otro lado, la palabra “perfecto” en el griego es un sustantivo y no un adjetivo. Es la palabra griega teleiotes, que significa “entereza, completitud, perfección, madurez”.

El texto, literalmente dice “Pero sobre todas estas cualidades, vístanse con el amor, que es elemento-de-unión de la perfección”. Al decir “elemento-de-unión de la perfección”, tenemos el uso del caso genitivo. Este caso genitivo puede interpretarse de varias maneras, sin embargo, creo que en este caso es el genitivo objetivo el que mejor encaja en la frase. Mediante el genitivo objetivo un sustantivo pasa a ser el objeto u objetivo de una acción, en este caso la  “perfección” o “entereza”, pasa a ser el objetivo a alcanzar. En otras palabras, la frase se entendería como: “Peso sobre todas estas cualidades, vístanse con el amor, que es el elemento-de-unión que lleva hasta la perfección”.

Entonces, lo que vemos es que el elemento de unión, el factor aglutinante, el “pegamento” para que los miembros del Cuerpo de Cristo estén bien unidos es el amor. Cuando los cristianos desarrollan el amor en sus vidas, van a lograr una mejor unión entre sí, y van a ir llevando a todo el Cuerpo de Cristo hacia la madurez, la entereza o la perfección.

La mayoría de nosotros conoce personas que no son cristianas y sin embargo tienen capacidad de “amar” a otras personas, por lo tanto, lo que el mundo conoce como “amor” no puede ser el factor de unión del Cuerpo de Cristo, porque de ser así, aún las personas que no son cristianas estarían unidas al Cristo. Por eso, si queremos desarrollar esta clase de amor que genera unión entre los miembros del Cuerpo de Cristo, primero debiéramos entender qué es el amor desde la perspectiva de Dios.

En el lenguaje griego existían cuatro palabras que podrían traducirse al español como “amor”. Estas cuatro palabras son agapë, phileö, storgë y eros.[1] Eros indicaba una fuerte atracción de una persona hacia otra del sexo opuesto, implicando un deseo de intimidad sexual, esta palabra no se usa en el griego de la Biblia. Storgë describe un amor natural que hay, principalmente, desde padres hacia sus hijos; contiene un vínculo emocional y sentimental muy fuerte. Phileö indica un fuerte afecto hacia una persona, como el que existe entre dos buenos amigos o dos hermanos muy unidos. Todas estas clases de amor son “amores” que pueden ser operados tanto por cristianos como no-cristianos, toda persona es capaz de sentir fuerte atracción hacia otra persona, puede sentir un gran afecto por algún amigo y puede tener un gran vínculo sentimental y emocional para con sus hijos, sin embargo, la clase de amor que lleva al Cuerpo de Cristo a la perfección es el amor agapë.

Agapë (cuyo verbo relacionado es agapaö) es una clase de amor especial que se basa en la comprensión del amor de Dios y consiste principalmente en amar como respuesta al amor de Dios. Las epístolas escritas por Juan tocan especialmente el tema del amor agapë, en el capítulo 4 leemos:

1 Juan 4:7-8 (BTX)
(7)  Amados, amémonos [agapaö] unos a otros, porque el amor [agapë] procede de Dios; todo el que ama [agapaö], es nacido de Dios y conoce a Dios.
(8)  El que no ama [agapaö], no conoció a Dios, porque Dios es amor [agapë].

Claramente se dice aquí que el amor agapë es un amor que procede de Dios y que para poder amar con esta clase de amor es necesario ser nacidos de Dios y CONOCER a Dios, Quien ES amor.

1 Juan 4:9-11 (BTX)
(9) En esto fue manifestado el amor de Dios en nosotros: En que Dios envió al mundo a su Hijo unigénito, para que vivamos por medio de Él.
(10) En esto está el amor: No en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados.
(11) Amados, si así nos amó Dios, también nosotros debemos amarnos unos a otros.

1 Juan 4:19 (BTX)
Nosotros amamos [agapaö], porque Él nos amó [agapaö] primero.

Desde este versículo podemos ver que nuestra capacidad para amar (con amor agapë) proviene del hecho de que Dios nos amó primero. Nuestra capacidad para amar (agapaö) se desprende de conocer a Dios y comprender cuánto Él nos ama, para lo cual es necesario comprender Su obra de redención a través de la entrega de Jesús por nuestros pecados. Por eso es que quien no conoce a Dios, quien no sabe de Su obra de redención en Cristo y no ha experimentado Su amor, no puede amar con esta clase de amor.

Entonces:

El primer paso para poder amar con el amor de Dios es CONOCER a Dios, comprender la grandeza de Su amor a través de conocer Su obra de redención y salvación en Cristo y aceptar a Cristo como Señor, para pasar a tener la naturaleza de Dios en nosotros.

El amor de Dios es una clase de amor que viene vinculado a la entrega, el perdón, el sacrificio por el bien del otro, y es una clase de amor que se manifiesta en el cumplimiento de los mandamientos dados por Dios.

Juan 15:9-10
(9) Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.
(10) Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.
1 Juan 5:1-3
(1) Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él.
(2) En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos.
(3) Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos.

2 Juan 1:6
Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio.

En estos versículos vemos que el amor de Dios está estrechamente ligado al cumplimiento de Sus mandamientos. Lógicamente, si Dios es amor, Sus mandamientos tienen que reflejar Su naturaleza de amor. Entonces, a través de Sus mandamientos podemos conocer Su naturaleza de amor, y al obedecerlos podemos experimentar Su naturaleza de amor.

Los mandamientos de Dios, al igual que todo lo que Él hace, son la expresión de Su amor. Por eso nuestra mejor respuesta a Su amor es cumplir Sus mandamientos.

La Biblia también nos provee con algunas cualidades que acompañan a este amor.

1 Corintios 13:4-8 (Mi traducción)[2]
(4) El amor tiene-temple, es-de-provecho, el amor NO envidia, [el amor] NO presume, NO es-soberbio,
(5) NO suele-comportarse-de-modo-inapropiado, NO busca los beneficios propios, NO es-alterado-ante-la-provocación, NO se-pasa-considerando lo malo,
(6) NO se-está-regocijando por la injusticia, sino-que se-está-regocijando-junto-con la verdad.
(7) En favor de la verdad está-soportando todas las cosas, está-creyendo todas las cosas que son verdad; está-esperando el cumplimiento de todas las promesas de DIOS, permanece-firme en la verdad ante todas las cosas.
(8) El amor nunca cae, pero en-cuanto-a las profecías: serán-anuladas; en-cuanto-a las lenguas: se-detendrán; en-cuanto-al mensaje de conocimiento: será-anulado.

Como vimos, Dios es amor, por lo tanto, Él posee todas estas cualidades aquí mencionadas. Él tiene temple, Él es un Dios que hace cosas para provecho, Él no tiene envidia de otros, Él no presume y no es soberbio. Dios no se comporta de modo inapropiado, no busca Su propio beneficio, no se altera desmedidamente cuando lo provocan, no se pasa considerando lo malo. Dios no se regocija por la injusticia, sino que se regocija en la verdad, porque Él es fuente de verdad. En favor de la verdad y la justicia Dios “soporta” muchas cosas (recordemos que soportó la tortura de Su propio hijo). Todas estas cualidades son cualidades de Dios mismo, porque Él es amor. Cuando estas cualidades de Dios son comprendidas por el creyente cristiano, y son experimentadas en su vida, este amor comienza a cambiar su ser interior y lo impulsa a amar con la misma clase de amor.

Pero es necesario aclarar una cosa:

No son los actos externos lo que determina la calidad de nuestro amor, sino que es nuestro amor lo que va cambiando nuestros actos externos.

Alguien puede EXTERNAMENTE intentar manifestar estas características, pero si no se comprende en verdad el amor de Dios y se establece una relación con Él y con Cristo, lo que tendrá será tan sólo una falsa imitación de las características del amor de Dios, pero que no producirá fruto espiritual, porque no parte de la “semilla” correcta.

1 Corintios 13:13 (Mi traducción)
y ahora permanecen fe, esperanza, amor, estos ·tres, pero el mayor entre éstos es el amor.

En este versículo vemos que el amor (agapë) es considerado “mayor” que la fe y la esperanza. Esto no significa que teniendo amor se puede descartar a la fe y la esperanza. Fe, esperanza y amor son tres “hermanos” que están siempre juntos, para tener amor de Dios es necesario tener fe, y ambas cosas también están muy relacionadas con la esperanza, ya que conocer la esperanza que Dios es parte de conocer Su amor, lo cual alimenta también a nuestro amor. Sin embargo, la Biblia no dice que Dios es “fe”, ni que es “esperanza”, Dios es “amor”. Su esencia es el amor y por eso el amor es “mayor” que la fe y la esperanza, cosas que son accesorias al amor de Dios.

Gálatas 5:1-6
(1) Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.
(2) He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo.
(3) Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley.
(4) De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.
(5) Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia;
(6) porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor.

En el versículo 6, la palabra “obra” es en griego energeö, que literalmente significa “energizar, usar energía”, de ahí que toma el sentido de “actuar, obrar, efectuar. El léxico de Louw-Nida define esta palabra como “estar ocupado en alguna actividad o función, con el posible foco sobre la energía o fuerza involucrada”. Una forma más literal de traducir el versículo 6 sería:

“porque en Cristo, ni la circuncisión tiene-fuerza, ni la incircuncisión, sino la fe, actuando mediante el amor”.

La palabra que traduje como “tiene-fuerza” es en griego ischuö, que significa “tener fuerza, tener poder, ser competente, tener recursos, capacidad o habilidad para hacer algo. Aquí nos estaría indicando que no es la condición de estar circuncidado o no lo que da fuerza, capacidad, poder o recursos a una persona, no es lo que se hace exteriormente lo que nos capacita para tener una relación con Dios y servirle conforme a Su voluntad, sino que es la fe actuando mediante el amor.

En el contexto, Pablo está corrigiendo a un grupo de creyentes que aparentemente estaba enseñando que era necesario circuncidarse, estaban enseñando que Dios requería que lo hicieran. Pero Pablo les explica que por este acto externo en su carne Cristo no les iba a dar nada especial que les fuera de provecho (vers. 2).
En el versículo 3 Pablo dice que si alguno se circuncida está obligado a guardar toda la ley. Esto tiene el sentido de que si uno cree que la relación con Dios depende del cumplimiento de aquellas leyes que Dios dio específicamente a los judíos antes de la resurrección de Jesús (como la circuncisión), entonces, siguiendo esa lógica, también deberían cumplir todas las otras leyes que Dios dio a los judíos, como la de los sacrificios por el pecado, la observación de ciertas festividades, el servicio del templo, etc. Sin embargo, no son esos actos externos lo que a Dios en verdad le interesa, todas esas cosas eran simbólicas de la obra que Dios haría en Cristo, pero ya no son necesarias (leer Hebreos 9).

Pablo en estos versículos les está diciendo que la justificación que Dios da hoy es por gracia, y no por el cumplimiento de la ley. Esa gracia de Dios es obtenida, como hemos visto en capítulos previos, por fe. Al final del versículo 6 Pablo nos dice que los recursos espirituales de Dios son obtenidos con la fe actuando mediante el amor. Esto es un modo figurado de hablar porque, por supuesto, la “fe” no es una persona que “actúa” por sí misma. Lo que se quiere señalar es que lo que Dios requiere de nosotros es que nuestras acciones partan de una actitud de fe que se desprenda del amor.

Al hablar de “amor”, en este versículo,  podemos interpretarlo de dos formas distintas, por un lado puede tratarse de amor que Dios tiene por nosotros y, por otro lado, puede tratarse del amor que nosotros tenemos hacia Él. A mi entender, ambos sentidos están implicados, ya que si le amamos a Él es a causa de que vamos comprendiendo y experimentando Su amor. Entonces:

Nosotros actuamos por fe en la medida en que vamos comprendiendo más y más el amor de Dios y vamos amándolo más a Él y a nuestro Señor Jesucristo.

Ahora volveremos al versículo con el cual comenzamos este capítulo, estudiando el contexto en el que está situado:

Colosenses 3:1-4 (RVA)
(1) Siendo, pues, que habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios.
(2) Ocupad la mente en las cosas de arriba, no en las de la tierra;
(3) porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.
(4) Y cuando se manifieste Cristo, vuestra vida, entonces también vosotros seréis manifestados con él en gloria.

Aquí hay dos claras instrucciones: buscar las cosas de arriba y ocupar la mente en las cosas de arriba. Lo que Dios quiere es que pensemos, consideremos y ocupemos nuestras mentes en Su Palabra, Su voluntad, en Su buena nueva de salvación, quiere que consideremos sobre Su amor, Su propósito y Su plan, quiere que estemos diariamente pensando en Su obra de redención en Cristo y que lleguemos a comprender más y más lo que somos a causa de lo que Él hizo por nosotros en Cristo.

Pablo dice que esto debemos hacer porque hemos “muerto” y nuestra vida está escondida con Cristo, en Dios y que cuando Cristo se manifieste, entonces también nosotros seremos manifestados. Algunos han malinterpretado este pasaje, pensando que la “manifestación” de Cristo se refiere a su futura aparición en el mundo para reinar, sin embargo, el contexto nos está hablando de una realidad presente. Además, Pablo mismo habló de cómo Cristo se manifiesta hoy a través de los creyentes (como en 2 Co. 2:14; 2 Co. 4:10, 11).

Lo que estos versículos nos están comunicando es que mientras tengamos nuestras mentes ocupadas en cosas terrenales Cristo no se manifestará a través nuestro y no viviremos la clase de vida que quiere que vivamos. En este contexto, el decir que nuestra vida está escondida “con Cristo, en Dios” es una forma de decir que para que nuestra vida (la verdadera vida que Dios quiere que vivamos) deje de estar oculta y se haga manifiesta al mundo, es necesario que nos consideremos muertos para con los deseos terrenales y comencemos a pensar como piensa Cristo y consecuentemente conducirnos conforme a la voluntad de Dios.

Por lo tanto:

Cuando comencemos a pensar y actuar conforme a la voluntad de Dios (que está “arriba”), Cristo se hará manifiesto a través nuestro y nosotros seremos manifestados con Él en gloria. Si andamos conforme a Su voluntad, Su gloria se verá reflejada en nosotros y el mundo podrá conocer, a través nuestro, la gloria de Dios (2 Co. 3:18; 2 Co. 4:3-6).[3]

La “manifestación” de Cristo es, entonces, un hecho que sucede en el PRESENTE, cuando pensamos y actuamos conforme a Su guía e instrucción, por eso el apóstol Pablo alienta a los creyentes diciendo:

Colosenses 3:5-10 (RVA)
(5) Por lo tanto, haced morir lo terrenal en vuestros miembros: fornicación, impureza, bajas pasiones, malos deseos y la avaricia, que es idolatría.
(6) A causa de estas cosas viene la ira de Dios sobre los rebeldes.
(7) En ellas anduvisteis también vosotros en otro tiempo cuando vivíais entre ellos.
(8) Pero ahora, dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia y palabras groseras de vuestra boca.
(9) No mintáis los unos a los otros; porque os habéis despojado del viejo hombre con sus prácticas,
(10) y os habéis vestido del nuevo, el cual se renueva para un pleno conocimiento, conforme a la imagen de aquel que lo creó.

Desde un punto de vista legal en la justicia de Dios, nuestra parte carnal ya está “muerta”, sin embargo, en la práctica, debemos “hacer morir” lo terrenal en nosotros. Debemos despojarnos del “viejo hombre” (referido las prácticas pecaminosas que teníamos antes de ser hijos de Dios) y vestirnos del “nuevo hombre” (referido al Cuerpo de Cristo en el que Dios nos ha puesto).

Al decir “haced morir”, Pablo está señalando un problema de conducta en estos cristianos. Los colosenses no estaban manifestando la vida de Cristo, sus vidas estaban “escondidas” con Cristo porque no estaban andando como debían. Pablo les dice que si querían vivir con la plenitud de vida que Cristo había hecho disponible, debían hacer morir lo terrenal.

Aquí también se nos dice que el “nuevo hombre” se va renovando hasta el conocimiento pleno conforme a la imagen de aquél que lo creó. Al hablar aquí del “nuevo hombre”, no se está refiriendo a la persona como individuo, sino a todo el Cuerpo de Cristo, el cual también es llamado “el nuevo hombre” (Ef. 2:14-15).[4] Entonces vemos que nuevamente la Biblia nos señala que el crecimiento es grupal, todo el Cuerpo de Cristo se va renovando en conjunto hasta el pleno conocimiento.

Colosenses 3:11-13
(11) Aquí no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es todo y en todos.
(12) Por tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, vestíos de profunda compasión, de benignidad, de humildad, de mansedumbre y de paciencia,
(13) soportándoos los unos a los otros y perdonándoos los unos a los otros, cuando alguien tenga queja del otro. De la manera que el Señor os perdonó, así también hacedlo vosotros.

La “vestimenta” o “ropaje” del “viejo hombre” eran todas aquellas acciones pecaminosas, entre las cuales están aquellas mencionadas en los versículos 5 y 8. Ahora somos parte de un “nuevo hombre”, pero llegamos aquí con aquella vieja vestimenta que no es acorde a este nuevo hombre. Debido a que internamente hemos sido cambiado por Dios, al haber recibido una nueva naturaleza de parte de Él (2 Co. 5:17; 2 Pe. 1:4), Dios quiere que también cambiemos nuestra “vestimenta”, porque nuestra vieja “vestimenta” no es adecuada para este “nuevo hombre”, no lo hacer ver bien.

Hoy en día vemos entre la gente en las calles, especialmente entre los jóvenes, una división entre distintos grupos sociales, han surgido muchos “movimientos sociales”, y lo que algunos llaman “tribus urbanas”, cada uno de los cuales intenta distinguirse y separarse del resto con base a sus gustos musicales, sus hábitos, sus diversiones, sus “ídolos”, etc. Ahora supongamos que un fanático del rock pesado llegara a cambiar su mentalidad y comienza a escuchar música romántica. Lo primero que cambiará será su mentalidad, luego irá cambiando la música que escucha, pero mientras se siga vistiendo con ropa negra y tachas, la gente que lo ve lo seguirá identificando como un “heavy”. En su cambio de mentalidad, llegará el momento en que ya no va a querer ser identificado con la “vieja persona” que escuchaba rock pesado y cambiará también su forma de vestir. Del mismo modo, como cristianos hemos cambiado la mentalidad para servir al Señor Jesucristo, con el tiempo iremos cambiando nuestros pensamientos, y si nuestros pensamientos van cambiando, también cambiarán nuestras acciones y el modo en que “lucimos” ante el mundo. Al desarrollar profundo amor por Dios, ya no vamos a querer ser identificados como personas del mundo, sino que vamos a querer ser vistos como “hijos de Dios” e “hijos de luz” (Ef. 5:8; 1 Ts. 5:5). Esto es lo que Pablo está transmitiendo en estos versículos.

Colosenses 3:14
Pero sobre todas estas cosas, vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.

Aquí estamos en el versículo con el que comenzamos esta sección. Como vimos antes, este versículo puede traducirse así: “Pero sobre todas estas cualidades, vístanse con el amor, que es elemento-de-unión de la perfección”.

Recuerden que el contexto viene hablando de “vestirse” con cualidades que reflejen la vida del “nuevo hombre” que somos en Cristo. Cuando nos vestimos, existen ciertas prendas que se no son visibles (lo que llamamos “ropa interior”) y otras prendas que colocamos en el exterior, las cuales serán visibles para todos. Entonces, al decirnos aquí que “sobre todas estas cosas” nos vistamos con el amor de Dios, se nos está indicando que el amor de Dios debe estar por encima de las demás “prendas de vestir”. Debemos llegar a un punto en nuestra conducta en que el amor de Dios sea perfectamente visible en nuestras vidas.

Además, como hemos visto, el andar con el amor de Dios irá generando una mayor unión entre los creyentes renacidos, lo cual nos llevará hasta la “perfección”, “madurez”, “entereza” o “completitud” del Cuerpo de Cristo.

Colosenses 3:15
Y la paz de Cristo gobierne en vuestros corazones, pues a ella fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.

Aquí nuevamente tenemos la referencia de “un solo Cuerpo”. Dios quiere que los cristianos estemos en paz, porque este es el único modo en que podemos funcionar como un Cuerpo, como un organismo vivo. ¿Qué pasaría si nuestra mano hiciera guerra contra nuestro pie, o si el riñón no quisiera vincularse con los intestinos? Por eso, para que el Cuerpo de Cristo funcione “saludablemente”, los cristianos debemos estar en paz. Pero esta paz no debe ser producto de un desgano o desinterés por conocer la verdad de Dios y vivir conforme a ella (como suele suceder), sino una paz que parte de un deseo de servir a Dios y de crecer juntos, ayudando a los otros en sus debilidades y reconociendo las nuestras, siendo edificados por los otros creyentes.

Colosenses 3:16
La palabra de Cristo habite abundantemente en vosotros, enseñándoos y amonestándoos los unos a los otros en toda sabiduría con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando con gracia a Dios en vuestros corazones.

Aquí las palabras “la palabra de Cristo” es el uso del caso genitivo, que da el sentido de “la Palabra que habla acerca de Cristo” o, ampliando el sentido: “el mensaje que nos habla sobre la obra de Dios a través de Cristo”.

Aquí la palabra “amonestándoos” es la palabra griega noutheteö, que es la unión de nous: “mente” y tithëmi: “colocar, establecer, situar”. Literalmente sería “poner en la mente”. Significa “dar instrucción en cuanto a la fe y conducta, enseñar a una persona a conducirse con rectitud, haciendo especial énfasis en señalar las conductas impropias o perjudiciales”.

Este versículo nos habla de amonestarnos, instruirnos o señalarnos la forma correcta de conducta unos a otros a través de salmos, himnos y canciones espirituales. La palabra “espirituales” se refiere a aquellas cosas que tienen relación con las cosas de Dios (Quien es “el Espíritu Santo”) y Jesucristo (Quien es “el Espíritu”)[5] Esta palabra se usa en ocasiones en contraposición a lo carnal y pecaminoso (como en Ro. 7:14 y 1 Co. 3:1) y también en contraste a lo material (como en 1 Co. 9:11). Así que podemos decir que los “salmos, himnos y canciones espirituales” se refiere a salmos, himnos y canciones que tienen relación con las cosas de Dios.

Las palabras “a Dios”, conforme al texto pueden traducirse como “a Dios” o como “con respecto a Dios”. Esta segunda opción está más ajustada al contexto, porque habla de “amonestarnos” unos a otros a través de salmos, himnos y canciones.

Este versículo también nos indica que nuestro canto a Dios debe ser hecho “con gracia” y “en el corazón”. Aquí la palabra “con” y la palabra “en” son la misma palabra griega: en, la cual si bien primordialmente significa “en”, también puede traducirse “con” conforme al contexto, porque se usa para indicar la forma con la que se hace algo. Aquí el versículo expresa que la actitud al cantar debe ser la de alguien que está lleno de agradecimiento a Dios por Su gracia, debe ser algo que parte del corazón del creyente y no un acto externo que no es sincero.


Dios quiere que estemos llenos de la palabra de Cristo y quiere que estas palabras las coloquemos en las mentes de otros creyentes por medio de salmos, himnos y canciones que transmitan esta palabra de Cristo. Pero también quiere que la forma de expresar estos salmos, himnos y canciones es con el corazón, como respuesta a la gracia de Dios en nosotros.

Por un lado, aquí no hay una prohibición al cristiano a escuchar música “secular”, sino más bien es una exhortación a amonestarnos, instruirnos y recordarnos la Palabra unos a otros a través de salmos, himnos y canciones. Por otro lado, no dice aquí, ni en ningún otro pasaje bíblico, que la música deba ser exclusivamente de “alabanza” a Dios. De hecho, aquí ni siquiera se habla de alabanza, sino de hablar la Palabra de Cristo en forma “musical”.

Sería bueno tomar estas palabras conforme al contexto y no llevarlas a los extremos. Hay un sector del cristianismo que ha centrado su prédica y servicio en la música y la “alabanza”, llegando a poner demasiado énfasis en la música, en desmedro del corazón con el cual se hacen las cosas. Por otro lado, hay otro sector “intelectual” del cristianismo que ha aislado a la música cristiana, como si no fuese realmente provechosa o benéfica en el servicio cristiano. Pero el apóstol Pablo aquí está exhortando a los creyentes a usar la música como medio para transmitir la Palabra de Cristo, siempre que se lo haga con el corazón correcto y con la actitud adecuada.

Colosenses 3:17
Y todo lo que hagáis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

La expresión “en nombre de” es una expresión que significa “de parte de” o “en representación de”. Es la misma clase de expresión que usamos en estos días cuando, por ejemplo, vamos a algún lugar y decimos “vengo en nombre de tal persona”. La expresión indica que lo que hacemos lo estamos haciendo de parte de alguien, o en representación de esa persona.

Como hijos de Dios y miembros del Cuerpo de Cristo nosotros tenemos la capacidad de ser representantes de Cristo en la Tierra, esto sucede cada vez que actuamos conforme a la guía y voluntad del Señor.

Entonces, la instrucción aquí es a hacer todo conforme a lo que el Señor Jesús nos va indicando, actuando como Sus representantes en la Tierra.

Además, aquí se nos indica a actuar “dando gracias a Dios Padre por medio de él”. Cuando actuamos como miembros del Cuerpo de Cristo, siguiendo las instrucciones de la Cabeza del Cuerpo, tenemos el enorme privilegio y responsabilidad de hacer la voluntad de Dios en la Tierra, y de expresar Su amor y poder en este mundo. Esto es un gran motivo para agradecer a Dios. Nosotros, que estábamos muertos en delitos y pecados (Ef. 2:1), ahora tenemos una nueva clase de vida que nos permite ser los representantes de Cristo en la Tierra ¡Cómo no agradecer a Dios por todo esto!

Para cerrar este capítulo, leeremos sobre un episodio en la vida de Jesús en el que se ve claramente cómo la fe actuó mediante el amor:


Lucas 7:36-50
(36) Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa.
(37) Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume;
(38) y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.
(39) Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.
(40) Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di,  Maestro.
(41) Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta;
(42) y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más?
(43) Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado.
(44) Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos.
(45) No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.
(46) No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies.
(47) Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama.
(48) Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.
(49) Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados?
(50) Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, vé en paz.

En el versículo 47 Jesús dice que esta mujer “amó mucho”, luego, en el 50, le dijo a ella “tu fe te ha salvado”. En este punto podríamos preguntarnos “¿en qué tuvo fe esta mujer?” Bien, no es muy difícil de deducir. Jesús, a todos lados donde iba, predicaba el Evangelio (buena noticia) del reino de Dios (Mt. 4:23; 9:35; Mr. 1:14; Lc. 4:43; 8:1), anunciando la salvación de Dios (Lc 19:9-10). Evidentemente esta mujer había oído el Evangelio y había creído que Jesús era el Ungido por Dios y que mediante Él Dios era capaz de perdonar sus pecados para darle salvación.

Jesús, en el versículo 47, dice que esta mujer “amó” mucho. Aquí Jesús usó la palabra agapaö. Esta mujer no era amiga de Jesús (no lo amó con amor phileö), tampoco era madre o familiar de Jesús (no lo amó con amor storgë), mucho menos lo quería como su pareja (no lo amó con amor eros). Esta mujer amó a Jesús con amor agapë, lo que significa que lo amó porque creyó en Sus palabras, creyó que era el hijo de Dios y tuvo fe en el mensaje que Dios estaba dando a través de Él.

Aquí vemos que el amor agapë está relacionado con el reconocimiento del amor de Dios en Cristo. Esta mujer, al oír el mensaje de salvación de Jesús, cambió su mentalidad, y reconoció el Señorío de Jesús, reconociendo también su necesidad de un salvador.

Las palabras de Jesús dirigidas a Simón, cuando dijo: “aquel a quien se le perdona poco, poco ama”.  Nos muestran que la falta de amor hacia Dios radica en no reconocer cuánto Él nos ama y nos perdona. Simón no era capaz de amar a Jesús como lo hizo la mujer no porque a Él no se le hubiera perdonado nada, sino porque Él no se daba cuenta de cuánto pecado “oculto” había en su vida. Muchos de los fariseos (que eran los líderes religiosos de la época), creían ser “justos” delante de Dios a causa de sus acciones externas, por esta causa, les era muy difícil aceptar al Salvador ¡porque creían que no lo necesitaban! Ellos veían la necesidad de un “Salvador” a nivel político, pero no entendieron que necesitaban salvación para sus almas (leer Mateo 23:13-31).

En resumen, hemos visto que:

El deseo de Dios es que la palabra o mensaje que refiere la obra de amor de Dios en Cristo more abundantemente en nosotros y que la comuniquemos unos a otros, ya sea en forma hablada o cantada. Además, Dios desea que actuemos conforme a la guía del Señor Jesucristo, vistiéndonos de forma adecuada (con buenas obras), en armonía al “nuevo hombre” que somos en Cristo y dejemos las viejas ropas (conductas pecaminosas) que hacen lucir mal al Cuerpo de Cristo.

Además, Dios desea que crezcamos en el conocimiento de Su propósito y plan, que crezcamos en sabiduría y crezcamos en nuestra relación espiritual con Él, pero nos dice que esto se logra interactuando conjuntamente con otros cristianos, cada uno en su función,  como un Cuerpo en Cristo.  Todo el Cuerpo crece y madura en conjunto.

Dios también nos dice que el modo de estar más unidos entre los miembros del Cuerpo es a través del amor, que consiste en conocer la naturaleza de Dios (Quien es amor) y cuánto Él ama, para luego dar una natural respuesta de amor, intentando manifestar en nuestras vidas Su carácter y naturaleza.

Conforme vimos en las Escrituras, conocer el amor de Dios requiere conocer la vida de Jesús, no sólo la que tuvo estando en la Tierra, sino la que ahora tiene como Señor y Cabeza del Cuerpo. En la medida que conozcamos más a Cristo, podremos conocer más a nuestro Padre celestial e iremos ganando una mayor capacidad de ama como ellos aman, para así llegar a ser fieles representantes del carácter de Dios y que el mundo incrédulo pueda ver el amor de Dios a través de nuestra conducta.



[1] Para más información sobre el uso de estas palabra griegas, recomiendo leer el artículo “Cuatro clases de amor”, publicado en la página www.verdadotradicion.com.
[2] Todo el capítulo 13 de 1 Corintios está estudiado en detalle en mi estudio “El don de espíritu santo”.
[3] En relación a este tema pueden leer mi estudio “La excelencia del conocimiento de Cristo”.
[4] Los usos bíblicos de “Nuevo Hombre”, “Viejo Hombre”, “Cuerpo de Cristo” y “Cuerpo de pecado” están tratados en detalle en mi estudio “El Cuerpo de Cristo”.
[5] Para estudiar el sentido de las palabras “espíritu”, “santo” y sus diferentes combinaciones en la Biblia, lean mi estudio “El don de espíritu santo”.









¿Te bendijo este estudio?
¡Compártelo en las redes sociales! 

http://facebook.com/sharer.php?u=http://twitter.com/home?status=https://plus.google.com/share?url=

  

http://enhonorasuverdad.blogspot.com.ar/2013/12/mapa-del-blog_6354.html

 

   

Quizá también te interese:

 

No hay comentarios. :

Publicar un comentario