La batalla de la fe

En Honor a Su verdad


1 Timoteo 6:12 – “Pelea la buena batalla de la fe...”

Hebreos 12:1
Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos,  despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,

En el capítulo previo habíamos visto que la palabra traducida como “carrera”, en este versículo, es en griego agön, que significa “lucha, batalla, conflicto”. La última parte de este versículo literalmente quedaría traducida como: “...corramos a la batalla que-está-siendo-puesta-delante de nosotros”.

En este capítulo expandiremos el concepto de “batalla” que aquí se menciona.

Muchos cristianos, luego de aceptar a Cristo como Señor, piensan que sus vidas con Dios serán “perfectas”, piensan que estando con Dios no deberían tener conflictos en sus vidas, y que Dios los hará vivir en completa comodidad. Sin embargo, la Biblia nos explica que hay una guerra en el plano espiritual y que el cristiano, lo quiera o no, es parte de esa guerra:

Efesios 6:12
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne,  sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.

Leyendo este versículo aprendemos que existe una lucha entre el cristiano y “huestes espirituales de maldad”. Dios tiene un enemigo espiritual, llamado en la Biblia como “Diablo”, “Satanás”, “Serpiente”, “Dragón”, entre otros nombres (Ap. 12:9). Este ser espiritual es la autoridad que rige a todo un ejército de seres espirituales malignos, que se oponen a la voluntad de Dios.

El objetivo principal del Diablo es destruir la obra de Dios y arruinar Su plan de Salvación. El Diablo es un ser pecador (1 Jn. 3:8; Jn. 8:44) y no practica la justicia ni el amor (1 Jn. 3:10). En su condición de ser caído, que se opone a Dios, desea arruinar la vida de las personas. Él anda continuamente buscando la forma de hurtar la fe de las personas para matarlas y destruirlas (Jn. 10:10; 1 Pe. 5:8). Su principal victoria no está en matar físicamente a las personas, sino en destruirlas espiritualmente, lo cual logra generando confusión en cuanto a los asuntos espirituales para que las personas no vengan a Dios por medio de Cristo (1 Ti. 2:5). El Diablo pone trampas a los cristianos (1 Ti. 3:7; 2 Ti. 2:26), oprime a las personas (Hch. 10:38), estorba a quienes hacen la voluntad de Dios (1 Ts. 2:18; 2 Co. 12.7), engaña (2 Co. 2:11; 11:14), y hace toda clase de cosas para alejar al cristiano de su fe y para que los incrédulos no lleguen a aceptar a Cristo como Señor.

El Diablo tiene un reino al cual rige (Lc. 11:18). Todo este reino de Satanás está en guerra, en conflicto con el reino de Dios y es por eso que todo ciudadano del reino de Dios está, consciente o inconscientemente, en estado de guerra. El Diablo no acepta rendiciones, ni tratados de guerra, Él quiere destruir la obra de Dios a toda costa e intentará hacerlo con todos los medios posibles. Nosotros, como creyentes cristianos, lo mejor que podemos hacer es equiparnos adecuadamente para la guerra y entrenarnos con la instrucción y disciplina que parte de nuestro Padre celestial.

En 1 Timoteo 6 tenemos instrucciones del apóstol Pablo a Timoteo:

1 Timoteo 6:9-12
(9) Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición;
(10) porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.
(11) Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.
(12) Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.

En el versículo 12 la palabra griega para “batalla” en agön, la misma palabra que aparece en Hebreos 12:1. A su vez, la palabra “pelea” es en griego agonizomai, que es el verbo relacionado con agön. En otras palabras, aquí diría “pelea la buena pelea” o “batalla la buena batalla”.

La palabra griega que se traduce como “buena” es kalos, que se refiere a aquello que es bueno en su carácter y origen, lo que es ideal, perfecto o correcto. En la vida de toda persona se van presentando muchas “batallas” a enfrentar, sin embargo Pablo alienta a Timoteo a pelear la “buena” batalla. Los versículos previos hablan sobre cómo el amor al dinero hace que las personas se extravíen de la fe, dejando de hacer la voluntad de Dios. Hay personas que deciden “batallar” en búsqueda de dinero, de una buena posición social o económica, hay personas que “batallan” en búsqueda de fama, respeto, gloria, etc. Pero Pablo aquí le dice a Timoteo que no se meta en esas cosas, sino que pelee la buena batalla de la fe.

La batalla de la fe es aquella batalla que un creyente libra en su vida para poder andar conforme a la voluntad de Dios.

Querer hacer la voluntad de Dios nos coloca en un campo de batalla. En este campo nos enfrentaremos con tres enemigos principales: (1) el Diablo; (2) el mundo incrédulo; (3) nuestra naturaleza de pecado.

Por un lado el Diablo y sus huestes espirituales de maldad intentarán influir directamente en nuestras vidas siempre que puedan. Los espíritus demoníacos pueden afligir desde dentro de una persona, enfermándola física o psíquicamente, a veces de formas casi imperceptibles, pero muy eficaces. También pueden interferir indirectamente a través de sus manifestaciones de poder engañosas. Los espíritus demoníacos suelen falsificar personas muertas para hacernos creer que los muertos no están muertos, sino viviendo en otro plano, en este mismo mundo (como en el relato de 1 Samuel 28[1]). También pueden dar cierto poder para “adivinar” o para “sanar” para luego engañar a las personas, incluso haciéndoles creer que ese poder proviene de Dios (Hechos 8:9-11; 16:16-18).  El Diablo también trabaja indirectamente, creando doctrinas engañosas e implantándolas en el mundo a través de personas incrédulas que están abiertas a aceptar algún tipo de filosofía de vida que excluya la necesidad de creer el Dios y Padre del Señor Jesucristo.

El segundo enemigo al que nos enfrentamos en nuestra batalla por hacer la voluntad de Dios es el mundo incrédulo. Al decir “mundo incrédulo” me refiero no sólo a los que abiertamente no creen en Cristo, sino también a los falsos cristianos, que pueden ser muy “devotos” externamente, pero cuyo corazón está lejos de Dios (Is. 29:13; Mt. 15:8). De hecho, el cristiano que tiene un verdadero corazón hacia Dios y desea dar preeminencia a la verdad de Dios, suele recibir mayor oposición de parte del cristianismo religioso que de parte del mundo no-cristiano o ateo. Nuestro Señor Jesucristo fue apresado y asesinado en manos de los líderes religiosos de la época. Los fariseos y saduceos, los servidores del Templo, fueron los que dieron la orden de encarcelar y crucificar a Jesús. Desde tiempos antiguos los hombres “religiosos” que no actuaban con una genuina relación con Dios son los que más daño han hecho al cristianismo.
La historia cristiana nos muestra guerras de “cristianos” contra cristianos. Muchos asesinatos fueron cometidos “en nombre de Dios” a lo largo de la historia humana. La iglesia romana perseguía y asesinaba a los protestantes, luego los protestantes trinitarios perseguían y asesinaban a los unitarios, muchos crímenes fueron cometidos a causa de un extremo fanatismo religioso muy lejano del amor de Dios. La Biblia nos muestra que Dios diseñó en los cristianos un Cuerpo en Cristo (Ro. 12:5; 1 Co. 12:12, 27). Dios desea que haya entre nosotros una unidad de fe (Ef. 4:13), pero eso no se logra “a punta de pistola”, no se logra obligando a otros a creer lo que nosotros creemos, sino actuando conforme a la voluntad de Dios y en comunión con Él.

El tercer enemigo que tenemos en nuestra batalla de la fe está dentro nuestro, se trata de nuestro “yo” carnal, nuestra naturaleza de pecado. Cuando estudiamos Romanos vimos que hay en nosotros dos naturalezas: la “vieja” naturaleza, que es aquella con la que nacimos, que nos inclina hacia el pecado; y la “nueva” naturaleza, que es la que Dios puso en nosotros a través de Su don de espíritu santo. Nuestra naturaleza de pecado está constantemente impulsándonos a actuar contra la voluntad de Dios y, por estar dentro de nosotros, es uno de los factores más influyentes en contra de nuestro deseo y determinación de hacer la voluntad de Dios.

Estos tres tipos de “enemigos” que se oponen a la voluntad de Dios hacen que el andar diariamente conforme a la voluntad de Dios sea una “batalla” para el cristiano. Hay ocasiones en que esta batalla recrudece y parece casi imposible permanecer fieles a Dios, y también hay tiempos en donde hacer lo “correcto” parece ser muy fácil. Sin embargo, siempre debiéramos estar atentos, porque la batalla no acabará sino hasta que Dios establezca Su reino perpetuo en la Tierra, así que siempre tendremos  algún tipo de oposición para hacer la voluntad de Dios.

Por eso Pablo sigue diciendo a Timoteo:

1 Timoteo 6:13-16
(13) Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que dio testimonio de la buena profesión delante de Poncio Pilato,
(14) que guardes el mandamiento sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo,
(15) la cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano,  Rey de reyes,  y Señor de señores,
(16) el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno.  Amén.

La exhortación de Pablo a Timoteo es a guardar el mandamiento sin mácula ni reprensión “hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo”. En ese momento se terminará nuestra “batalla” de la fe, pero hasta entonces, hacer la voluntad de Dios siempre generará algún tipo de lucha o conflicto en nuestras vidas. Si Cristo nos reúne con Él mientras aún estamos vivos, hasta entonces estaremos luchando por hacer la voluntad de Dios, y si Cristo no viene en el tiempo en que estamos viviendo, nuestra lucha y conflicto será hasta el día en que muramos.
Pero ¡gloria a Dios que nos dará vida perpetua para disfrutar junto a Él! Pablo le dijo a Timoteo, en el versículo 12, “echa mano de la vida eterna”. Literalmente el texto leería: “sostén fuertemente la vida de la era”. Sucede que la batalla por hacer la voluntad de Dios puede, a veces, ser muy dura y desalentadora.

Recordar que Dios nos ha dado la vida de la era futura, con la capacidad de vivir parte de las bendiciones de esa vida hoy, nos ayudará a mantenernos firmes en la voluntad de Dios en medio de la adversidad y oposición.

De seguro esto mismo hacía Pablo en medio de las adversidades que se le presentaron en su misión de predicar el evangelio.

Colosenses 2:1-3
(1) Porque quiero que sepáis cuán gran lucha sostengo por vosotros, y por los que están en Laodicea, y por todos los que nunca han visto mi rostro;
(2) para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo,
(3) en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.

La palabra “lucha” en el versículo 1, es la palabra agön, que venimos estudiando. Pablo sostuvo una gran lucha, una gran batalla, para poder dar a conocer la palabra de Dios a estos creyentes, de modo que estuviesen consolados y unidos en amor y alcanzasen un conocimiento pleno del misterio (secreto espiritual) de Dios y de Cristo.

1 Tesalonicenses 2:1-2
(1) Porque vosotros mismos sabéis, hermanos, que nuestra visita a vosotros no resultó vana;
(2) pues habiendo antes padecido y sido ultrajados en Filipos, como sabéis, tuvimos denuedo en nuestro Dios para anunciaros el evangelio de Dios en medio de gran oposición.

La palabra “oposición”, al final del versículo 2, es también agön. Nuevamente vemos que Pablo habla de una “gran oposición”, una gran lucha, una gran batalla por la que tuvo que pasar para poder anunciar el evangelio de Dios, la buena noticia de salvación. En el caso de Pablo, su batalla de fe lo llevó a sufrir presión mental, angustia, persecución, daños físicos e incluso estuvo varias veces en riesgo de perder la vida.

2 Corintios 11:24-31
(24) De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno.
(25) Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar;
(26) en caminos muchas veces; en peligros de ríos,  peligros de ladrones, peligros de los de mi nación,  peligros de los gentiles,  peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos;
(27) en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez;
(28) y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias.
(29) ¿Quién enferma, y yo no enfermo? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no me indigno?
(30) Si es necesario gloriarse, me gloriaré en lo que es de mi debilidad.
(31) El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien es bendito por los siglos, sabe que no miento.

Leyendo estos pasajes de las Escrituras podemos comprender que en la nueva vida en Cristo no todo es color de rosa. El hecho de que hayamos pasado a ser ciudadanos de un nuevo reino (Flp. 3:20-21) nos coloca automáticamente en conflicto con el reino espiritual del Diablo. Mientras una persona es incrédula el Diablo tiene la oportunidad de “reclutarla” para sus filas, pero al creer en Cristo como Señor, ya nada puede hacer para separarla del amor de Dios en Cristo (Ro. 8:38-39). Por esta causa, el cristiano, para las huestes espirituales de maldad, es un objetivo a destruir. Siempre que puedan, los seres espirituales malignos harán daño a los cristianos, pero Dios es poderoso para detenerlo, pero debemos estar atentos a Sus instrucciones para evitar los ataques, o superarlos cuando ya estamos metidos en medio del conflicto.

El apóstol Pablo pudo decir, en un momento de su vida:

2 Timoteo 4:7-8
(7) He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.
(8) Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.

Pablo cumplió la misión que Dios le dejó, peleó la batalla, acabó su carrera y guardó la fe. Él se mantuvo firme ante la adversidad, predicó el evangelio tal como Dios se lo encomendó, y mantuvo su fe, su conducta y su fidelidad a Dios hasta el último momento. Esto no significa que él no pecara, que fuera perfecto y sin faltas, pero en el balance de su vida, no dejó que las circunstancias, ya sean internas o externas, lo desviaran de seguir creyendo y confiando en Dios y siguiendo las instrucciones del Señor Jesucristo.

Por su fiel servicio, Dios le mostró que tendrá guardada la “corona de justicia”. Él no especifica de qué se trata esta corona, sencillamente dice que Dios se la dará en “aquél día” (el día que Dios juzgue nuestras obras y recompense nuestro servicio). Pero él también se dice que Dios dará esta corona a todos los que aman su venida.

Aquí la palabra “venida” es en griego epiphaneia (de donde proviene la palabra castellana “epifanía”). Esta significa “manifestarse, aparecer”, solía usarse con referencia a una manifestación visible de un ser invisible, ya sea Dios, Cristo, un ángel o un demonio. Esto puede hacer referencia a la futura manifestación de Cristo, cuando todos estemos con Él y podamos verlo, pero también puede referirse a la aparición personal que Cristo hizo delante de algunos hombres, con el fin de fortalecerlos para encargarles alguna misión en particular. Si este es el caso, no todos los cristianos tienen disponible recibir esta “corona de justicia”, ya que no es muy común que Cristo se presente visiblemente ante un cristiano.
Pablo estuvo ante la directa presencia de Cristo (Hch. 9:1-6), quizá por eso tuvo tanta fortaleza y convicción para llevar a cabo la tan difícil tarea que le fue encomendada, pero no todos los cristianos tienen este privilegio, ni tampoco tanta responsabilidad. De todos modos, es claro que existe una batalla que cada cristiano deberá enfrentar en su vida personal, cada uno de nosotros tendrá conflictos distintos que pondrán en juego nuestra fe. Si permanecemos fieles, sabemos que Dios sabrá recompensarnos como corresponde.

Ahora bien, ningún soldado sale al campo de batalla sin un equipamiento adecuado y un entrenamiento previo. Además, el soldado no es enviado solo al combate, sino que se forman equipos de combate, llamados “escuadrones”, “batallones”, “tropas”, etc. Estos tres factores son fundamentales y debiéramos tenerlos en cuenta a la hora de pensar en nuestra “batalla de fe”.

Para tener éxito en las batallas de fe que se presenten en nuestras vidas, debemos contar con estas tres cosas: (1) El equipamiento adecuado; (2) Entrenamiento; (3) Un “escuadrón” de creyentes que combatan a la par nuestra.

En los siguientes capítulos desarrollaremos estos tres puntos, veremos en la Escrituras cuáles son las armas que Dios nos ha provisto para la batalla; cuál es el entrenamiento por el cual deberíamos pasar para estar fuertes en la fe; y de qué forma podemos conectarnos con otros cristianos para combatir conjuntamente para vivir en esta vida conforme a la voluntad de Dios, nuestro Padre, transmitida a nosotros por medio del Señor Jesucristo.





[1] Lo sucedido en este pasaje de las Escrituras, junto con la doctrina bíblica acerca de qué sucede con las personas luego de muertas está desarrollado en mi estudio “La esperanza del cristiano”.









¿Te bendijo este estudio?
¡Compártelo en las redes sociales! 

http://facebook.com/sharer.php?u=http://twitter.com/home?status=https://plus.google.com/share?url=

  

http://enhonorasuverdad.blogspot.com.ar/2013/12/mapa-del-blog_6354.html

 

   

Quizá también te interese:

 

No hay comentarios. :

Publicar un comentario