El ciclo de madurez en la fe

En Honor a Su verdad


2 Pedro 1:5-7 “...añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.”

2 Pedro 1:1-10
(1) Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra:
(2) Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús.
(3) Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia,
(4) por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia;
(5) vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento;
(6) al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad;
(7) a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.
(8) Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.
(9) Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados.
(10) Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás.

Para finalizar este libro acerca de la fe, expondré un análisis de todo este pasaje, que creo será de gran aliento e incentivo para todos los creyentes que quieren desarrollar un andar de fe firme, basado en una plena confianza en el amor de Dios, el cual opera en nosotros por medio de nuestro Señor Jesucristo.

Comenzaremos analizando el primer versículo:

2 Pedro 1:1
Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra:

Aquí Pedro comienza su introducción a esta epístola con una información bastante importante. Pedro dice que esta carta está dirigida “a los que habéis alcanzado... una fe igualmente preciosa que la nuestra”. Al leer esto, uno podría pensar que Pedro se está dirigiendo a creyentes que tenían un andar de la talla de Pedro y sus colaboradores, sin embargo, veremos que no es exactament esto lo que Pedro dice aquí.

En primer lugar, la palabra que aquí se traduce “alcanzado” es la palabra griega lagchanö (o lanchanö), que en otros versículos se traduce como “echar suertes” o “formar parte” (los otros usos de esta palabra son: Lc. 1:9; Jn. 19:24 y Hch. 1:17).

Entonces, para comprender mejor el sentido de lo que Pedro dijo aquí, es necesario comprender mejor a qué llamaban “echar suertes” en aquellos tiempos. Alfonso Lockward, en su Nuevo diccionario de la Biblia (edit. Unilit) dice lo siguiente bajo la palabra “suerte”:

«El método de “echar suertes” se utilizaba para adoptar decisiones en ciertos casos como un medio de consulta a Dios. Ante varias disyuntivas, se hacía uso del azar, en el entendido de que éste era dirigido por Dios, por lo cual dice Pr. 16:33 : “La s. se echa en el regazo; mas de Jehová es la decisión de ella”. Por eso la suerte era echada “delante de Jehová nuestro Dios” (Jos. 18:6; Jos. 19:51), pues era una consulta a él, quien decidía (Is. 34:17). Por eso se oraba antes (Hch. 1:26). Especialmente se acudía a la suerte para la selección de un individuo dentro de un grupo y para dividir ciertos bienes entre los individuos miembros de un grupo. La Biblia no ofrece detalles sobre la forma en que se echaban las suertes, pero por medio de documentos de Mesopotamia y la tradición judía se sabe de la utilización de trozos de madera o de piedra que eran “echados” o arrojados al suelo. Se interpretaba la decisión según la forma en que cayeran las piezas, de conformidad con un esquema trazado de antemano. En Masada se han encontrado trozos de cerámica con nombres escritos que se cree fueron usados para echar suertes en el momento en que los judíos allí decidieron matarse unos a otros.»

Entonces, vemos que las “suertes”, en la mentalidad oriental de aquellos tiempos (especialmente entre los creyentes) tenía relación con una determinación tomada por Dios. Friberg define lagchanö como: “lo que llega a alguien sin que tenga que hacer esfuerzo por obtenerlo”. En el léxico de Louw-Nida leemos: “...recibir, con la implicancia de que aquello que se posee está relacionado, de alguna manera, a la voluntad o favor divino”. Creo que una buena forma de definir esta palabra, abarcando todo su sentido, sería: “recibir de parte de Dios por haber dejado que Él actúe”.

Entonces, lo que Pedro está diciendo aquí es que la “fe” que estos cristianos tenían la habían recibido de parte de Dios, porque ellos tomaron la decisión de dejar sus vidas en manos de Dios. A causa de esto, ellos habían recibido “una fe igualmente preciosa” que la de Pedro y sus colaboradores.

Las palabras “igualmente preciosa” son una sola palabra griega: isotimos, que es la unión de la palabra isos: “semejante, igual, similar” y timë: “valor, honor, precio, honra, estima”. Significa, entonces: “del semejante valor, de similar honra, de igual estima, que vale lo mismo”.

Conforme al texto griego, también vemos alterado el orden de las palabras en la traducción de la Reina Valera. Traduciendo palabra a palabra del griego tendríamos algo así:

“Simón, Pedro, esclavo y apóstol de Jesucristo a los que de-igual-valor que la nuestra recibieron-de-Dios fe en justicia de nuestro Dios y del Salvador Jesucristo”
Ordenando las palabras para que se entiendan en nuestro idioma leeríamos así:

“Simón, Pedro, esclavo y apóstol de Jesucristo a los que recibieron-de-Dios una fe en la justicia de nuestro Dios y del Salvador Jesucristo que es de-igual-valor que la nuestra”.

Pedro aquí está hablando de un aspecto específico en la fe de estas personas que era “de igual valor” que la de Él y sus colaboradores. Él habla de la fe “en la justicia de nuestro Dios y del Salvador Jesucristo”. Como vimos en capítulos anteriores, la justicia de Dios se revela en la “Buena Noticia” (o Evangelio) de Dios, “desde fe hacia fe” (Romanos 1:16, 17), o sea, generando un ciclo de constante crecimiento en fe en el creyente. Recordemos que en Romanos 10:10 se dice que: “...con el corazón se cree para justicia,  pero con la boca se confiesa para salvación”. Uniendo estos conceptos, tenemos que la fe en la justicia de Dios y del Salvador Jesucristo consiste en confesar a Jesús como el Señor de nuestras vidas y creer con el corazón que Dios le levantó de entre los muertos (Ro: 10:9). Entonces, estas palabras de Pedro están dirigidas sencillamente a todos aquellos que han creído para recibir salvación y justificación.

Pero ¿por qué no decir directamente “a los hijos de Dios” o “a los santos”, o alguna otra expresión similar? Bien, creo que al hablar de este modo, Pedro está queriendo enfatizar que la fe en la justicia de Dios por medio de Cristo que ellos profesaron era “de igual valor” que la de los apóstoles u otros hombres “de alto rango” en el cristianismo.

Pedro sabía, por revelación, que vendrían tiempos difíciles para el cristianismo (2 Pe. 3:1-4), y sabía que él pronto iba a morir y no iba a poder estar con ellos para edificarlos (2 Pe. 1:14), por lo tanto, quería asegurarse de dar firmeza a estos creyentes, para que no sean movidos de su fe (2 Pe. 1:10-15). Entonces, Pedro comienza diciendo a estos creyentes que su fe en la justicia de Dios (la cual obtuvieron por poner sus vidas en manos de Dios), tenía el mismo valor, el mismo peso, los mismos privilegios, que la fe de Pedro mismo (a quien ellos seguramente admiraban y respetaban). Ya desde la primera frase Pedro les está diciendo a estos creyentes que no se sientan incapaces o menos dotados para andar en fe, porque la fe no es mérito de una persona, sino que es algo que Dios produce en nosotros cuando nos entregamos en sus manos, y la fe de todos los creyentes es de igual valor, nadie es más “salvo” que otro, nadie tiene el favor de Dios en sus genes, sino que lo obtiene al entregar su vida a Él, en obediencia.

Por supuesto, no es que Dios de la fe para salvación azarosamente según se le ocurra, sino que va dando conocimiento, entendimiento y sabiduría a aquellos que dejan que Él actúe en sus vidas. De este modo, Dios va ayudando a Sus hijos a crecer en fe.

Entonces, en este primer versículo podemos ver que:

Ni siquiera la fe es obra nuestra, sino que es algo que recibimos de parte de Dios en la medida que dejamos que Él actúe en nuestras vidas. Nuestra fe y obediencia permiten que Él nos añada conocimiento y entendimiento de Su propósito, de Su plan, de Su amor, de Su obra en Cristo, de Su voluntad para nuestras vidas, de modo que crezcamos en fe. Además, la fe en la justicia de Dios de todo creyente es de igual valor, al creer en la información provista por Dios para salvación, todos obtenemos el mismo resultado: vida espiritual para vivir para siempre en comunión con nuestro Padre celestial.

2 Pedro 2:2
Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús.

Las palabras “sean multiplicadas” son en griego un verbo: plethunö, que está en modo optativo. El modo optativo es un modo verbal griego que se usa para expresar un deseo o para expresar una condición, algo que sucederá si se cumple cierta condición. En este caso Pedro está diciendo es que el conocimiento de Dios y del Señor Jesús son lo que producen “gracia y paz” en el creyente. Si nos  llenamos del conocimiento de Dios y del Señor Jesucristo, la gracia y paz se verán “multiplicadas” en nuestras vidas.

La palabra traducida aquí como “conocimiento” es epignosis, que es la unión de epi: “sobre” y gnosis: “conocimiento, sapiencia”. Literalmente sería “sobre-conocimiento”. Esto nos indica un conocimiento superior de algún tema. Este conocimiento “superior” suele referirse a un conocimiento completo, preciso o correcto que se tiene por haber estudiado y practicado aquello que se conoce, pero también puede dar el sentido de un conocimiento que proviene o pertenece a un plano superior, o sea, un conocimiento de los asuntos espirituales de Dios, o un conocimiento dado por Dios. Esta palabra griega, además, traería implicado un esfuerzo por conocer y una práctica sobre lo aprendido.

Entonces, en estas palabras de Pedro aprendemos que:

En la medida que vamos obteniendo un más profundo conocimiento de Dios y del Señor Jesús la gracia (el favor inmerecido) y la paz de Dios serán aumentadas o multiplicadas en nuestras vidas.

2 Pedro 1:3-4
(3) Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia,
(4) por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia;

En estos versículos Pedro está diciendo es que Dios, Quien nos “llamó” (1 P. 5:10), nos ha concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y la piedad, mediante el CONOCIMIENTO de Él mismo. La “piedad” se refiere a una manera de vivir en comunión con Dios y obediencia a Su voluntad.

Al darnos conocimiento y entendimiento de Él mismo, de Su naturaleza de amor, Dios nos ha dado todo aquello que necesitamos para vivir una vida plena, en comunión con Él y haciendo Su voluntad.

Además, él nos ha dejado promesas preciosas (de valor) y grandísimas, para que seamos participantes de la naturaleza divina. Esto tiene dos aspectos: por un lado, al ver Sus promesas en las Escrituras, el incrédulo es alentado a creer en Cristo como Señor para pasar a ser un hijo de Dios, con naturaleza divina (el espíritu santo) en él. Pero también, el que ya es creyente es alentado por Sus promesas para vivir conforme a la naturaleza de Dios (Quien es amor), para manifestar en el mundo la plenitud de esta naturaleza divina.

2 Pedro 1:5-7
(5) vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento;
(6) al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad;
(7) a la piedad, afecto fraternal;  y al afecto fraternal, amor.

Aquí Pedro dice que a la fe (a esa fe en la justicia de Dios que menciona en el versículo 1), hay que agregarle ciertas cosas, las cuales analizaremos con detenimiento.

La palabra que se traduce “diligencia”, en el versículo 5, es la palabra griega spoudë, que significa “rapidez y ánimo para hacer algo”, algo que se hace con “diligencia” es algo que se hace rápidamente y enérgicamente, con ganas. La palabra que se traduce “poniendo” es pareispherö, que sólo se usa aquí en la Biblia. Esta palabra es la unión de para: “junto a”; eis: “hacia adentro” y pherö: “llevar o traer”. Implica esforzarse por hacer algo, en donde el esfuerzo parte de una actitud interna. El versículo nos está diciendo que la diligencia o presteza para actuar debe partir desde nuestro interior, es una cuestión de actitud de corazón.

La palabra griega que en el versículo 5 se traduce como “añadid” es epichorëgeö. Esta palabra es la unión de la palabra epi: “sobre” y chorëgeö, que originalmente significa “conducir un grupo de baile” y también “pagar, suministrar, suplir” ya que los conductores de los grupos de bailes pagaban los gastos de éstos.

Existen varias palabras griegas que pueden traducirse “dar” o “suministrar”, sin embargo, chorëgeö da un énfasis especial en el cuidado del “director” del grupo por aquellos que están a su cargo. El director de un grupo de baile daba a los bailarines todos los suministros para hacer el trabajo y para el sustento de sus vidas.

En el caso de la palabra epichorëgeö, el uso de la preposición epi (“sobre”) como prefijo nos señala una acción que se hace desde un plano superior. Todos los otros usos de epichorëgeö nos indican una acción de Dios (2 Co. 9:10; Gá. 3:5; Col. 2:19; 2 P. 1:11). Esto nos estaría señalando que la acción de “añadir” o “suministrar” estas cualidades en nuestras vienen desde arriba, desde un plano superior, no es algo que podamos hacer por nosotros mismos, sino que necesitamos de la ayuda de Dios y del Señor Jesucristo para poder hacerlo.

Otro detalle a tener en cuenta en estos versículos es el uso de las preposiciónes, artículos y conjunciones. Más ajustado al texto griego leeríamos:

“...suministren en la fe de-ustedes, la virtud; y en la virtud, el conocimiento; y en el conocimiento, el dominio-propio; y en el dominio-propio, la paciencia; y en la paciencia, la piedad; y en la piedad, el afecto-fraternal; y en el afecto-fraternal el amor”.

Ya que la palabra “suministren” (epichorëgeö) tiene el sentido de “proveer lo necesario”, lo que la Biblia nos enseña aquí es que la fe necesita de excelencia, la excelencia necesita de conocimiento, el conocimiento necesita de dominio propio, el dominio propio necesita de paciencia, la paciencia necesita de la piedad, la piedad necesita afecto-fraternal y el afecto-fraternal necesita del amor. Todas estas cosas deber ir desarrollándose equilibradamente en un creyente, para que pueda tener un andar que refleje la naturaleza de Dios.



La preposición “en” que se usa en estos versículos (en griego en), nos da una imagen de varias “capas” de profundidad, de la cual la más profunda es el amor (en griego agapë).

FE

VIRTUD

CONOCIMIENTO

DOMINIO PROPIO

PACIENCIA

PIEDAD

AFECTO FRATERNAL

AMOR

La fe en la justicia de Dios y en Su promesa de salvación es el primer paso para poder desarrollar una relación espiritual con Dios. Como hemos visto a lo largo de todo este estudio, sin fe es imposible agradar a Dios (He. 11:6), la justicia de Dios se revela “desde fe hacia fe” (Ro. 1:16-17), fuimos justificados por fe (Ro. 5:1) y somos salvos por fe (Ro. 10:9-10). La fe es el punto de partida para la vida espiritual, es el punto de inicio de nuestra relación con Dios, es el punto de inicio de nuestra vida espiritual perpetua, y es el punto de inicio de nuestra existencia como parte del Cuerpo de Cristo.

Pero nuestra fe para salvación no es el punto final de la vida con Dios. Habiendo entrado a esta vida espiritual, Dios nos dice que a la fe es necesario añadirle “virtud”. La palabra traducida “virtud” es arete, que es la misma palabra que en el versículo 3 se traduce “excelencia”, significa “virtud, excelencia, grandeza, alta calidad”. Dios quiere que elevemos nuestra calidad de vida, que elevemos la calidad de nuestras acciones y pensamientos. Esto lo haremos al ir actuando en obediencia a Sus mandamientos y en conformidad a Su bondad.

Muchos cristianos desarrollan virtudes y talentos pero lo hacen en búsqueda de sus propios intereses y beneficios, haciendo, muchas veces, cosas contrarias a la voluntad de Dios. Este pasaje nos está mostrando que la “virtud” debe ser añadida a la fe. Para esto es necesario que la virtud o excelencia en mi vida sea producto de mi fe y obediencia a Dios.

Después de esto, en tercer lugar, tenemos la instrucción de añadir conocimiento. Aquí la palabra “conocimiento” es gnosis, que frecuentemente se usa con el sentido de “conocimiento de Dios”. Estudiando los usos de esta palabra griega se puede ver que la mayoría de los casos hace referencia al conocimiento de algún aspecto de Dios, entre los cuales podemos mencionar: Su amor, Su bondad, Sus promesas, Su buena noticia de Salvación, Su propósito para la humanidad, Su plan de redención en Cristo, etc. En Filipenses 3:8, por ejemplo, el apóstol Pablo dice que él habia considerado todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús. Entonces, para poder desarrollar un andar conforme a la voluntad de Dios, es necesario que conozcamos más sobre Él y sobre Su hijo Jesucristo.

La cuarta virtud mencionada por Pedro es el dominio propio. Como seres humanos tenemos una naturaleza carnal que nos lleva hacia el pecado. Esta naturaleza a veces nos influencia muy fuertemente para pecar, sobre todo en las áreas que somos más débiles. Para poder crecer en nuestra fe y nuestra relación con Dios, no sólo debemos hacer aquellas cosas que son excelentes y virtuosas, sino que tenemos que dejar de actuar pecaminosamente, para lo cual debemos desarrollar el dominio propio, que es la capacidad de dominar nuestro cuerpo y mente para no hacer aquello que sabemos que es contrario a la voluntad de Dios, aún cuando el deseo de hacerlo sea intenso.

Pero el dominio propio, a su vez, necesita de paciencia. Muchas veces la impaciencia nos lleva al pecado, porque no somos capaces de ver cómo Dios está actuando en el trasfondo de nuestras vidas para darnos liberación. La paciencia es una cualidad fundamental para el andar cristiano, ésta consiste en confiar en las promesas de Dios y confiar en el amor que Dios tiene por nosotros y resistir las tentaciones y adversidades en espera de Su liberación y galardón (He. 10:36).

A la paciencia, dice el versículo, hay que suministrarle “piedad”. La piedad (gr. Eusebeia) se refiere a hacer las cosas conforme a la voluntad de Dios, moverse con rectitud y pureza. Es el punto en el que uno comienza a tener una verdadera relación Padre-hijo con Dios. A esta altura hemos pasado ya por varias “capas” de cualidades y hemos llegado al punto del andar conforme a la voluntad de Dios. Este andar con Dios no es automático, no se produce por el solo hecho de creer en Cristo como Señor, sino que se va desarrollando en la medida que vamos creciendo en nuestra fe y obediencia a Dios.

El siguiente punto es el “afecto fraternal”. Esta palabra describe el cariño o afecto que hay entre padre e hijos, entre hermanos o entre buenos amigos, es el afecto que surge naturalmente hacia aquellos con los que nos llevamos bien y nos sentimos a gusto. La palabra griega traducida “afecto fraternal” es philadelphia, que en todos sus usos se refiere al afecto que debe existir entre los que son hermanos en Cristo y miembros de Su Cuerpo (Ro. 12:10; 1 Ts. 4:9; He. 13:1; 1 P. 1:22; 2 P. 1:7). Esto nos muestra que en la relación con Dios es un requisito el desarrollo de amistad y afecto por los hermanos en Cristo. En la medida que vamos desarrollando nuestro andar de fe, se va a ir desarrollando un más entrañable afecto por nuestros hermanos cristianos, de otro modo, no estaremos andando conforme a la voluntad de Dios.

En último lugar, llegando al punto más profundo de esta lista, tenemos al amor. La palabra es agapë, que habíamos visto que es la respuesta que se produce en nosotros por comprender la grandeza del amor de Dios y querer imitar Su amor. Este amor consiste en obedecer a Dios (Jn. 15:10; 1 Jn. 5:3; 2 Jn. 1:6). Esta clase de amor es la más sublime y excelente forma de amor, que sólo se manifiesta en la vida de un creyente que entiende la grandeza del amor de Dios y responde a Dios amándolo y siéndole fiel. Este amor es totalmente contrario a la naturaleza humana, que es totalmente altruista y desprendido, sin egoísmo, es una clase de amor que me lleva a servir y dar lo mejor de mí por otras personas, aún cuando estas no me agraden o estén en oposición. Está colocada en último lugar porque es completamente antagónica con la naturaleza humana, amar con el amor de Dios es la máxima expresión de obediencia amorosa y fe en Dios.

Una vez que se cumple este ciclo: fe – virtud – conocimiento – dominio propio – paciencia – piedad – afecto fraternal – amor. Nuestra fe inicial habrá crecido, habremos salido desde la fe inicial que tuvimos para renacer a una nueva fe, que ha crecido y está acompañada por estas virtudes. Así cumpliríamos una etapa en nuestra comprensión de la justicia de Dios “desde fe hacia fe” (Ro. 1:16-17). A esta fe que ha crecido, debemos nuevamente someterla a este ciclo de crecimiento, para así ir ganando más fe, virtud, conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad, afecto fraternal y amor.

Pero lo más importante es que, si bien nosotros somos responsables de actuar con diligencia para crecer en nuestro andar de fe, el suministro viene desde arriba, desde Dios y Jesucristo.



Por lo tanto, nuestra principal responsabilidad es ponernos en manos de Dios, como el “Alfarero” que puede moldearnos para ser “vasos para honra”[1] (Ro. 9:21). Este ciclo de crecimiento en estas cualidades es como una vuelta en la rueda del Alfarero, mediante la cual vamos tomando la forma que Dios desea que tengamos.

Por supuesto, ningún alfarero comienza su trabajo con el deseo de hacer un objeto de desperdicio. El problema está en que si el barro se endurece, el alfarero no puede seguir dándole forma. Del mismo modo, no es el deseo de Dios hacer de nosotros vasos de deshonra, Él desea lo mejor para nosotros, sin embargo, debemos dejar que Él nos moldee, siendo personas “maleables”, que le obedecen y se someten a Su voluntad.

Pedro sigue diciendo:

2 Pedro 1:8
Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.

Nuevamente, Pedro señala el eje central en la vida espiritual, que es el conocimiento del Señor Jesucristo. Él dice que el suministro de estas virtudes en nuestras vidas no nos dejarán estar ociosos y sin frutos en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.

Lo más importante en todo este ciclo de crecimiento espiritual es que debe estar basado en un entendimiento práctico de la obra de Dios en Cristo y de lo que Cristo es y hace hoy por nosotros, los cristianos. Querer añadir estas virtudes a nuestras vidas fuera de este entendimiento terminará en mera religión y actos de la carne, que no conducirán a una verdadera relación espiritual con Dios.

2 Pedro 1:9
Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados.

Aquellos cristianos que han aceptado a Cristo como Señor, pero que no se esfuerzan en sus vidas por conocer más a Cristo y añadir estas cualidades en sus vidas, son personas ciegas, que no están viendo y reconociendo la grandeza del amor de Dios y se han olvidado de cuánto Dios nos perdonó y no alcanzan a ver cuán grande es el amor de Dios y cuán benéfico es andar conforme a Su voluntad.

2 Pedro 1:10
Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás.
La palabra “procurad” aquí es en griego spoudazö, que es el verbo relacionado con spoudë, que vimos en el versículo 5 (traducida como “diligencia”). Esta palabra significa “hacer algo con ganas, con energía, con entusiasmo, con presteza, con prontitud, o con diligencia”. Usando esta palabra Pedro les está diciendo: “empiecen ya a hacer estas cosas, y háganlo con ganas”.

La palabra “vocación” más adecuadamente debiera traducirse como “llamamiento”. La instrucción es la de hacer firme el llamamiento y elección que tenemos. Cada uno de nosotros, como lo hemos visto previamente, recibió una “medida de fe” sobre la cual actuar. Esta “medida de fe” es la parte especial que Dios quiere que cumplamos, es la función en el Cuerpo de Cristo que debemos cumplir. Las palabras “llamamiento y elección” son expresiones que se refieren a nuestra propia función en el Cuerpo de Cristo, es aquello que fuimos “llamados” por Dios para hacer, y aquella función para la cual Dios nos “eligió”.

2 Pedro 1:11
Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

El modo en que este versículo está traducido puede confundir al lector, haciéndole creer que es necesario hacer estas cosas para ser salvo y entrar en el reino de Dios. Lo cierto es que nuestra salvación está asegurada, y nuestra entrada en el reino está garantizada desde el momento en que decidimos confesar a Jesús como Señor y creer en el corazón que Dios le levantó de los muertos, arrepintiéndonos de nuestra pasada manera de vivir. El problema se genera por una incorrecta traducción de algunas palabras.

Las palabras “amplia y generosa” son en griego una sola palabra: plousios, que es un adjetivo, que significa: “abundantemente, ricamente, en gran cantidad, en plena medida”.
Las palabras “será otorgada” son en griego epichorëgeö, la misma palabra que se traduce antes como “añadir” o “suministrar”. Habíamos visto que tiene el sentido de “proveer o suministrar desde un plano superior”.

La palabra “entrada” es eisodos, que puede significar “entrada, acceso, visita, recepción, venida, bienvenida”. Se usa para señalar el momento en que uno entra en un lugar determinado o la recepción que se brinda ante la llegada de alguien.

La palabra “eterno” es aionios, que significa “de la era, perteneciente a la era”.

Una traducción más exacta de este versículo sería:

“Porque de-este-modo abundantemente será-provista la entrada de ustedes en el reino de-la-era de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”.

En otras palabras, lo que este versículo transmite es que si hacemos estas cosas, el día en que entremos en el reino de la era en que Jesucristo gobernará, tendremos una entrada triunfante, una gran bienvenida en la que Dios nos hará sentir benditos a causa del andar que tuvimos.

Hay versiones de lenguaje más actual que, aunque no son tan literales, captan bastante bien el sentido. Por ejemplo, la NVI traduce: “y se les abrirán de par en par las puertas del reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”; la Biblia en lenguaje sencillo, edición 2000, traduce así: “y Dios con gusto les dará la bienvenida en el reino de nuestro Señor y Salvador Jesucristo...”

Con esto podemos ver que uno de los “premios” o “recompensas” que recibiremos a causa de nuestra conducta obediente a Dios será la bienvenida que tendremos en el futuro reino de Jesucristo.

2 Pedro 1:12
Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente.

Este último pasaje nos demuestra que conocer la verdad de Dios no siempre alcanza para andar en ella, y aún los creyentes más entendidos pueden desviarse de hacer la voluntad de Dios. Por eso siempre es útil y necesario que unos a otros nos recordemos las verdades de la Palabra de Dios.

Para finalizar este libro quiero usar las mismas palabras que usó el apóstol Pablo al finalizar su epístola a los Efesios:

Efesios 6:23-24 (BTX)
(23) Paz a los hermanos y amor con fe, de Dios Padre y del Señor Jesucristo.
(24) La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor inalterable.



[1] Para un estudio detallado sobre la expresión “vaso para honra” y la enseñanza en Romanos 9 lea mi estudio “Vasos para honra”.









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