El fruto del Espíritu

En Honor a Su verdad
Es muy importante comprender qué es el fruto del espíritu y cómo se obtiene, porque Jesús dijo:

1 Juan 15:8
En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.

Esto es importante, porque lo que Jesús dice aquí es que Dios es glorificado cuando los cristianos llevan mucho fruto. Dios no es glorificado tan sólo porque le cantemos o demos gracias en una reunión, o por los actos externos que hagamos, sino en el fruto que produzcamos. Por supuesto que no es malo cantar y alabar a Dios, pero esto no glorifica a Dios si no es producto de una relación de genuina fe y genuino amor para con Dios.

Gálatas nos menciona qué es el fruto del espíritu:

Gálatas 5:22, 23
(22) Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
(23) mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.

Aquí se mencionan nueve características que desarrollará un cristiano que anda espiritualmente. Antes de analizar estos versículos, veremos algunos otros pasajes de la Escritura que se refieren al “fruto”.

El fruto producido por una persona no sólo es lo que da la gloria a Dios, sino que es lo que diferencia a un verdadero creyente del que no lo es:

Lucas 6:43-45
(43) No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto.
(44) Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas.
(45) El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.

La palabra traducida “tesoros” es en griego thesauros, que significa primariamente “depósito”.[1] Jesús dice que el hombre bueno saca buenas cosas del buen depósito de su corazón y el hombre malo las saca del mal depósito de su corazón. Lo que vemos en estos versículos es que si queremos producir buenos frutos, debemos comenzar por plantar la semilla correcta en nuestros corazones.

Si en mi casa tengo plantado un árbol de naranjas no puedo hacer que éste produzca manzanas. Quizá con mucho esfuerzo pueda quitar todas las naranjas y, con algún tipo de pegamento colocar manzanas en su lugar, pero el árbol seguirá siendo un árbol de naranjas. Las ramas de este árbol no van a nutrir a la manzana y, tarde o temprano las nuevas naranjas desplazaran a las manzanas y las manzanas se pudrirán, porque no están en el árbol de manera natural. Si yo quiero tener un árbol de manzanas debo plantar semillas de manzana y darles el cuidado necesario para que crezcan y, a su debido tiempo, se formará el árbol y comenzará a dar manzanas. Del mismo modo, yo no puedo disfrazar mi naturaleza humana fingiendo amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Poner cara sonriente todo el tiempo para parecer espiritual no es un “fruto” genuino, debo plantar la semilla de la Palabra de Dios en mi corazón, cuidarla, regarla y a su tiempo ésta crecerá y dará frutos. Todo otro intento por producir fruto, que no sea por medio de plantar la semilla correcta en el corazón sólo será una “fachada” externa que tarde o temprano se “pudrirá” y se caerá y no será beneficiosa para nadie y no dará gloria a Dios.

Nuestro corazón es el depósito de donde sacaremos cosas buenas o malas, pero jamás podremos sacar de allí buenos frutos si no hemos plantado la buena semilla.

Volviendo al pasaje en Gálatas leemos:

Gálatas 5:22, 23
(22) Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
(23) mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.

Aquí vemos que no se dice que “los frutos” del Espíritu sean amor, gozo, etc., sino que se habla en singular “el fruto”. Esto es porque el fruto es uno, que contiene todas estas características. Todas estas características se desarrollan en conjunto en el cristiano que anda espiritualmente. No es posible tener un amor de 10 puntos y una templanza de 1 punto. Si crezco en amor, crezco en gozo, en paz, en paciencia, y en todas las otras características. Hay personas que quizá parecen tener una paz excepcional pero nada de gozo, en estas circunstancias podríamos dudar de si en verdad esa paz es genuina o si en verdad es “fruto” del Espíritu. Es probable que la paz que esa persona tenga sea una paz humana, producto de una apatía al resto del mundo o de años de sesiones psicológicas, o lo que sea, pero no es producto de conocer en profundidad el amor de Dios y Su plan para la humanidad.

El ser humano ha desarrollado diversas técnicas para alcanzar estas características: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, etc. Sin embargo, muchas veces no las desarrolla en conjunto y su efecto es muy limitado en comparación a lo que Dios puede producir en nosotros. Por ejemplo, Jesús dijo:

Juan 14:27
La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.

La paz que Cristo provee no es “como el mundo la da”. Es evidente que hay dos formas de “paz” que se pueden obtener: la de Cristo y la del mundo. Cuando vimos, en capítulos anteriores, el análisis de 1 Corintios 13, hemos visto que el también el amor de Dios es muy diferente al amor del mundo y que la capacidad de un cristiano de poder amar depende de cuánto entiende el amor de Dios para con él. Lo mismo podemos decir del resto de las características mencionadas en Gálatas 5:22 y 23, todas estas proceden de plantar la semilla de la Palabra de Dios en nuestros corazones. Cuando hablo de plantar la semilla de “la Palabra de Dios” no es tan sólo memorizar versículos o leer mucho la Biblia, se trata de comprender el mensaje que la Palabra de Dios transmite, se trata de ir comprendiendo más y más la profundidad del amor de Dios a través de Su plan y Su obra en Cristo.

Leamos de nuevo Gálatas 5:22 y 23 en su contexto:

Gálatas 5:16-25
(16) Digo, pues: Andad en el Espíritu [debe decir: “espíritu”, sin artículo], y no satisfagáis los deseos de la carne.
(17) Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.
(18) Pero si sois guiados por el Espíritu [debe decir: “espíritu”, sin artículo], no estáis bajo la ley.
(19) Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,
(20) idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías,
(21) envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
(22) Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
(23) mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
(24) Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.
(25) Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.

Aquí hay varias cosas a analizar que nos ayudarán a comprender mejor lo que Pablo está transmitiendo en todo este pasaje. Como lo he señalado dentro de la cita bíblica, en los versículos 16 y 18 se usa la palabra “espíritu” (griego pneuma) sin artículo, mientras que en los demás versículos en los que se habla de “el Espíritu” sí tienen artículo en griego. Como ya hemos visto, “el Espíritu” hace referencia a Cristo mismo, mientras que “espíritu”, sin artículo, aquí se usa en referencia al don de espíritu santo en el cristiano.

En el versículo 16 se instruye a andar en espíritu y se pone en contraposición a satisfacer los deseos de la carne. En el 17 y 18 Pablo explica mejor esto, diciendo que el deseo de “la carne” es contrario al de “el Espíritu”, en otras palabras, nuestra naturaleza humana carnal “desea” en contra de lo que Cristo desea. En este caso la palabra “deseo” es en griego epithumia, que es “un deseo intenso del corazón, una pasión”. Esto significa que lo que a Cristo le apasiona es contrario a lo que le apasiona a nuestra carne. Por eso en el versículo 18 Pablo instruye a ser guiados por Cristo por encima de cualquier ley (aún la de Dios). Esto es porque la “carne”, nuestra naturaleza humana se “apasiona” fácilmente con seguir leyes, reglas, normas y mandamientos y rápidamente deja de lado la relación espiritual con Dios y con el Señor Jesucristo. Pero lo que Dios desea es que sigamos la guía de Cristo, la cual Él pone en nosotros a través del don de espíritu santo que nos ha dado. Por supuesto que Cristo no nos va a guiar a quebrantar la voluntad de Dios, pero no será la “ley” el eje de nuestra vida, sino nuestra relación espiritual con Dios, nuestro Padre celestial y con nuestro Hermano mayor, el Señor Jesucristo.

Entre el 19 y el 21 Pablo da una lista de cosas que se producen por seguir los impulsos de la carne. La lista no es exhaustiva, sino que sirve como guía para darse cuenta cuándo una persona anda conforme a la guía de Cristo y cuándo no. Si una persona está desarrollando alguna de estas características en su vida, no está siguiendo a Cristo. Pablo concluye diciendo que quienes están haciendo estas cosas no heredarán el reino de Dios. Esto es porque estas cosas se hacen con la “carne” y, tal como dice 1 Corintios 15:50: “la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios”. En otras palabras, la parte de nosotros que “heredará” el reino de Dios es la nueva vida espiritual que Dios puso en nosotros al creer en Cristo como Señor, nuestra parte carnal no va a heredar el reino de Dios, porque está contaminada.

Todas las cosas que Pablo menciona entre el 19 y 21 son producto de andar carnalmente, son cosas hechas con aquella parte de nosotros que no heredará el reino de Dios. Como cristianos tenemos una nueva vida espiritual que Dios nos dio, por medio de la cual podemos andar conforme a la voluntad de Dios, esta parte espiritual es la que sí heredará el reino de Dios y es con esta nueva vida que Dios quiere que nos conduzcamos. Como miembros del Cuerpo de Cristo, Dios quiere que nos conduzcamos en unión y obediencia a la Cabeza, que es nuestro Señor Jesucristo.

Luego llegamos al versículo 22 y 23, donde Pablo menciona las características que son evidenciadas por una persona que anda espiritualmente, esto es, siguiendo la guía de Cristo.

Hay que notar que ni aquí, ni en ningún otro lado se dice que la profecía, el hablar en lenguas, discernimiento de espíritus, sanidades, milagros, etc., sean “frutos”. Estas cosas mencionadas son, como hemos visto, manifestaciones del Espíritu, pero no son fruto. Una cosa es la “manifestación” del Espíritu y otra cosa es el “fruto” del Espíritu. Tanto una cosa como la otra las produce Cristo en nosotros, sin embargo, las manifestaciones son producto de una obediencia inmediata a lo que Cristo produce en nosotros, mientras que el fruto es algo que se va desarrollando con el andar. Es por eso que una persona puede estar hablando en lenguas y ser mala persona, odiosa, intolerante, que anda en enemistades, pleitos, contiendas, orgías, y todo lo que Pablo menciona en los versículos anteriores. Esto se produce porque una persona de momento puede estar obedeciendo a una instrucción de Cristo (como hablar en lenguas), pero no le obedece cotidianamente y por eso no produce fruto.

Además hay que tener en cuenta que el Diablo suele falsificar todas las manifestaciones espirituales, así que el poder sobrenatural que evidencia una persona no es un claro indicativo de que esa persona esté actuando de parte de Dios. Sin embargo, una persona no puede evidenciar verdadero amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza si no ha dedicado tiempo en su relación espiritual con Cristo.

El Diablo ha incluso hecho falsificaciones del “fruto” espiritual para intentar engañar a las personas, pero, por supuesto, no tienen la calidad y provecho del fruto verdadero. Por ejemplo, mediante técnicas de meditación, relajación y “control del yo” las filosofías y religiones orientales dicen poder alcanzar “paz” y “gozo”. Sin embargo, la clase de paz que hallan en una paz que se basa en intentar suprimir de la persona toda clase de deseos y necesidades. La persona “medita” para suprimir su necesidad de bienes, amistades, afectos, etc. En sus puntos extremos se llega al aislamiento total. Esto no es más que convertir al ser humano en una especie de vegetal que no tiene capacidad de disfrutar y aprovechar todo lo que Dios dejó en Su creación, a la vez que se vuelve improductivo o poco productivo para el resto de la humanidad, por estar totalmente aislado del resto. Por el contrario, el gozo y paz que Dios produce en nosotros es de tan alta calidad que permite, por ejemplo, tener pleno gozo en medio de las peores circunstancias (Hebreos 12:2). El amor de Dios es un amor que nos conduce a que permitamos ser heridos por otros para ayudarlos en el proceso de salvación (Col. 1:24; 2 Ti. 1:12). El fruto del Espíritu no se compara con ningún otro fruto que pueda obtenerse ya sea por medios humanos o por medios demoníacos y esto es lo que en verdad distingue a un cristiano del resto y lo que glorifica a Dios.

Cuando Pablo habla de “el fruto del Espíritu” se refiere al “fruto de Cristo”. En otras palabras, el fruto no lo producimos nosotros, sino que lo produce Cristo en nosotros. Vean cómo encaja esto con lo que Jesús dijo en Juan 15:

Juan 15:1-5
(1) Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.
(2) Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.
(3) Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.
(4) Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
(5) Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.

Está muy claro que nosotros no somos un árbol en sí, sino que somos “pámpanos”, somos racimos del árbol que es Cristo. Separados de Él no hay forma de producir fruto espiritual. El ser humano, por su propia fuerza y capacidad suele producir imitaciones de los frutos espirituales, pero jamás tendrán la calidad y provecho del verdadero fruto. Todo lo que el ser humano produce fuera de su conexión con Cristo es perecedero:

Juan 15:6
El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.

Todo esfuerzo humano por producir fruto al final termina en una pérdida de tiempo y energía, sin la conexión con Cristo no podremos jamás producir verdadero fruto que glorifique a Dios.

Juan 15:7
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.

Aquí tenemos una instrucción de Cristo acompañada de una promesa si permanecemos en Cristo podremos pedir todo lo que queramos y será hecho. “Permanecer” en Cristo no es sencillamente ir fielmente todos los domingos a la iglesia durante 20 años. Permanecer en Cristo es estar íntimamente unidos a Él andando en creencia y obediencia a Sus “palabras”, sus instrucciones. Si tenemos esta clase de conexión con Cristo nuestras peticiones sencillamente serán un reflejo de Su voluntad y entonces serán hechas.

Juan 15:8
En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.

Esto resume un poco todo lo anterior: Dios es glorificado cuando llevamos mucho fruto y el fruto aparece en nosotros cuando nos convertimos en “discípulos” (seguidores disciplinados) de Cristo. Nadie puede ser “discípulo” de un maestro que no conoce, o al que no le hace caso. Por eso, para llevar fruto debemos conocer a nuestro Maestro y debemos aprender a serle obedientes.

Juan 15:9-12
(9) Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.
(10) Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.
(11) Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido [“completado”].
(12) Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.

Aquí vemos que ni aún Cristo hace las cosas por su cuenta. Él está unido al Padre y guarda los mandamientos del Padre. Una vez más vemos la función de Cristo como “mediador” entre Dios y los hombres, incluso antes de ascender y tener la posición que hoy tiene. También podemos notar que Cristo aquí menciona dos de los frutos espirituales: el amor y el gozo. Él habla de permanecer en su amor y amarnos unos a otros con la clase de amor que él amó y dice que haciendo esto nuestro gozo será completado, tendremos pleno gozo.

Ahora vamos a volver a Gálatas 5, pero pueden después seguir leyendo todo Juan 15 para aprender más sobre lo que Cristo habló a sus discípulos acerca del “fruto”.

Gálatas 5:22
(22) Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
(23) mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.

Otro detalle a notar en estos versículos es que existe una figura de dicción involucrada aquí que nos indica dónde debe estar situado el énfasis doctrinal. La figura de dicción se llama asíndeton, la cual consiste en omitir conjunciones en una oración o en una lista con el fin de dar énfasis a la conclusión de esa oración. En este caso, no hay separadores entre las palabras de la lista, en español se ponen las comas para que quede bien gramaticalmente y pueda leerse correctamente. Esta falta de separadores es para enfatizar la conclusión de la frase: “contra tales cosas no hay ley”. La lista de características no debe tomarse como una lista exhaustiva, nuestra obediencia a Cristo produce muchas otras cosas positivas en nosotros que pueden considerarse como parte del “fruto” del Espíritu, pero Pablo no iba a usar media Biblia para enumerar todas esas características, así que expuso algunas características de las más representativas, pero lo hizo sin colocar separadores para dar énfasis a la conclusión, que es el hecho de que si andamos conforme a la voluntad del Espíritu (esto es, de Cristo), no estamos sujetos a cumplir la ley.

Esta conclusión ha confundido a muchos, que piensan que si actúan “amorosamente” no necesitan cumplir las leyes de Dios. Entonces, por ejemplo, alguien puede decir “mi mentira no es pecado, porque mentí para no dañar a tal persona”. Esta forma de pensar puede llevar a mucho pecado si se le da rienda suelta y es necesario comprender bien lo que Pablo dice aquí. En los siguientes versículos Pablo dice:

Gálatas 5:24 y 25
(24) Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.
(25) Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.

Este último versículo, conforme al texto griego debiera leerse: “si estamos viviendo de espíritu de espíritu también caminemos”. Los que son “de Cristo” son todos aquellos que han hecho a Cristo el Señor de sus vidas. Al creer en Cristo las pasiones y deseos de la carne fueron, “crucificados” con Cristo (Romanos 6:4-8). Esto quiere decir que desde la óptica de Dios nuestra parte carnal ya está muerta y sólo la parte espiritual cuenta, sólo con la vida espiritual que Dios puso en nosotros podemos hacer cosas que sean para Su gloria. Habiendo recibido el espíritu de Dios ahora estamos viviendo “de espíritu” (espiritualmente) y, ya que estamos viviendo con una nueva clase de vida, Pablo exhorta a caminar de acuerdo a este nuevo tipo de vida que Dios puso en nosotros, que, como hemos visto, consiste en obedecer a la guía de Dios en Cristo en nosotros.

Leyendo los primeros versículos de Gálatas 5 vemos que los cristianos de la iglesia en Galacia habían caído de la libertad que tenían en Cristo y se habían sujetado nuevamente a viejas leyes como las de la circuncisión. Ellos querían alcanzar la justicia de Dios por medio de obras humanas externas y así se habían desligado de la gracia de Dios.

Dios ha dado Su justicia y salvación por gracia (Efesios 2:8), por lo tanto, no es necesario cumplir todos los requisitos de la ley para ser salvos. Del mismo modo, no es necesario cumplir la ley de Dios para obtener el favor de Dios, lo que Dios quiere es que andemos conforme a Su voluntad, que es transmitida por Cristo a través del don de espíritu santo que hay en nosotros. Esto no quiere decir que la ley de Dios sea mala o que no tenga utilidad, en Romanos vemos que la ley de Dios es buena, santa y justa (Romanos 7:12). Pero la ley nos da una instrucción sobre el corazón de Dios, pero no puede mostrarnos cuál es la voluntad de Dios específica para nuestras vidas día a día. Sólo en comunión con Cristo podemos realmente conocer la voluntad de Dios para nuestras vidas y así llevar fruto.

Entonces, si estamos recibiendo las instrucciones de Cristo y andamos conforme a lo que Él produce en nosotros a través del espíritu santo, llevaremos mucho fruto, daremos gloria a Dios y contra esto no existe ninguna ley. Ninguna clase de ley (ni siquiera la que Dios dio en el Antiguo Testamento) debiera jamás impedirnos andar conforme a la guía de Cristo, quien nos hace entender la voluntad de Dios por medio del don de espíritu santo que hay en nosotros.



[1] Para más detalles lea mi estudio “Depósitos celestiales”.











¿Te bendijo este estudio?
¡Compártelo en las redes sociales! 

http://facebook.com/sharer.php?u=http://twitter.com/home?status=https://plus.google.com/share?url=

  

http://enhonorasuverdad.blogspot.com.ar/2013/12/mapa-del-blog_6354.html

 

   

Quizá también te interese:

 

No hay comentarios. :

Publicar un comentario