La doctrina de la trinidad ¿Verdad de Dios o tradición humana?

En Honor a Su verdad

Evitemos el uso de falacias

En toda exposición o discusión seria sobre cualquier tema (no sólo los bíblicos) es necesario aprender a argumentar con lógica y un razonamiento correcto. Una falacia lógica consiste en dar un argumento que falta a la lógica, es cuando uno intenta defender una postura por medio de una explicación que no parte de una correcto razonamiento. Una falacia argumental consiste en usar argumentos que no falsos para sostener cierta postura. Es muy común el uso de falacias lógicas y argumentales cuando se intenta defender una postura, muchas personas incurren en el uso de estas falacias ignorantemente, sin darse cuenta, sin embargo, también existen aquellos que las usan deliberadamente con el fin de sostener puntos de vista que son insostenibles si se usa un sano razonamiento.

El conocimiento del uso de falacias lógicas y argumentales es una herramienta fundamental en la filosofía, sin embargo, todas las personas obtendrían grandes beneficios al entender lo básico sobre el tema. Como cristianos, el conocimiento del uso de falacias lógicas puede ayudarnos a mejorar nuestra forma de pensar a la hora de considerar las diferencias que se presentan en la doctrina expuesta por distintos maestros o líderes cristianos.

A continuación deseo explicar algunas de las falacias lógicas y argumentales más importantes, ya que con frecuencia son usadas en la defensa de ciertas posturas doctrinales. Estas suelen estar sutilmente escondidas dentro de una enseñanza, predicación o exposición y, si no son advertidas, puede llevar a una persona a aceptar doctrinas erróneas, entre ellas, la de la Trinidad.

El ataque a la persona: una falacia que suele usarse con mucha frecuencia es aquella que consiste en atacar a la persona que habla en vez de atacar a su postura o punto de vista. En latín la han llamado argumentum ad hominem, algunos llaman a esta falacia: “falacia del envenenamiento de las fuentes”. Básicamente lo que se hace es decir: “dicho argumento no puede ser válido porque la persona que lo dijo no tiene el conocimiento o capacitación adecuada para hablar sobre el tema”. Por ejemplo, en una discusión bíblica alguien podría decir: “tú estás equivocado, porque apenas hace un año que conoces a Dios y yo llevo veinte años estudiando la Biblia y tengo un doctorado en teología”. Si bien es cierto que el estudio y capacitación sobre una materia debiera dar a la persona un mayor grado de credibilidad, también es cierto que los “expertos” en ciertos temas muchas veces se equivocan, porque recibieron información errónea de sus propios maestros. Por ejemplo, los “expertos” de la época de Colón creían que la Tierra era plana y terminaba en un precipicio, pero Colón terminó demostrando lo contrario.

El Único poseedor de toda la Verdad es Dios, y sólo aquello que Él reveló originalmente puede ser considerado como “la Verdad”. Todos nosotros somos seres humanos propensos a cometer errores, todo trabajo que hacemos puede ser corregido, ampliado y mejorado, por lo tanto, a la hora de considerar un argumento a favor de una postura doctrinal, no deberíamos fijarnos en la persona que habla, sino intentar considerar lo que ha dicho sin prejuicios (o la menor cantidad de prejuicios posibles).

Cuando tengamos dudas con respecto a dos posturas opuestas acerca de un tema, lo correcto sería orar a Dios por sabiduría y reflexionar con lo mejor de nuestras facultades mentales sobre los ARGUMENTOS dados y no sobre la PERSONA que habló. Notemos que esto mismo hicieron los cristianos de la iglesia de Berea:

Hechos 17:10-11 (RV-1960)
(10) Inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea. Y ellos, habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos.
(11) Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.

Las Escrituras nos dicen que los de Berea eran “nobles”, porque recibían la palabra con toda solicitud escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así. En otras palabras, Pablo y Silas estaban enseñando la Palabra y en sus enseñanzas citaban las Escrituras. Cualquier persona que conociera la talla de creyentes que eran Pablo y a Silas no se atrevería a dudar sobre la veracidad de lo que enseñaban. Sin embargo, estos creyentes iban a las Escrituras para ver si estas cosas eran así. Ellos no tomaron a Pablo y Silas como “infalibles”, sino que aprendían solícitamente, pero igualmente revisaban aquello que recibían de parte de ellos.

Denigración del origen: esta falacia también es llamada “falacia genética” y tiene estrecha relación con la falacia del punto anterior. Consiste es denigrar una postura a causa de su origen. Se quita valor a una declaración a causa de que la persona es de familia humilde, de poca instrucción, o se formó en determinada institución o denominación, etc. Jesús mismo fue menospreciado a causa de su origen:

 Juan 1:45-46 (RV-1960)
(45) Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret.
(46) Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve.

Mateo 13:55-58 (RV-1960)
(55) ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas?
(56) ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?
(57) Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa.
(58) Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos.

Aquí lo que vemos es que las personas no creían en Jesús porque conocían Su origen y no creían que de esa familia podría salir un hombre de Dios como Jesús.

Esto mismo sucede hoy en día. Muchas personas descreen de ciertas enseñanzas, no porque la enseñanza en sí esté mal, sino a causa de la persona que enseña. En el cristianismo se suele menospreciar el trabajo de una persona a causa de su “origen” religioso o denominacional. No se acepta el trabajo de tal o cual porque es católico, o porque es evangélico bautista, o luterano, o testigo de Jehová, o ateo, o budista. Pero, aunque uno no esté de acuerdo con el marco general de creencia de una persona, de todos modos esa persona puede estar transmitiendo una verdad en un tópico determinado y por menospreciar a la persona podemos perdernos de aprender un poco más de la verdad de Dios.

Para dar un ejemplo, yo no estoy de acuerdo con muchas de las cosas que enseñan los testigos de Jehová (del ministerio “Watch Tower”), sin embargo ellos creen y enseñan que Jesús no es Dios y no desprecio sus enseñanzas al respecto, porque son correctas. No creo en muchas de las tradiciones y enseñanzas de los católicos romanos, pero he visto material excelente producido por teólogos católicos, una de las versiones bíblicas que considero de las más exactas en el español es obra de un teólogo católico (Guillermo Jünemann).

Por consiguiente, no deberíamos quitar valor a una declaración a causa del “origen” de quien hizo esa declaración, sino “pesar” las palabras a la luz del razonamiento que promueven.

El uso indebido de la autoridad: esta falacia es llamada en latín argumentum ad verecundiam. Consiste en utilizar la opinión de un experto en un tema para dar peso a un argumento, como si la opinión de dicho experto fuera infalible. Es el caso inverso del argumentum ad hominem, aquí se trata de dar sobrepeso a una postura con tan sólo usar el nombre de un conocido experto o erudito en el tema. Por supuesto, la opinión de un médico acerca de cómo tratar un dolor de hígado va a tener mayor validez que la de una persona común, sin embargo, aún los médicos pueden diferir en sus opiniones y sus formas de tratar una enfermedad. Por lo tanto, si bien la opinión de un “experto” en determinado tema puede ser de mucha utilidad, siempre es necesario pensar detenidamente el los argumentos que ese experto expone y no en su título. Existe una vieja frase que dice: “cría fama y échate a dormir”. No pocas veces alguno que alcanza cierto prestigio en un área determinada, luego utiliza ese prestigio para manipular a otros sin necesidad de seguir trabajando o desarrollándose en su conocimiento y experiencia.

La falsa cita: en compañía de la falacia anterior tenemos el uso de la falsa cita. Algunas personas atribuyen a ciertas fuentes palabras que jamás dijeron, o tergiversan el contenido de las frases, o las quitan de contexto. Por ejemplo, a Einstein se le atribuyen frases de todo tipo y muy contradictorias entre sí, esto es porque casi todo el mundo da gran credibilidad a Einstein. Por esta causa, cuando nos encontremos con una cita, deberíamos revisar, siempre que nos sea posible, si esa cita es correcta y está en el contexto correcto.

La simplificación: Otra forma de argumentar a favor de una postura es tratar de simplificar en exceso el asunto del que se está tratando. Es como decir “esto es blanco o negro”, cuando alrededor hay una amplia gama de grises.

Un ejemplo del uso de esta falacia es el trato dado a Juan 1:1 y 14.

Juan 1:1 (RV-1960)
En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Juan 1:14 (RV-1960)
Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.

Un defensor de la doctrina trinitaria podría decir: “el ‘Verbo’ es Jesús, porque el 14 dice que fue hecho carne. Por otro lado, el versículo 1 nos dice que el ‘Verbo’ era Dios, así que Jesús es Dios”. Esta forma simplificada de tratar este tema parece muy convincente y ha atrapado a muchas personas que ignoran todos los factores que están involucrados en la interpretación de este pasaje.

Más adelante analizaremos este versículo con más detalle, pero al encontrarnos con este pasaje deberíamos preguntarnos: “Si el ‘Verbo’ es Jesús, por qué se usa la palabra ‘Verbo’ y no ‘Jesús’?”; “¿Qué palabra griega es la que se traduce como ‘Verbo’ y qué sentido tenía para la cultura de los tiempos de Jesús?”; “¿Cómo es que el ‘Verbo’ era con Dios y, al mismo tiempo era Dios?”; “Si Jesús es Dios ¿Por qué el versículo 14 dice que su gloria era ‘como del unigénito del Padre’, ¿no debería decir: ‘Su gloria era la gloria del Padre’?” Todas estas preguntas nos hacen ver todos aquellos tonos grises que existen en la interpretación de este pasaje, no es tan “simple” como lo hacen parecer.

El apoyo de las mayorías: en latín se la ha llamado argumentun ad populum. Esta es una falacia muy común, que consiste en invocar a la “mayoría” para dar apoyo a un argumento, en otras palabras, consiste en decir: “esto es así porque la mayoría apoya esta postura”. Pero debemos tener en cuenta que la verdad no es “democrática”, la verdad no aparece por votación, la verdad es la verdad, ya sea que la crean todos o que no la crea nadie. Por ejemplo: si nadie creyera que Dios existe, Dios de todos modos seguiría existiendo, Su existencia no depende de lo que la gente crea de Él.

En el tema de la trinidad se suele usar el argumento de que “la mayoría del cristianismo lo cree”, “la mayoría de los teólogos la creen”, “la mayoría de las religiones cristianas la enseñan”, etc. Recordemos que hubo una época en que la “mayoría”, incluyendo a los “expertos”, creía que la Tierra era cuadrada. Noé proclamó acerca del juicio de Dios sobre la Tierra (2 P. 2:5), pero nadie (excepto su familia) entró en el arca con él, nadie le creyó. En su caso, la “mayoría” descreyó el anuncio de Noé, pero él demostró tener la verdad de Dios.

Debido a que sólo Dios es poseedor de la verdad, nuestra fe no debe estar basada en lo que la “mayoría” acepta, sino en el mensaje de Dios. Dios nos dejó Su Palabra escrita, para que la investiguemos, consideremos y pongamos en práctica. Pero Dios está respaldando Su Palabra y ayudando a quien desea conocer la verdad, por lo tanto, si somos honestos ante Dios en nuestro deseo de conocer Su verdad, Él nos guiará a toda verdad por medio de Su don de espíritu santo (Sal. 43:3; Jn. 16:13).

La apelación a la emoción: un recurso que también es frecuentemente usado para dar peso a una declaración es la apelación a la emoción. A este tipo de falacia algunos la llaman “falacia del uso indebido de términos emocionales”. Esta falacia consiste en cargar emocionalmente una declaración para que “llegue” con más fuerza al oyente. La emotividad puede ser de ayuda en un discurso si lo que se dice es verdad, pero es nociva cuando lo declarado es mentira. Este recurso es usado por predicadores, periodistas, oradores políticos, por casi toda persona. Es un recurso especialmente útil a la hora de querer defender o imponer una mentira. Por ejemplo, un asesino quizá intente declararse inocente jurando y llorando ante el tribunal, con el fin de parecer buena persona; un orador político puede hablar con vehemencia y autoridad para mostrarse realmente interesado en el pueblo y convencido de lo que profesa; en la televisión es común ver que se apela a la emoción a través de las imágenes para enviar ciertos mensajes sociales o políticos.

Dentro de las prédicas cristianas es muy común ver que apela a la emoción para transmitir un mensaje. La apelación a la emoción no es, en sí, mala o incorrecta, pero es incorrecto dar a la emotividad del mensaje mayor importancia que al mensaje mismo. El mensaje debe analizarse en crudo, fuera de toda emoción, porque la emoción del mensaje puede llevarnos a conclusiones apresuradas e incorrectas. Dios nos creó como seres emocionales y las emociones forman parte de todo lo que hacemos, sin embargo, no debemos dejar que éstas se impongan a nuestra facultad para razonar y decidir. Una frase cuyo autor desconozco dice que “las emociones son buenos esclavos pero malos amos”, en otras palabras, no hay que dejar que las emociones dominen nuestra conducta y manera de pensar.

Quienes estudian oratoria saben que la apelación a la emoción es un recurso muy efectivo para “capturar personas” y algunos se vuelven muy hábiles en la manipulación de las emociones de los oyentes. En reuniones cristianas se han documentado casos de gente en silla de ruedas que, ante la emoción de la predicación se han parado por unos minutos, en ese momento la gente puede pensar que es un milagro de sanidad y alabar a Dios, pero la persona luego vuelve a su casa en el mismo estado que antes, sin una verdadera sanidad. Por esta causa hay que estar especialmente atentos a la emotividad de una predicación. Entre los autos modernos, los motores más potentes suelen tener muy bajo nivel de ruido, tomando este ejemplo, no debemos pensar que el “ruido” de una predicación es indicativo de que ésta es una buena predicación, la verdad que contiene el mensaje, unido a la acción de Dios junto con quien está hablando es lo que determina la calidad de un discurso cristiano.

En el tema de la trinidad la apelación a la emoción también es frecuente, y se suelen usar apelativos tales como los de “ignorantes”, “herejes”, “necios” o incluso “endemoniados” para aquellos que no creemos que Jesús es Dios. Estos calificativos, usados por líderes cristianos de “prestigio” y “reputación” hacen que los oyentes lleguen a tener miedo siquiera de reflexionar acerca de si la doctrina de la trinidad es cierta o no. Conozco varios líderes cristianos que han estado años como pastores y maestros en sus congregaciones y han sido expulsadas de éstas por poner en duda la doctrina de la trinidad. También hay muchos creyentes que no están muy seguros sobre la veracidad de la doctrina trinitaria pero que prefieren ni siquiera tocar el tema, porque se sienten a gusto en sus congregaciones y no quieren tener conflictos con los demás.

Por esta causa, la honestidad ante Dios es esencial. Dios nos guiará hacia Su verdad si realmente queremos comprenderla, pero hay veces en que hay que estar dispuestos a pagar cierto precio por conocer Su verdad. La verdad siempre causa división entre aquellos que quieren creer a Dios y aquellos que están cómodos con sus tradiciones (a esto se refiere Lc. 12:51-53).

La alegación tendenciosa o exageración: esta falacia consiste en poner un exceso de peso en los argumentos a favor de la propia postura y minimizar la cantidad o calidad de los argumentos de las posturas opuestas. Esta falacia es muy usada entre políticos en campaña, cuando exageran sus propios logros y resaltan todas las falencias del candidato opuesto, haciendo a un lado los rasgos positivos. También está presente en muchos relatos históricos, en los que se atribuye mayor heroísmo a un pueblo y mayor crueldad a otro.

En discusiones sobre el tema de la trinidad también se suele apelar a este tipo de falacias (tanto por parte de los trinitarios como por parte de los unitarios). En una conversación seria hay que intentar mantenerse equilibrado con lo que se argumenta, intentando no exagerar en favor de ninguna postura, sino mostrando los datos tal cual se presentan.

La falsa causa o falsa consecuencia: esta falacia consiste en atribuir una causa o consecuencia errónea a cierto hecho, apelando a un uso ilógico de las observaciones. Por ejemplo, se cuenta que hubo una tribu de indígenas que creía que las piedras tenían vida al igual que las plantas, porque aparecían en la superficie de la tierra luego de caer la lluvia. ¡Ellos creían que las piedras crecían con el agua! Pero sabemos que la verdadera causa de que las piedras aparezcan en la superficie luego de la lluvia es que la lluvia arrastra la tierra que está sobre estas piedras. La falta de un análisis más profundo de los hechos llevaron a estas personas a una falsa conclusión.

En un librito llamado “¡Qué divertida es la ciencia!” hay una sección de humor dedicado a la lógica y las estadísticas. De allí extraje algunos chistes que reflejan de forma cómica el uso de la falacia de la falsa causa o falsa consecuencia:

“El alcohol está implicado en el 33% de los accidentes de tránsito mortales. Esto significa que el 67% restante ha sido causado por personas sobrias. Así, está claro que la forma más segura de conducir es beodo...”

“La tasa de natalidad duplica a la de mortalidad. Así pues, una de cada dos personas es inmortal”.

“Casi el 100% de los adictos a la heroína y la cocaína bebe leche de pequeños. Por lo tanto, la leche es una sustancia que incita al consumo de drogas”.

Aquí se muestra, en forma humorística, cómo se pueden obtener falsas conclusiones de observaciones que son correctas. Por eso, cuando se está discutiendo de algún tema en particular es necesario separar las observaciones de las conclusiones. Las observaciones son datos concretos y objetivos, las CONCLUSIONES son el resultado de usar un proceso de lógica y reflexión en base a las observaciones. Si las observaciones son incorrectas, las conclusiones también lo serán, pero también es posible que las observaciones sean correctas pero se use un razonamiento incorrecto y se llegue así a conclusiones erróneas. Hay veces en que las observaciones hechas no alcanzan para obtener conclusiones definitivas o satisfactorias y es necesario recopilar más información al respecto como para poder sacar las conclusiones correctas.

En el tema de la trinidad suele suceder que los defensores de una postura utilizan un versículo bíblico (que está correctamente traducido), pero en base a éste sacan conclusiones incorrectas. Por ejemplo, en Génesis 1:26 leemos: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Algunos citan este versículo y concluyen que al decir “hagamos” la Biblia se refiere a que Jesús estaba con Dios, en la creación y era parte de la misma esencia de Dios. El versículo está correctamente citado, pero la conclusión hecha no es correcta, porque no está tomando en cuenta otros factores, entre ellos el contexto y el uso idiomático de ciertas expresiones. Más adelante veremos más en detalle este pasaje con el fin de llegar a una conclusión más adecuada para el texto.

La carencia de datos: esta falacia es llamada en latín argumentum ad ignorantiam y consiste en dar por “demostrada” una postura tan sólo porque aquél que tiene otra postura no tiene argumentos suficientes para sostener su punto de vista o porque se ha demostrado que esa postura es errónea. El que no existan datos suficientes para demostrar un punto de vista no lo invalida. Por otro lado, si se demuestra que una de dos posturas es incorrecta, esto no significa que necesariamente la otra sea correcta, porque puede haber una tercera postura que no ha sido propuesta. Muchas veces dos posturas diferentes tienen ambas partes de verdad y partes de mentira.

Si yo no pudiera demostrar fehacientemente que Jesús no es Dios, esto no significa que la trinidad es verdad. Del mismo modo, si el trinitario no puede demostrar su punto de vista, esto no significa que automáticamente el unitarismo sea la postura correcta. En otras palabras es necesario tener datos POSITIVOS sobre un punto de vista para poder considerarlo como válido, el fracaso de una postura no es lo que nos debe llevar a considerar a la postura opuesta como la alternativa correcta, sino que debemos considerar todos los argumentos y seguir en búsqueda de la verdad.

Comparación errónea o uso indebido de la analogía: esta falacia también es llamada equivocación, se produce cuando una persona hace una comparación de términos o situaciones argumentando que las mismas leyes o condiciones que afectan a un ejemplo son válidas para el segundo. Estas comparaciones a veces son válidas, pero también es común que sean usadas erróneamente para dar una falsa impresión de “igualdad de condiciones”.

Un ejemplo exagerado del uso de esta falacia sería:

1 – Definición de “banco”: Asiento en que pueden sentarse varias personas (Diccionario Espasa)
2 – Frase: “José cobró su sueldo en el banco”
3 – Conclusión: José cobró su sueldo en un asiento en que pueden sentarse varias personas.

En este ejemplo la conclusión en falsa porque yo he usado una acepción de “banco” que es diferente a la usada en la frase del punto 2. Para que la conclusión sea correcta yo debí haber utilizado otra acepción entre las definiciones de banco, tal como: “Entidad financiera constituida en sociedad por acciones”. El uso confuso de los términos puede llevar a una conclusión errónea.

Si miramos la definición de “banco” en el diccionario Espasa, aparte de las ya mencionadas también leemos: “Establecimiento médico en donde se almacenan y conservan órganos…; En los mares, ríos y lagos navegables, bajo que se prolonga en una gran extensión: banco de arena…; conjunto de peces: banco de atunes; conjunto de nubes o de niebla…; Mesa de madera sobre la que trabajan los carpinteros, cerrajeros, herradores y otros artesanos…” Además, tenemos acepciones especiales: banco de datos: conjunto de datos almacenados en fichas, cintas o discos magnéticos…; banco de hielo: masa de hielo con forma de extensa planicie…; banco de pruebas: Instalación en la que se comprueba el funcionamiento de aparatos, motores, etc…

Con este ejemplo podemos ver que a veces las palabras pueden tener muchas acepciones y debe prestarse atención al contexto en el que están involucradas. Con las Escrituras tenemos una doble dificultad, ya que lo que nuestras Biblias son una traducción al español de textos hebreos, griegos y caldeos, así que es posible que el traductor no entendiera bien el sentido de una palabra griega o hebrea e hiciera una traducción incorrecta, pero también es posible que usara una palabra en español que tiene varias acepciones y al enseñar se toma una acepción diferente de la que se intentaba dar.

Muchas veces los errores surgen cuando un lector inexperto o poco instruido confunde el uso de los términos (errores de ignorancia), sin embargo, hay quienes astuta y sutilmente utilizan la versatilidad de algunos términos para trastocar la doctrina y adaptarla a sus propias creencias o intereses.

Un ejemplo de el uso de esta falacia en una exposición trinitaria puede ser con el concepto de “servir” y “adorar”. En Lucas 4:8 Jesús dijo al Satanás: “Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás”. Este versículo se usa para argumentar que sólo a Dios hay que servir y adorar, luego se compara con otros pasajes en donde se habla de servir y adorar al Señor Jesús (como Ro. 14:9 o Mt. 2:2) y, haciendo comparaciones entre estos pasajes de las Escrituras, se argumenta que Jesús es Dios. Sin embargo, estas son falsas comparaciones. Por un lado, la palabra que se traduce “servirás” en Lucas 4:8 es la palabra griega latreuoö, que no es la palabra que comúnmente se usa para “servir”. Esta palabra significa “brindar servicio o culto de adoración”. Esta palabra griega se usa sólo con respecto a Dios y nunca con respecto a Jesús. Si se estudia a fondo, esta palabra da más argumento en contra de la trinidad que a favor, ya que si Jesús fuese Dios esta palabra debiera usarse con referencia a Jesús, por no es así. Por otro lado, la palabra traducida “adorarás” en Lucas 4:8 es proskuneö, que literalmente significa “postrarse en señal de respeto o reverencia”, es traducida, en las versiones al español, tanto “adorar” como “postrar”. Esta palabra griega es usada tanto en referencia a Dios como a Jesús y también a otras personas de autoridad (como en Hch. 10:25). Si notamos cuidadosamente, el pasaje de Lucas 4:8 no dice que SÓLO hay que adorar a Dios. El pasaje dice: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo servirás”. El servicio de adoración (griego latreuoö) es sólo para Dios, sin embargo, las muestras de respeto (en griego proskuneö), no son exclusivas para Dios, sin embargo, Dios debe ser a Quien respetemos en primer lugar. Si Jesús se hubiese postrado ante Satanás hubiese pecado, porque Satanás es el enemigo de Dios. Sin embargo, Dios permite que adoremos a Jesús (mostremos respeto y reverencia por Él). En este ejemplo, vemos que con una comparación errónea de algunas Escrituras se intenta llevar al lector a creer que Jesús es Dios, sin embargo, los pasajes utilizados, cuando son correctamente analizados, no nos dan indicios claros de que esto sea así.

El argumento circular: este tipo de falacia también es muy utilizada en todo tipo de exposiciones y debates. Consiste en sostener un argumento sobre otro argumento que aún no ha sido probado. En otras palabras, se dice que “A” es cierto a causa de “B” y luego se argumenta que “B” es cierto a causa de “A”, mientras que ni “A”, ni “B” tienen otro sustento firme que les otorgue validez.

El argumento circular es muy usado en argumentos trinitarios. Por ejemplo, al preguntar a un maestro trinitario cómo explicaría el pasaje de Mateo 26:39, en donde Jesús oró a Dios por una alternativa para salvar a la humanidad sin tener que pasar por los sufrimientos que tenía por delante, solemos escuchar como respuesta que esa oración de Jesús (que para ellos es Dios) es una forma en que Dios muestra rasgos humanos para dejarnos un ejemplo a seguir. Sin embargo, al hacer esta explicación están apoyando su argumente en el PRECONCEPTO de que Jesús es Dios. Para dar explicación a este pasaje (y otros que hablan sobre los rasgos humanos de Jesús), se suele comenzar por la base de que Jesús es Dios, sin siquiera analizar si esta premisa es correcta. Este tipo de análisis carece de lógica y razonamiento, sencillamente se usa un argumento no comprobado para sostener otro argumento no comprobado.

Estas son algunas de las falacias lógicas que se suelen usar en discusiones de todo tipo y que podemos hallar también entre las disertaciones teológicas. Dios es el Dios que nos creó, y nos creó con la capacidad de razonar y pensar con lógica y sensatez. Él conoce cómo funciona nuestra facultad de razonamiento y nos ha dejado una Palabra que está diseñada de tal modo que puede ser estudiada y razonada con esta facultad de razonamiento. Por eso, conocer cómo se suelen usar estas falacias y errores lógicos y argumentales puede ser una herramienta útil para evitar caer en la aceptación de doctrinas que no están correctamente sustentadas en la Palabra de Dios.

El uso de estos errores lógicos debiera ser evitado por aquellos que buscan de todo corazón conocer la verdad revelada por Dios. El uso adrede de argumentos falaces es algo grave, porque no sólo se está pecando contra Dios, sino que se está desviando de la verdad a otros creyentes. Hay casos en que incluso, ante los cuestionamientos que se presentan acerca de la doctrina trinitaria, ciertos líderes suelen enseñar que la Biblia no puede ser comprendida con lógica y razonamiento, sino que debe ser aceptada “por fe” (muchas veces sin siquiera saber bien qué es la fe). Es cierto que la Palabra de Dios debe ser aceptada por fe, pero también es cierto que Si Dios quiso darse a conocer a los seres humanos que creó, tuvo que hacerlo en los términos que es ser humano pueda comprender, por lo que Su Palabra tiene que ser lógica y tiene que poder ser analizada y razonada. De otro modo, nunca sabríamos qué quiso realmente comunicarnos Dios, ni podríamos tener certeza siquiera en cuanto a si somos salvos o no.

Por esta causa, es mi recomendación a todo creyente que lea, estudie y reflexione sobre lo escrito en la Biblia, revisando constantemente las enseñanzas de sus maestros y haciendo preguntas cuando no entiendan algo, o cuando la enseñanza parezca no tener consistencia bíblica. En Hechos 17:10 y 11 se habla acerca de una congregación de cristianos situada en la ciudad de Berea. De ellos se dice que eran “nobles”, más que los de la iglesia en Tesalónica (una iglesia ejemplar), porque “…recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así”. Ellos no sólo recibieron la Palabra de Dios con solicitud, sino que escudriñaban, esto es, investigaban diariamente las Escrituras para ver si lo que se les estaba enseñando era así o no. Quienes estaban enseñando allí eran Pablo y Silas. ¿Quién podría pensar que estos grandes hombres de Dios podrían enseñar algo erróneo o incorrecto? Sin embargo, los cristianos de Berea tenían gran aprecio por la verdad de Dios y diariamente investigaban en las Escrituras para hallar los pasajes que Pablo y Silas seguramente citarían en sus enseñanzas.

La clase de comunión que tenemos con Dios y la calidad de vida espiritual que evidenciemos depende en gran manera de nuestra comprensión de la verdad de Dios y de Su obra en Cristo, por lo tanto, no deberíamos escatimar esfuerzos por aprender y comprender la verdad de Dios que es transmitida en Su Palabra, porque en ella tenemos la más sublime sabiduría, que refresca nuestras almas y da reposo a nuestro ser.

Si Jesús es Dios o si es un hombre, distinto de Dios, no es un tema menor, porque nuestro entendimiento general del plan de Dios depende de qué creemos acerca de Dios y acerca de Jesucristo. Por esta causa, no es un tema que debamos saltear u obviar para evitar conflictos. Si dejamos de lado un tema tan importante, no seremos obreros aprobados que “usan bien” la palabra de verdad (2 Tim. 2:15). Para estar aprobados delante de Dios en cuanto al entendimiento de Su obra en Cristo debemos “usar bien” la palabra de verdad con respecto a Dios y Jesucristo y, para esto, debemos invertir tiempo en lectura, en reflexión, en oración y en preguntar y consultar a otros creyentes cristianos maduros, sinceros y comprometidos con la búsqueda de la verdad de Dios.

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