Evitemos el
uso de falacias
En toda exposición o discusión
seria sobre cualquier tema (no sólo los bíblicos) es necesario aprender a
argumentar con lógica y un razonamiento correcto. Una falacia lógica consiste
en dar un argumento que falta a la lógica, es cuando uno intenta defender una
postura por medio de una explicación que no parte de una correcto razonamiento.
Una falacia argumental consiste en usar argumentos que no falsos para sostener
cierta postura. Es muy común el uso de falacias lógicas y argumentales cuando
se intenta defender una postura, muchas personas incurren en el uso de estas
falacias ignorantemente, sin darse cuenta, sin embargo, también existen
aquellos que las usan deliberadamente con el fin de sostener puntos de vista
que son insostenibles si se usa un sano razonamiento.
El conocimiento del uso de
falacias lógicas y argumentales es una herramienta fundamental en la filosofía,
sin embargo, todas las personas obtendrían grandes beneficios al entender lo
básico sobre el tema. Como cristianos, el conocimiento del uso de falacias
lógicas puede ayudarnos a mejorar nuestra forma de pensar a la hora de
considerar las diferencias que se presentan en la doctrina expuesta por
distintos maestros o líderes cristianos.
A continuación deseo explicar
algunas de las falacias lógicas y argumentales más importantes, ya que con
frecuencia son usadas en la defensa de ciertas posturas doctrinales. Estas
suelen estar sutilmente escondidas dentro de una enseñanza, predicación o
exposición y, si no son advertidas, puede llevar a una persona a aceptar
doctrinas erróneas, entre ellas, la de la Trinidad.
El ataque a la persona: una
falacia que suele usarse con mucha frecuencia es aquella que consiste en atacar
a la persona que habla en vez de atacar a su postura o punto de vista. En latín
la han llamado argumentum ad hominem,
algunos llaman a esta falacia: “falacia del envenenamiento de las fuentes”.
Básicamente lo que se hace es decir: “dicho argumento no puede ser válido
porque la persona que lo dijo no tiene el conocimiento o capacitación adecuada
para hablar sobre el tema”. Por ejemplo, en una discusión bíblica alguien
podría decir: “tú estás equivocado, porque apenas hace un año que conoces a
Dios y yo llevo veinte años estudiando la Biblia y tengo un doctorado en
teología”. Si bien es cierto que el estudio y capacitación sobre una materia
debiera dar a la persona un mayor grado de credibilidad, también es cierto que
los “expertos” en ciertos temas muchas veces se equivocan, porque recibieron
información errónea de sus propios maestros. Por ejemplo, los “expertos” de la
época de Colón creían que la Tierra era plana y terminaba en un precipicio, pero
Colón terminó demostrando lo contrario.
El Único poseedor de toda la
Verdad es Dios, y sólo aquello que Él reveló originalmente puede ser
considerado como “la Verdad”. Todos nosotros somos seres humanos propensos a
cometer errores, todo trabajo que hacemos puede ser corregido, ampliado y
mejorado, por lo tanto, a la hora de considerar un argumento a favor de una
postura doctrinal, no deberíamos fijarnos en la persona que habla, sino
intentar considerar lo que ha dicho sin prejuicios (o la menor cantidad de
prejuicios posibles).
Cuando tengamos dudas con
respecto a dos posturas opuestas acerca de un tema, lo correcto sería orar a
Dios por sabiduría y reflexionar con lo mejor de nuestras facultades mentales
sobre los ARGUMENTOS dados y no sobre la PERSONA que habló. Notemos que esto
mismo hicieron los cristianos de la iglesia de Berea:
Hechos 17:10-11
(RV-1960)
(10) Inmediatamente, los
hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea. Y ellos, habiendo
llegado, entraron en la sinagoga de los judíos.
(11) Y éstos eran más nobles que los que estaban en
Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada
día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.
Las Escrituras nos
dicen que los de Berea eran “nobles”, porque recibían la palabra con toda
solicitud escudriñando cada día las
Escrituras para ver si estas cosas eran así. En otras palabras, Pablo y
Silas estaban enseñando la Palabra y en sus enseñanzas citaban las Escrituras.
Cualquier persona que conociera la talla de creyentes que eran Pablo y a Silas
no se atrevería a dudar sobre la veracidad de lo que enseñaban. Sin embargo,
estos creyentes iban a las Escrituras para ver si estas cosas eran así. Ellos no tomaron a Pablo y Silas como
“infalibles”, sino que aprendían solícitamente, pero igualmente revisaban
aquello que recibían de parte de ellos.
Denigración del origen: esta falacia también es llamada “falacia genética” y
tiene estrecha relación con la falacia del punto anterior. Consiste es denigrar
una postura a causa de su origen. Se quita valor a una declaración a causa de
que la persona es de familia humilde, de poca instrucción, o se formó en
determinada institución o denominación, etc. Jesús mismo fue menospreciado a
causa de su origen:
Juan 1:45-46 (RV-1960)
(45) Felipe halló a
Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley,
así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret.
(46) Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de
bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve.
Mateo 13:55-58
(RV-1960)
(55) ¿No es éste el hijo
del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José,
Simón y Judas?
(56) ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde,
pues, tiene éste todas estas cosas?
(57) Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo: No
hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa.
(58) Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la
incredulidad de ellos.
Aquí lo que vemos es que las
personas no creían en Jesús porque conocían Su origen y no creían que de esa
familia podría salir un hombre de Dios como Jesús.
Esto mismo sucede hoy en día.
Muchas personas descreen de ciertas enseñanzas, no porque la enseñanza en sí
esté mal, sino a causa de la persona que enseña. En el cristianismo se suele
menospreciar el trabajo de una persona a causa de su “origen” religioso o
denominacional. No se acepta el trabajo de tal o cual porque es católico, o
porque es evangélico bautista, o luterano, o testigo de Jehová, o ateo, o
budista. Pero, aunque uno no esté de acuerdo con el marco general de creencia
de una persona, de todos modos esa persona puede estar transmitiendo una verdad
en un tópico determinado y por menospreciar a la persona podemos perdernos de
aprender un poco más de la verdad de Dios.
Para dar un ejemplo, yo no estoy
de acuerdo con muchas de las cosas que enseñan los testigos de Jehová (del
ministerio “Watch Tower”), sin embargo ellos creen y enseñan que Jesús no es
Dios y no desprecio sus enseñanzas al respecto, porque son correctas. No creo
en muchas de las tradiciones y enseñanzas de los católicos romanos, pero he
visto material excelente producido por teólogos católicos, una de las versiones
bíblicas que considero de las más exactas en el español es obra de un teólogo
católico (Guillermo Jünemann).
Por consiguiente, no deberíamos
quitar valor a una declaración a causa del “origen” de quien hizo esa
declaración, sino “pesar” las palabras a la luz del razonamiento que promueven.
El uso indebido de la autoridad: esta
falacia es llamada en latín argumentum ad
verecundiam. Consiste en utilizar la opinión de un experto en un tema para
dar peso a un argumento, como si la opinión de dicho experto fuera infalible.
Es el caso inverso del argumentum ad
hominem, aquí se trata de dar sobrepeso a una postura con tan sólo usar el
nombre de un conocido experto o erudito en el tema. Por supuesto, la opinión de
un médico acerca de cómo tratar un dolor de hígado va a tener mayor validez que
la de una persona común, sin embargo, aún los médicos pueden diferir en sus
opiniones y sus formas de tratar una enfermedad. Por lo tanto, si bien la
opinión de un “experto” en determinado tema puede ser de mucha utilidad,
siempre es necesario pensar detenidamente el los argumentos que ese experto
expone y no en su título. Existe una vieja frase que dice: “cría fama y échate
a dormir”. No pocas veces alguno que alcanza cierto prestigio en un área
determinada, luego utiliza ese prestigio para manipular a otros sin necesidad
de seguir trabajando o desarrollándose en su conocimiento y experiencia.
La falsa cita: en
compañía de la falacia anterior tenemos el uso de la falsa cita. Algunas
personas atribuyen a ciertas fuentes palabras que jamás dijeron, o tergiversan
el contenido de las frases, o las quitan de contexto. Por ejemplo, a Einstein
se le atribuyen frases de todo tipo y muy contradictorias entre sí, esto es
porque casi todo el mundo da gran credibilidad a Einstein. Por esta causa,
cuando nos encontremos con una cita, deberíamos revisar, siempre que nos sea
posible, si esa cita es correcta y está en el contexto correcto.
La simplificación: Otra
forma de argumentar a favor de una postura es tratar de simplificar en exceso
el asunto del que se está tratando. Es como decir “esto es blanco o negro”,
cuando alrededor hay una amplia gama de grises.
Un ejemplo del uso de esta
falacia es el trato dado a Juan 1:1 y 14.
Juan 1:1 (RV-1960)
En el principio era el
Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Juan 1:14 (RV-1960)
Y aquel Verbo fue
hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del
unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.
Un defensor de la
doctrina trinitaria podría decir: “el ‘Verbo’ es Jesús, porque el 14 dice que
fue hecho carne. Por otro lado, el versículo 1 nos dice que el ‘Verbo’ era
Dios, así que Jesús es Dios”. Esta forma simplificada de tratar este tema
parece muy convincente y ha atrapado a muchas personas que ignoran todos los
factores que están involucrados en la interpretación de este pasaje.
Más adelante
analizaremos este versículo con más detalle, pero al encontrarnos con este
pasaje deberíamos preguntarnos: “Si el ‘Verbo’ es Jesús, por qué se usa la
palabra ‘Verbo’ y no ‘Jesús’?”; “¿Qué palabra griega es la que se traduce como
‘Verbo’ y qué sentido tenía para la cultura de los tiempos de Jesús?”; “¿Cómo
es que el ‘Verbo’ era con Dios y, al
mismo tiempo era Dios?”; “Si Jesús
es Dios ¿Por qué el versículo 14 dice que su gloria era ‘como del unigénito del Padre’, ¿no debería decir: ‘Su gloria
era la gloria del Padre’?” Todas estas preguntas nos hacen ver todos aquellos
tonos grises que existen en la interpretación de este pasaje, no es tan
“simple” como lo hacen parecer.
El apoyo de las mayorías: en latín
se la ha llamado argumentun ad populum.
Esta es una falacia muy común, que consiste en invocar a la “mayoría” para dar
apoyo a un argumento, en otras palabras, consiste en decir: “esto es así porque
la mayoría apoya esta postura”. Pero debemos tener en cuenta que la verdad no
es “democrática”, la verdad no aparece por votación, la verdad es la verdad, ya
sea que la crean todos o que no la crea nadie. Por ejemplo: si nadie creyera
que Dios existe, Dios de todos modos seguiría existiendo, Su existencia no
depende de lo que la gente crea de Él.
En el tema de la trinidad se suele usar el
argumento de que “la mayoría del cristianismo lo cree”, “la mayoría de los
teólogos la creen”, “la mayoría de las religiones cristianas la enseñan”, etc.
Recordemos que hubo una época en que la “mayoría”, incluyendo a los “expertos”,
creía que la Tierra era cuadrada. Noé proclamó acerca del juicio de Dios sobre
la Tierra (2 P. 2:5), pero nadie (excepto su familia) entró en el arca con él,
nadie le creyó. En su caso, la “mayoría” descreyó el anuncio de Noé, pero él
demostró tener la verdad de Dios.
Debido a que sólo Dios es poseedor de la
verdad, nuestra fe no debe estar basada en lo que la “mayoría” acepta, sino en
el mensaje de Dios. Dios nos dejó Su Palabra escrita, para que la
investiguemos, consideremos y pongamos en práctica. Pero Dios está respaldando
Su Palabra y ayudando a quien desea conocer la verdad, por lo tanto, si somos
honestos ante Dios en nuestro deseo de conocer Su verdad, Él nos guiará a toda
verdad por medio de Su don de espíritu santo (Sal. 43:3; Jn. 16:13).
La apelación a la emoción: un
recurso que también es frecuentemente usado para dar peso a una declaración es
la apelación a la emoción. A este tipo de falacia algunos la llaman “falacia
del uso indebido de términos emocionales”. Esta falacia consiste en cargar
emocionalmente una declaración para que “llegue” con más fuerza al oyente. La
emotividad puede ser de ayuda en un discurso si lo que se dice es verdad, pero
es nociva cuando lo declarado es mentira. Este recurso es usado por
predicadores, periodistas, oradores políticos, por casi toda persona. Es un
recurso especialmente útil a la hora de querer defender o imponer una mentira.
Por ejemplo, un asesino quizá intente declararse inocente jurando y llorando
ante el tribunal, con el fin de parecer buena persona; un orador político puede
hablar con vehemencia y autoridad para mostrarse realmente interesado en el
pueblo y convencido de lo que profesa; en la televisión es común ver que se
apela a la emoción a través de las imágenes para enviar ciertos mensajes
sociales o políticos.
Dentro de las prédicas cristianas es muy común
ver que apela a la emoción para transmitir un mensaje. La apelación a la
emoción no es, en sí, mala o incorrecta, pero es incorrecto dar a la emotividad
del mensaje mayor importancia que al mensaje mismo. El mensaje debe analizarse
en crudo, fuera de toda emoción, porque la emoción del mensaje puede llevarnos
a conclusiones apresuradas e incorrectas. Dios nos creó como seres emocionales
y las emociones forman parte de todo lo que hacemos, sin embargo, no debemos
dejar que éstas se impongan a nuestra facultad para razonar y decidir. Una
frase cuyo autor desconozco dice que “las emociones son buenos esclavos pero
malos amos”, en otras palabras, no hay que dejar que las emociones dominen
nuestra conducta y manera de pensar.
Quienes estudian oratoria saben que la
apelación a la emoción es un recurso muy efectivo para “capturar personas” y
algunos se vuelven muy hábiles en la manipulación de las emociones de los
oyentes. En reuniones cristianas se han documentado casos de gente en silla de
ruedas que, ante la emoción de la predicación se han parado por unos minutos,
en ese momento la gente puede pensar que es un milagro de sanidad y alabar a
Dios, pero la persona luego vuelve a su casa en el mismo estado que antes, sin
una verdadera sanidad. Por esta causa hay que estar especialmente atentos a la
emotividad de una predicación. Entre los autos modernos, los motores más
potentes suelen tener muy bajo nivel de ruido, tomando este ejemplo, no debemos
pensar que el “ruido” de una predicación es indicativo de que ésta es una buena
predicación, la verdad que contiene el mensaje, unido a la acción de Dios junto
con quien está hablando es lo que determina la calidad de un discurso
cristiano.
En el tema de la trinidad la apelación a la
emoción también es frecuente, y se suelen usar apelativos tales como los de
“ignorantes”, “herejes”, “necios” o incluso “endemoniados” para aquellos que no
creemos que Jesús es Dios. Estos calificativos, usados por líderes cristianos de
“prestigio” y “reputación” hacen que los oyentes lleguen a tener miedo siquiera
de reflexionar acerca de si la doctrina de la trinidad es cierta o no. Conozco
varios líderes cristianos que han estado años como pastores y maestros en sus
congregaciones y han sido expulsadas de éstas por poner en duda la doctrina de
la trinidad. También hay muchos creyentes que no están muy seguros sobre la
veracidad de la doctrina trinitaria pero que prefieren ni siquiera tocar el
tema, porque se sienten a gusto en sus congregaciones y no quieren tener
conflictos con los demás.
Por esta causa, la honestidad ante Dios es
esencial. Dios nos guiará hacia Su verdad si realmente queremos comprenderla,
pero hay veces en que hay que estar dispuestos a pagar cierto precio por conocer
Su verdad. La verdad siempre causa división entre aquellos que quieren creer a
Dios y aquellos que están cómodos con sus tradiciones (a esto se refiere Lc.
12:51-53).
La alegación tendenciosa o exageración: esta
falacia consiste en poner un exceso de peso en los argumentos a favor de la
propia postura y minimizar la cantidad o calidad de los argumentos de las
posturas opuestas. Esta falacia es muy usada entre políticos en campaña, cuando
exageran sus propios logros y resaltan todas las falencias del candidato
opuesto, haciendo a un lado los rasgos positivos. También está presente en
muchos relatos históricos, en los que se atribuye mayor heroísmo a un pueblo y
mayor crueldad a otro.
En discusiones sobre el tema de la trinidad
también se suele apelar a este tipo de falacias (tanto por parte de los
trinitarios como por parte de los unitarios). En una conversación seria hay que
intentar mantenerse equilibrado con lo que se argumenta, intentando no exagerar
en favor de ninguna postura, sino mostrando los datos tal cual se presentan.
La falsa causa o falsa consecuencia: esta
falacia consiste en atribuir una causa o consecuencia errónea a cierto hecho,
apelando a un uso ilógico de las observaciones. Por ejemplo, se cuenta que hubo
una tribu de indígenas que creía que las piedras tenían vida al igual que las
plantas, porque aparecían en la superficie de la tierra luego de caer la
lluvia. ¡Ellos creían que las piedras crecían con el agua! Pero sabemos que la
verdadera causa de que las piedras aparezcan en la superficie luego de la
lluvia es que la lluvia arrastra la tierra que está sobre estas piedras. La
falta de un análisis más profundo de los hechos llevaron a estas personas a una
falsa conclusión.
En un librito llamado “¡Qué divertida es la
ciencia!” hay una sección de humor dedicado a la lógica y las estadísticas. De
allí extraje algunos chistes que reflejan de forma cómica el uso de la falacia
de la falsa causa o falsa consecuencia:
“El alcohol está implicado en el 33% de los
accidentes de tránsito mortales. Esto significa que el 67% restante ha sido
causado por personas sobrias. Así, está claro que la forma más segura de
conducir es beodo...”
“La tasa de natalidad duplica a la de
mortalidad. Así pues, una de cada dos personas es inmortal”.
“Casi el 100% de los adictos a la heroína y la
cocaína bebe leche de pequeños. Por lo tanto, la leche es una sustancia que
incita al consumo de drogas”.
Aquí se muestra, en forma humorística, cómo se
pueden obtener falsas conclusiones de observaciones que son correctas. Por eso,
cuando se está discutiendo de algún tema en particular es necesario separar las
observaciones de las conclusiones. Las observaciones
son datos concretos y objetivos, las CONCLUSIONES son el resultado de usar un
proceso de lógica y reflexión en base a las observaciones. Si las observaciones
son incorrectas, las conclusiones también lo serán, pero también es posible que
las observaciones sean correctas pero se use un razonamiento incorrecto y se
llegue así a conclusiones erróneas. Hay veces en que las observaciones hechas
no alcanzan para obtener conclusiones definitivas o satisfactorias y es
necesario recopilar más información al respecto como para poder sacar las
conclusiones correctas.
En el tema de la trinidad suele suceder que
los defensores de una postura utilizan un versículo bíblico (que está
correctamente traducido), pero en base a éste sacan conclusiones incorrectas.
Por ejemplo, en Génesis 1:26 leemos: “Entonces dijo
Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Algunos
citan este versículo y concluyen que al decir “hagamos” la Biblia se refiere a
que Jesús estaba con Dios, en la creación y era parte de la misma esencia de
Dios. El versículo está correctamente citado, pero la conclusión hecha no es correcta, porque no está tomando en
cuenta otros factores, entre ellos el contexto y el uso idiomático de ciertas
expresiones. Más adelante veremos más en detalle este pasaje con el fin de
llegar a una conclusión más adecuada para el texto.
La carencia de datos: esta falacia es llamada en latín argumentum ad ignorantiam y consiste en dar por “demostrada” una
postura tan sólo porque aquél que tiene otra postura no tiene argumentos
suficientes para sostener su punto de vista o porque se ha demostrado que esa
postura es errónea. El que no existan datos suficientes para demostrar un punto
de vista no lo invalida. Por otro lado, si se demuestra que una de dos posturas
es incorrecta, esto no significa que necesariamente la otra sea correcta,
porque puede haber una tercera postura que no ha sido propuesta. Muchas veces
dos posturas diferentes tienen ambas partes de verdad y partes de mentira.
Si yo no pudiera demostrar
fehacientemente que Jesús no es Dios, esto no significa que la trinidad es
verdad. Del mismo modo, si el trinitario no puede demostrar su punto de vista,
esto no significa que automáticamente el unitarismo sea la postura correcta. En
otras palabras es necesario tener datos POSITIVOS sobre un punto de vista para
poder considerarlo como válido, el fracaso de una postura no es lo que nos debe
llevar a considerar a la postura opuesta como la alternativa correcta, sino que
debemos considerar todos los argumentos y seguir en búsqueda de la verdad.
Comparación errónea o uso indebido
de la analogía: esta falacia también
es llamada equivocación, se produce
cuando una persona hace una comparación de términos o situaciones argumentando
que las mismas leyes o condiciones que afectan a un ejemplo son válidas para el
segundo. Estas comparaciones a veces son válidas, pero también es común que
sean usadas erróneamente para dar una falsa impresión de “igualdad de
condiciones”.
Un ejemplo exagerado del uso de
esta falacia sería:
1 – Definición de “banco”: Asiento
en que pueden sentarse varias personas (Diccionario Espasa)
2 – Frase: “José cobró su sueldo
en el banco”
3 – Conclusión: José cobró su
sueldo en un asiento en que pueden sentarse varias personas.
En este ejemplo la conclusión en
falsa porque yo he usado una acepción de “banco” que es diferente a la usada en
la frase del punto 2. Para que la conclusión sea correcta yo debí haber
utilizado otra acepción entre las definiciones de banco, tal como: “Entidad
financiera constituida en sociedad por acciones”. El uso confuso de los
términos puede llevar a una conclusión errónea.
Si miramos la definición de
“banco” en el diccionario Espasa, aparte de las ya mencionadas también leemos:
“Establecimiento médico en donde se almacenan y conservan órganos…; En los
mares, ríos y lagos navegables, bajo que se prolonga en una gran extensión: banco de arena…; conjunto de peces: banco de atunes; conjunto de nubes o de
niebla…; Mesa de madera sobre la que trabajan los carpinteros, cerrajeros,
herradores y otros artesanos…” Además, tenemos acepciones especiales: banco de datos: conjunto de datos almacenados
en fichas, cintas o discos magnéticos…; banco
de hielo: masa de hielo con forma de extensa planicie…; banco de pruebas: Instalación en la que
se comprueba el funcionamiento de aparatos, motores, etc…
Con este ejemplo podemos ver que a
veces las palabras pueden tener muchas acepciones y debe prestarse atención al
contexto en el que están involucradas. Con las Escrituras tenemos una doble
dificultad, ya que lo que nuestras Biblias son una traducción al español de
textos hebreos, griegos y caldeos, así que es posible que el traductor no
entendiera bien el sentido de una palabra griega o hebrea e hiciera una
traducción incorrecta, pero también es posible que usara una palabra en español
que tiene varias acepciones y al enseñar se toma una acepción diferente de la
que se intentaba dar.
Muchas veces los errores surgen
cuando un lector inexperto o poco instruido confunde el uso de los términos
(errores de ignorancia), sin embargo, hay quienes astuta y sutilmente utilizan
la versatilidad de algunos términos para trastocar la doctrina y adaptarla a
sus propias creencias o intereses.
Un ejemplo de el uso de esta falacia en una
exposición trinitaria puede ser con el concepto de “servir” y “adorar”. En
Lucas 4:8 Jesús dijo al Satanás: “…Vete
de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo
servirás”. Este versículo se usa para argumentar que sólo a Dios hay que servir
y adorar, luego se compara con otros pasajes en donde se habla de servir y
adorar al Señor Jesús (como Ro. 14:9 o Mt. 2:2) y, haciendo comparaciones entre
estos pasajes de las Escrituras, se argumenta que Jesús es Dios. Sin embargo,
estas son falsas comparaciones. Por un lado, la palabra que se traduce
“servirás” en Lucas 4:8 es la palabra griega latreuoö, que no es la palabra que comúnmente se usa para “servir”.
Esta palabra significa “brindar servicio o culto de adoración”. Esta palabra
griega se usa sólo con respecto a Dios y nunca con respecto a Jesús. Si se
estudia a fondo, esta palabra da más argumento en contra de la trinidad que a
favor, ya que si Jesús fuese Dios esta palabra debiera usarse con referencia a
Jesús, por no es así. Por otro lado, la palabra traducida “adorarás” en Lucas
4:8 es proskuneö, que literalmente
significa “postrarse en señal de respeto o reverencia”, es traducida, en las
versiones al español, tanto “adorar” como “postrar”. Esta palabra griega es
usada tanto en referencia a Dios como a Jesús y también a otras personas de
autoridad (como en Hch. 10:25). Si notamos cuidadosamente, el pasaje de Lucas
4:8 no dice que SÓLO hay que adorar a Dios. El pasaje dice: “Al Señor, tu Dios,
adorarás y a él solo servirás”. El servicio de adoración (griego latreuoö) es sólo para Dios, sin
embargo, las muestras de respeto (en griego
proskuneö), no son exclusivas para Dios, sin embargo, Dios debe ser a Quien
respetemos en primer lugar. Si Jesús se hubiese postrado ante Satanás hubiese
pecado, porque Satanás es el enemigo de Dios. Sin embargo, Dios permite que
adoremos a Jesús (mostremos respeto y reverencia por Él). En este ejemplo,
vemos que con una comparación errónea de algunas Escrituras se intenta llevar
al lector a creer que Jesús es Dios, sin embargo, los pasajes utilizados,
cuando son correctamente analizados, no nos dan indicios claros de que esto sea
así.
El argumento circular: este tipo de falacia también es muy utilizada en todo
tipo de exposiciones y debates. Consiste en sostener un argumento sobre otro
argumento que aún no ha sido probado. En otras palabras, se dice que “A” es
cierto a causa de “B” y luego se argumenta que “B” es cierto a causa de “A”,
mientras que ni “A”, ni “B” tienen otro sustento firme que les otorgue validez.
El argumento circular es muy usado en argumentos
trinitarios. Por ejemplo, al preguntar a un maestro trinitario cómo explicaría
el pasaje de Mateo 26:39, en donde Jesús oró a Dios por una alternativa para
salvar a la humanidad sin tener que pasar por los sufrimientos que tenía por
delante, solemos escuchar como respuesta que esa oración de Jesús (que para
ellos es Dios) es una forma en que Dios muestra rasgos humanos para dejarnos un
ejemplo a seguir. Sin embargo, al hacer esta explicación están apoyando su
argumente en el PRECONCEPTO de que Jesús es Dios. Para dar explicación a este
pasaje (y otros que hablan sobre los rasgos humanos de Jesús), se suele
comenzar por la base de que Jesús es Dios, sin siquiera analizar si esta
premisa es correcta. Este tipo de análisis carece de lógica y razonamiento,
sencillamente se usa un argumento no comprobado para sostener otro argumento no
comprobado.
Estas son algunas de las falacias lógicas que se
suelen usar en discusiones de todo tipo y que podemos hallar también entre las
disertaciones teológicas. Dios es el Dios que nos creó, y nos creó con la
capacidad de razonar y pensar con lógica y sensatez. Él conoce cómo funciona
nuestra facultad de razonamiento y nos ha dejado una Palabra que está diseñada
de tal modo que puede ser estudiada y razonada con esta facultad de
razonamiento. Por eso, conocer cómo se suelen usar estas falacias y errores
lógicos y argumentales puede ser una herramienta útil para evitar caer en la
aceptación de doctrinas que no están correctamente sustentadas en la Palabra de
Dios.
El uso de estos errores lógicos debiera ser evitado
por aquellos que buscan de todo corazón conocer la verdad revelada por Dios. El
uso adrede de argumentos falaces es algo grave, porque no sólo se está pecando
contra Dios, sino que se está desviando de la verdad a otros creyentes. Hay
casos en que incluso, ante los cuestionamientos que se presentan acerca de la
doctrina trinitaria, ciertos líderes suelen enseñar que la Biblia no puede ser
comprendida con lógica y razonamiento, sino que debe ser aceptada “por fe”
(muchas veces sin siquiera saber bien qué es la fe). Es cierto que la Palabra
de Dios debe ser aceptada por fe, pero también es cierto que Si Dios quiso
darse a conocer a los seres humanos que creó, tuvo que hacerlo en los términos
que es ser humano pueda comprender, por lo que Su Palabra tiene que ser lógica
y tiene que poder ser analizada y razonada. De otro modo, nunca sabríamos qué
quiso realmente comunicarnos Dios, ni podríamos tener certeza siquiera en
cuanto a si somos salvos o no.
Por esta causa, es mi recomendación a todo creyente
que lea, estudie y reflexione sobre lo escrito en la Biblia, revisando
constantemente las enseñanzas de sus maestros y haciendo preguntas cuando no
entiendan algo, o cuando la enseñanza parezca no tener consistencia bíblica. En
Hechos 17:10 y 11 se habla acerca de una congregación de cristianos situada en
la ciudad de Berea. De ellos se dice que eran “nobles”, más que los de la
iglesia en Tesalónica (una iglesia ejemplar), porque “…recibieron la palabra
con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas
cosas eran así”. Ellos no sólo recibieron la Palabra de Dios con solicitud,
sino que escudriñaban, esto es, investigaban diariamente las Escrituras para
ver si lo que se les estaba enseñando era así o no. Quienes estaban enseñando
allí eran Pablo y Silas. ¿Quién podría pensar que estos grandes hombres de Dios
podrían enseñar algo erróneo o incorrecto? Sin embargo, los cristianos de Berea
tenían gran aprecio por la verdad de Dios y diariamente investigaban en las
Escrituras para hallar los pasajes que Pablo y Silas seguramente citarían en
sus enseñanzas.
La clase de comunión que tenemos con Dios y la
calidad de vida espiritual que evidenciemos depende en gran manera de nuestra
comprensión de la verdad de Dios y de Su obra en Cristo, por lo tanto, no
deberíamos escatimar esfuerzos por aprender y comprender la verdad de Dios que
es transmitida en Su Palabra, porque en ella tenemos la más sublime sabiduría,
que refresca nuestras almas y da reposo a nuestro ser.
Si Jesús es Dios o si es un hombre, distinto de Dios,
no es un tema menor, porque nuestro entendimiento general del plan de Dios
depende de qué creemos acerca de Dios y acerca de Jesucristo. Por esta causa,
no es un tema que debamos saltear u obviar para evitar conflictos. Si dejamos
de lado un tema tan importante, no seremos obreros aprobados que “usan bien” la
palabra de verdad (2 Tim. 2:15). Para estar aprobados delante de Dios en cuanto
al entendimiento de Su obra en Cristo debemos “usar bien” la palabra de verdad
con respecto a Dios y Jesucristo y, para esto, debemos invertir tiempo en
lectura, en reflexión, en oración y en preguntar y consultar a otros creyentes
cristianos maduros, sinceros y comprometidos con la búsqueda de la verdad de
Dios.
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