Las catástrofes “naturales” (huracanes, terremotos, tsunamis, etc.)
Cada vez que sucede alguna catástrofe en el mundo,
oímos a algún grupo de líderes cristianos decir que esto es obra del “juicio de
Dios” sobre el mundo. Sin embargo, al alma sensible le cuesta creer que un Dios
de amor pueda castigar a familias humildes, con niños pequeños, que quizá jamás
oyeron hablar de Dios y de Su hijo Jesucristo. ¿Cómo convenceremos a las
personas de que Dios es amor si enseñamos que Él es el causante de las
catástrofes que suceden en el mundo? ¿Acaso el amor de Dios implica el matar masivamente
a las personas sin hacer distinción de sus condiciones y creencias? ¡No! Esto
no es lo que declara la
Biblia.
En Juan 10:10 Jesús declaró:
Juan 10:10 (RV-1960)
El ladrón no viene sino para
hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la
tengan en abundancia.
Jesús dijo haber venido para que las personas tengan
vida en abundancia. Jesús declaró siempre hacer la voluntad de Su Padre (Jn.
5:30), y no tenemos ningún relato en el que Él haya orado a Dios para que
suceda una catástrofe que acabe con las personas, todo lo contrario, cuando
hubo una gran tempestad en el barco en que iba, él se encargó de DETENER la
tempestad (Mt. 8:23-27), si Dios hubiese sido Quien envió esa tormenta,
entonces Jesús habría actuado en contra de la voluntad de Dios al calmarla y
dar salvación a las personas que iban en la barca. Jesús vino a hacer la
voluntad de Dios, y la voluntad de Dios es dar salvación y dar vida en
abundancia a las personas.
Quien desea hurtar, matar y destruir es el ladrón, que
aquí representa al Adversario espiritual de Dios: el Diablo, o Satanás. En Juan
8:44 leemos que el Diablo es quien ha sido homicida y mentiroso desde el
principio, y sus acciones se contraponen a las acciones de Dios. El Diablo
actúa junto con un conjunto de huestes espirituales de maldad (Efesios 6:12)
con las que dispersa toda maldad en el mundo. Él es quien hurta, mata y
destruye a la humanidad siempre que le es posible.
Dios creó el Universo y todo lo que hay en éste “bueno
en gran manera” (leer Génesis 1), sin embargo, entre los seres creados, hizo a
seres espirituales y seres humanos con la capacidad de tomar sus propias
decisiones y elegir actuar en oposición a Su designio y voluntad. Esto es
porque Dios quiere ser amado, y el amor no puede ser verdadero amor si no se
tiene la capacidad de elegir amar a la otra persona. Siendo un Dios de poder
ilimitado, sería fácil hacer que todos los seres creados le obedezcan en forma
autómata, como si fueran robots programados, también habría sido fácil someter
a las personas atemorizándolas o forzándolas a hacer lo que Él quiere. Sin
embargo, Su deseo es que las personas lo conozcan y elijan amarlo.
Entre los seres que fueron creados con la capacidad de
elegir existen seres espirituales y seres humanos. Algunos seres espirituales
decidieron oponerse a Dios y formar un “bando” de oposición a Dios, intentando
frustrar los objetivos de Dios. A estos llamamos “demonios” o “ángeles caídos”,
los cuales son encabezados por el “Diablo” o “Satanás” (ver
capítulos anteriores). El Diablo, en
su rol de “serpiente” (llamado así por su astucia y rapidez para atacar
mortalmente) tentó a Adán y a Eva para desobedecer a Dios y, a causa de la
desobediencia de Adán y Eva, él pudo introducir toda clase de mal en el mundo
en que hoy vivimos. A causa de la desobediencia de Adán la muerte y toda clase
de mal entró en el mundo (Gn. 3:17-19; 1 Co. 15:21-22). Dios no creó espinas en
las plantas, no creó a los animales para ser carnívoros (Gn. 1:29-30), ni
tampoco creó un planeta que “devora” a sus moradores por medio de terremotos,
huracanes, erupciones volcánicas, tsunamis, etc. Dios creó un medio propicio
para que el ser humano viviera en paz. Pero, en demostración de Su amor hacia
el ser humano, Dios dejó en manos de Adán y Eva la administración del mundo
creado; Adán y Eva
tenían la tutoría, la autoridad, sobre todo aquello que fue creado sobre la
Tierra, Adán y Eva debían gobernar la Tierra (Gn. 1:28). Al desobedecer, ellos
dieron al Diablo y sus huestes espirituales el permiso legal de entrometerse en
la Tierra y
alterar todo lo creado por Dios y así es como el mal entró en el mundo.
Hoy en día, el Diablo tiene autoridad en el “aire”
para traer catástrofes sobre la tierra (Ef. 2:2) y es quien está detrás de
muchas de las grandes matanzas “naturales” que ocurren en el mundo.
Así como el ser humano fue el responsable de la
introducción del mal en el mundo, también ha sido responsable de la acción del
bien en el mundo. El ser humano, por sí solo, no es capaz de luchar contra
huestes espirituales de maldad, sin embargo, cuando acude a Dios, orándole y
obedeciéndole, hace posible la acción de Dios en la Tierra , trayendo alivio al
mundo. Debido a que el ser humano fue encomendado con la responsabilidad de
permitir o no la acción de Dios en la
Tierra , sólo por medio de la perfecta obediencia de un ser
humano es que Dios podía completar Su plan de salvación, que consiste en
ofrecer a los creyentes la posibilidad de vivir perpetuamente en la Tierra que Dios restaurará.
Por eso es que Dios tuvo que crear a Jesús en el vientre de María, Dios
necesitaba un ser humano sin corrupción, pero con la capacidad de elegir,
porque sólo la obediencia de un ser humano podía traer salvación de un modo
justo e irreprochable (Ro. 5:19).
En ocasiones Dios ha enviado ciertas catástrofes con
las cuales ha matado a muchas personas, a esto la Biblia llama el “juicio” de
Dios. Dos de los casos más significativos son el Diluvio en la época de Noé y
la destrucción de Sodoma y Gomorra. Sin embargo, en ambos casos estaba en
peligro la continuidad de Su plan de salvación, y en ambos casos salvó a
quienes le creían y lo amaban. En el caso del Diluvio, la Biblia nos dice que casi
todo ser humano se había tornado hacia un estado de constante maldad (Gn. 6:5).
Si esto seguía así, Dios no podría traer salvación a la humanidad, por lo que
tuvo que hacer un “nuevo comienzo”, eliminando a toda esa generación de maldad.
Noé fue avisado por Dios para construir un arca en la cual se salvaría él y su
familia. Según aprendemos en 2 Pe. 2:5, Noé fue “pregonero de justicia”, esto
quiere decir que él no estuvo callado mientras construía el arca, él anunció
sobre el juicio de Dios, sin embargo, nadie se arrepintió para entrar con él en
el arca. Sus hijos entraron con sus esposas, sin embargo ¿por qué no entraron
en el arca los suegros, suegras, yernos, nueras y otros familiares de los hijos
de Noé? ¿Por qué no entraron los familiares de la esposa de Noé? ¿Por qué nadie
construyó también un arca en la cual salvarse del diluvio? Sencillamente,
porque nadie creyó al anuncio de Noé.
En el caso de la destrucción de Sodoma y Gomorra,
sucedió algo similar pero a menor escala. Sodoma y Gomorra estaban sumidas en
maldad y esa maldad no debía propagarse. Pero antes de destruir las ciudades,
Dios envió a dos ángeles para que rescataran a Lot y su familia (Gn. 19). Los
yernos de Lot podrían haberse salvado por causa de Lot, pero se burlaron de él
y decidieron quedarse y también murieron (Gn. 19:14). Las Escrituras nos
enseñan que si en Sodoma y Gomorra hubiesen habido al menos diez justos, Dios
no las hubiese destruido (Gn. 18:32). Sólo Lot entraba en la categoría de
“justo” (lo cual no quiere decir que fuera “perfecto”, sino que él creía en
Dios y era un hombre de bien). A pesar de esto, Dios no destruyó la ciudad con Lot adentro, sino que
le envió dos ángeles para que saliera del lugar antes de la destrucción.
En estos relatos podemos ver que si bien Dios ha
utilizado Su poder para matar masivamente a las personas, esto lo ha hecho como
resultado de Su juicio sobre generaciones perversas y llenas de maldad, y jamás
ha hecho sufrir al justo junto con el impío. Dios siempre ha provisto de una
vía de escape para el bueno, el justo y el creyente. Pero cuando vemos que un
tornado o terremoto se lleva las vidas y hogares tanto de justos como de
injustos, de buenos como de malos, de creyentes e incrédulos, debemos
comprender que no es Dios quien está detrás de tales eventos.
Dios ha emitido Su juicio en tiempos pasados, pero
ahora no está emitiendo juicio, sino que está en espera de que la humanidad
acepte la salvación que ha provisto por medio de Cristo:
Romanos 2:4-11 (Mi
traducción)
(4) ¿O menosprecias la riqueza de
SU ·benignidad y ·clemencia y ·temple, ignorando que lo benévolo que hay en ·DIOS te está-guiando hacia un cambio-de-mentalidad?
(5) Pero conforme a tu ·dureza y tu corazón que-no-ha-cambiado-de-mentalidad estás-acumulando ira para ti-mismo, que será manifestada en el
día de ira y revelación del justo-juicio de ·DIOS.
(6) "QUIEN retribuirá a-cada-uno conforme a sus ·obras".
(7) Por-un-lado, a los que con paciencia de obra
benéfica están-buscando gloria y honor e incorruptibilidad, darála vida de-la-era futura,
(8) pero, a los quebuscan su propio bien basados-en una corrupta-ambición-egoísta y están-rehusándose-a-ser-persuadidos
por la verdad, a-la-vez-que
están-siendo-persuadidos por la
injusticia, les hará sentir SU ira y
furia;
(9) opresión y
estrechez habrá sobre toda alma de hombre, sobre todo aquél que
está-realizando lo malo, sobre el
judío primero y luego sobre el
griego,
(10) pero gloria y
honor y paz tendrá todo el que se-ocupa-en-hacer lo que es benéfico, el judío primero y luegoel griego,
(11) porque NO hay
acepción-de-personas delante-de ·DIOS.
El
“día de la ira” de Dios es un día futuro en el cual Dios va a juzgar al mundo y
derramar Su ira y destrucción sobre los que se rehúsan a creer y hacen el mal
(Ap. 6:17). Hasta entonces, Dios no está juzgando
al mundo, sino que lo está salvando
a través del Señor Jesucristo. En el futuro Dios pagará a cada uno conforme a
Sus obras, pero ahora está siendo benigno, clemente y paciente, está haciendo
misericordia sobre los pecadores para que alcancen salvación. Por lo tanto,
ninguno de los eventos catastróficos que vemos que suceden son obra Suya.
Cuando el
ser Adán y Eva desobedecieron a Dios, transfirieron parte de sus derechos de
gobierno sobre la Tierra al Diablo y así es como el Diablo logró introducir el
mal en el mundo. Dios le dijo a Adán: “…maldita será la tierra por tu causa;
con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te
producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el
pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo
eres, y al polvo volverás.” (Génesis 3:17-19). Dios aquí dice claramente que
por causa de Adán la tierra se volvió maldita, esto significa que ya no iba a
ser en gran manera buena, sino que iba a tener toda clase de males. El Diablo
obtuvo el “permiso” para introducir toda clase de males en la Tierra, tanto en
el terreno geológico como en las células de animales, plantas y el hombre, toda
la creación fue alterada. Este “permiso” se lo dio Adán y no Dios, ya que Dios
había puesto la Tierra en manos de Adán y Eva (Gn. 1:28).
A través
de la obra de Cristo, Dios podrá, en el futuro, redimir al hombre, dándole un
nuevo cuerpo inmortal e incorruptible y de redimir a la creación, para que
vuelva a ser en gran manera buena, como lo relatan los últimos capítulos del
Apocalipsis. Pero, mientras tanto, la Tierra sigue estando maldita y el
Adversario sigue teniendo la capacidad y derecho de hacer maldad en el mundo.
El Diablo tiene poder para actuar en este planeta y generar desastres
geológicos, sin embargo, Su acción no necesariamente es directa. Su “obra
maestra” de destrucción fue hecha en la caída de Adán, la Tierra ahora está
maldita y, por estar así, se generan por sí solas estas catástrofes. Además, el
propio pecado de la humanidad contribuye a que existan más y más de este tipo
de masacres “naturales”. Por un lado, las acciones humanas tales como la tala
indiscriminada de árboles, explotación excesiva de recursos naturales,
contaminación ambiental, etc., contribuyen a que se generen grandes cambios climáticos
y de ecosistema, por otro lado, el exceso de conductas pecaminosas y la falta
de fe en las personas limitan la acción de Dios, ya que Dios no puede
intervenir mucho si la gente no lo busca, no le ora y no le obedece.
Dios es
un Dios de amor, pero Su amor demanda justicia. En Su justicia y sabiduría Él
ha determinado reglas aún para Él mismo. Dios dio al hombre libre albedrío, y
ha decidido limitar Su acción en el mundo a lo que el hombre le permite hacer,
por eso, si bien es Su voluntad que todos los hombres sean salvos y vengan al
conocimiento de la verdad (1 Timoteo 2:4), no todos los hombres llegan a ser
salvos y conocer en profundidad Su verdad. Dios jamás fuerza Su voluntad, Él
espera nuestro permiso para que actúe en nuestras vidas. Ante una inminente
catástrofe Dios intentará advertir a sus hijos e hijas, para que se pongan a
salvo y no sufran pérdida, pero si éstos están muy “ocupados” en sus propios
asuntos y no prestan atención a Dios y no desarrollan una relación estrecha con
Dios, probablemente no escuchen la advertencia de Dios y cuando venga la
catástrofe, puede que terminen por sufrir pérdida.
Salmos 18:30-31 (RV-1960)
(30) En cuanto a Dios, perfecto es su camino, Y acrisolada la palabra de
Jehová; Escudo es a todos los que en él esperan.
(31) Porque ¿quién
es Dios sino sólo Jehová? ¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios?
Castigo de Dios - ¿Dios castiga al que ama y les causa enfermedades?
Proverbios 3:11-12
(RV-1960)
(11) No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, Ni te fatigues de su
corrección;
(12) Porque Jehová
al que ama castiga, Como el padre al hijo a quien quiere.
Utilizando
estos versículos u otros similares, algunos enseñan que Dios envía
enfermedades, presiones, dolor y situaciones angustiantes a Sus propios hijos
con el fin de “castigarlos” para que “aprendan” a obedecer. Sin embargo, sería
difícil pensar que alguien dañe a otra persona que ama tan sólo para darle una
“lección”.
Un buen
padre humano intentará criar a su hijo del mejor modo posible y puede suceder
que de vez en cuando deba darle una reprimenda como castigo por algún tipo de
acción que es dañina para sí mismo o para otros. Sin embargo, un padre que ama
a su hijo no va a pegarle hasta casi matarlo, o a inyectarle células
cancerígenas, o a dejarlo ciego, o quebrarle una pierna como castigo.
Un castigo
amoroso es un tipo de castigo que hace que una persona aprenda la lección, pero
jamás llega al punto de incapacitar a una persona, o generarle excesivo dolor y
sufrimiento. Por lo tanto, no es lógico pensar que Dios “castigue” a Sus hijos
matándolos con huracanes y terremotos, o incapacitándolos con dolencias o
enfermedades graves. Dios no va a matar a algunos de Sus hijos para aleccionar
a los que quedan vivos, Dios no va a castigar a alguien con un cáncer, o con
una parálisis total, no va a castigar a un padre haciendo morir a su hijo, o
haciendo que nazca con retraso mental, ¡no!, estas cosas no provienen de Dios.
Quienes enseñan tales cosas han malinterpretado algunos pasajes de las
Escrituras y, peor aún, no han entendido el amor de Dios.
Todo padre
amoroso castiga a sus hijos con el fin de ponerle ciertos límites y enseñarles
a no hacer maldad, sin embargo, como dijimos, ningún padre que ame a su hijo
querrá dañarlo permanentemente.
Proverbios 19:18 (RV-1960)
Castiga a tu hijo en tanto que hay
esperanza; Mas no se apresure tu alma para destruirlo.
Como vemos, la misma Biblia nos enseña
que es necesario castigar a los hijos para darles corrección, pero no al punto
de “destruirlos”.
Parte de la confusión se debe a la
incorrecta interpretación de ciertos pasajes de las Escrituras. Por ejemplo:
Juan 9:1-4 (RV-1960)
(1) Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento.
(2) Y le
preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para
que haya nacido ciego?
(3) Respondió
Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se
manifiesten en él.
(4) Me es
necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la
noche viene, cuando nadie puede trabajar.
Tal como
leemos este versículo pareciera que Dios hizo que este hombre naciera ciego tan
sólo para luego curarlo a través del Señor Jesús y así mostrar Su poder. ¿Sería
un acto de amor hacer que alguien nazca ciego para sanarlo muchos años después.
De haber nacido con vista él podría haber tenido otro tipo de vida, y no como
mendigo (Jn. 9:8), la vida hoy no es fácil para las personas ciegas, pero en
aquellos tiempos era mucho más difícil, ya que no tenían las ventajas y ayudas
que hoy existen. ¿Es posible que Dios haya hecho tan difícil la vida de esta
persona tan solo para mostrar Su poder en algún momento en el futuro?
El problema
aquí es un problema en la traducción del texto. En los textos griegos en que
originalmente fue escrita la Palabra de Dios no existían signos de puntuación,
de hecho, ni siquiera existían espacios entre palabras, ni tampoco había
distinción entre mayúsculas y minúsculas. Para dar un ejemplo, la frase “No es
que pecó éste, ni sus padres” quedaría escrita así: “NOESQUEPECÓESTENISUSPADRES”.
Como este tipo de escritura dificultaba la lectura, posteriormente se fue
desarrollando un estilo de escritura que contenía espacios y signos de
puntuación. En posteriores copias de la Biblia se fueron agregando los signos
de puntuación, espacios y letras mayúsculas y minúsculas. Estas copias
facilitaron la lectura de los textos, pero añadieron errores, ya que los
copistas no siempre colocaron la puntuación adecuadamente. Por eso es que,
cuando se presentan aparentes contradicciones en la Biblia, una de las cosas a
fijarnos es la puntuación ¿podría un versículos encajar mejor con el resto del
texto bíblico si se puntúa de diferente forma?
En este caso
la traducción de la Reina Valera de 1960 traduce los versículos 3 al 5 del
siguiente modo:
(3)Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las
obras de Dios se manifiesten en él.
(4)Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día
dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar.
(5) Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo.
Sin embargo,
el versículo cambia drásticamente si cambiamos la puntuación. Reemplazaremos la
coma después de “padres” por un punto. La palabra “sino” también puede
traducirse como “pero”. Además, quitaremos el punto que separa al versículo 3
del versículo 4.
Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus
padres. Pero para que las obras de Dios se manifiesten en él me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día
dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar.Entre tanto que estoy en el
mundo, luz soy del mundo.
De este modo
el versículo deja de echarle la culpa a Dios por la ceguera de este hombre.
Esto, además, encaja mejor con el contexto general del pasaje. Los discípulos
vieron a un hombre ciego de nacimiento, una enfermedad poco usual. Muchos
creían (al igual que sucede también hoy) que toda enfermedad está relacionada
con algún pecado. En este caso los discípulos vieron una enfermedad excepcional
(ceguera de nacimiento) y habrán pensado que detrás de esta enfermedad había un
pecado excepcional. Los discípulos entonces preguntaron a Jesús quién había
pecado tanto como para que este hombre nazca ciego, estaban buscando un
“culpable” para tanto sufrimiento, ¡quizá incluso pensaron que este hombre era
tan pecador que había pecado antes de nacer! Mientras los discípulos buscaban
un culpable, Jesús dirigió sus pensamientos hacia lo que realmente era
importante: sanar a esta persona. Jesús explicó que ni este hombre ni sus
padres habían pecado (refiriéndose a un pecado tal que dé como resultado esta
ceguera), pero lo importante no era quién tenía la culpa sino qué hacer para
aliviarlo de este sufrimiento.
En otras
palabras, Jesús lo que hizo fue decir “no es tiempo de andar buscando los
responsables por las enfermedades, ahora debo aprovechar la oportunidad y
manifestar el poder de Dios mientras me quede tiempo aquí en la Tierra”.
Dios no causó
la ceguera en este hombre, ni es causante de las enfermedades de las personas.
La Biblia nos dice que Jesús, durante su vida en la Tierra, estuvo sanando a
todo el que podía (Mt. 4:23; 9:35; Lc. 9:6; Hch. 10:38). Si Dios es quien
enferma a las personas, entonces Jesús estuvo deshaciendo la obra de Dios, sin
embargo, la Biblia nos dice que Jesús siempre hizo la voluntad de Dios (Jn.
5:30) y vino a deshacer la obra del
Diablo (1 Jn. 3:8). Jesús sanaba a las personas porque Dios estaba con él (Hch.
10:38), por lo tanto, claramente la voluntad de Dios es que las personas estén
sanas, él no es causante de enfermedad, el causante es el Diablo, quien
introduce enfermedad y muerte en el mundo para “robar” la vida de las personas
(Jn. 10:10).
Por lo
tanto, entendemos que Dios da disciplina y castigo a los que ama, pero Su
disciplina y castigo no incluyen enfermedad y muerte. Dios provocó mudez en
Zacarías (Lc. 1:5-22) y ceguera en el apóstol Pablo (Hch. 5:1-9), pero estos
hechos fueron con un fin en particular, no provocaron dolor y sufrimiento en
ellos y duró sólo un tiempo. Estos son ejemplos de casos en los que Dios aplicó
su castigo para disciplinar a estos hombres. En ambos casos los hombres
involucrados aprendieron la lección y salieron fortalecidos.
Hebreos 12:3-13 (RV-1960)
(3) Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí
mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar.
(4) Porque aún no
habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado;
(5) y habéis ya
olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del
Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él;
(6) Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por
hijo.
(7) Si soportáis
la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el
padre no disciplina?
(8) Pero si se os
deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois
bastardos, y no hijos.
(9) Por otra
parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los
venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y
viviremos?
(10) Y aquéllos,
ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero
éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad.
(11) Es verdad que
ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero
después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.
(12) Por lo cual,
levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas;
(13) y haced sendas
derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que
sea sanado.
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