El hombre, el corazón y el conocimiento

En Honor a Su verdad
(Por Elizabeth T. Martínez y Pablo Pereyra)

Génesis 2:9,15,17 (RVA)[1]

(9) Jehovah Dios hizo brotar de la tierra toda clase de árboles atractivos a la vista y buenos para comer; también en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal.

Génesis 2:15-17 (RVA)
(15) Tomó, pues, Jehovah Dios al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo cultivase y lo guardase.
(16) Y Jehovah Dios mandó al hombre diciendo: “Puedes comer de todos los árboles del jardín;
(17) pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, ciertamente morirás.”

El huerto que Dios puso en medio del Edén es simbólico de la capacidad de tomar decisiones que le ha sido dado por Dios a cada ser humano. Representa a esa condición interna del ser humano por medio de la cual podemos elegir hacer el bien o el mal, hacer aquello que es la voluntad de Dios o aquello que no, esto se ve más claro en Deuteronomio:

Deuteronomio 30:11-19 (RVA)
(11) “Ciertamente este mandamiento que te mando hoy no es demasiado difícil para ti, ni está lejos.
(12) No está en el cielo, para que digas: ‘¿Quién subirá por nosotros al cielo y lo tomará para nosotros, y nos lo hará oír, a fin de que lo cumplamos?’
(13) Tampoco está al otro lado del mar, para que digas: ‘¿Quién cruzará el mar por nosotros y lo tomará para nosotros, y nos lo hará oír, a fin de que lo cumplamos?’
(14) Ciertamente muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas.
(15) “Mira, pues, yo pongo hoy delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal,
(16) con el fin de que ames a Jehovah tu Dios, de que andes en sus caminos y de que guardes sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, que yo te mando hoy. Entonces vivirás y te multiplicarás, y Jehovah tu Dios te bendecirá en la tierra a la cual entras para tomarla en posesión.
(17) Pero si tu corazón se aparta y no obedeces; si te dejas arrastrar a inclinarte ante otros dioses y les rindes culto,
(18) yo os declaro hoy que de cierto pereceréis. No prolongaréis vuestros días en la tierra a la cual, cruzando el Jordán, entraréis para tomarla en posesión.
(19) “Llamo hoy por testigos contra vosotros a los cielos y a la tierra, de que he puesto delante de vosotros la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas, tú y tus descendientes,

La declaración de Dios dada a Adán fue: “ciertamente morirás”. No era algo opcional, si Adán y Eva pecaban la muerte entraría en sus vidas. Las mismas opciones presentó Dios a Moisés e Israel, de sus elecciones dependería su vida o muerte. Dios dio a cada persona la capacidad de elegir hacer el bien o el mal y cuando elegimos, estamos eligiendo entre la vida y la muerte. Todas nuestras elecciones tienen sus consecuencias, si elegimos a Dios, Dios nos proveerá de vida y abundancia (Jn. 10:10), pero si nuestras elecciones y acciones son en contra de Dios, como consecuencia obtendremos muerte, estaremos internamente muertos y sin frutos (Gá. 5:22-23; Mt. 7:18-19). Nuestra capacidad para elegir parte de nuestro interior, de nuestro centro de pensamientos, que es lo que las Escrituras llaman “el corazón”.

Proverbios 4:23 (RVA)
Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él emana la vida.

Desde un inicio de la creación Dios dispuso que guardáramos nuestro huerto, esto es cuidar nuestro corazón; La razón por la cual debemos guardarlo es que de ahí surge la vida, tanto la terrenal como la espiritual, la pregunta a hacerse es: ¿Por qué guardarlo? ¿De qué debo protegerlo?

Jeremías 17:5-10 (RVA)
(5) Así ha dicho Jehovah: “Maldito el hombre que confía en el hombre, que se apoya en lo humano y cuyo corazón se aparta de Jehovah.
(6) Será como la retama en el Arabá; no verá cuando venga el bien, sino que morará en los pedregales del desierto, en tierra salada e inhabitable.
(7) “Bendito el hombre que confía en Jehovah, y cuya confianza es Jehovah.
(8) Será como un árbol plantado junto a las aguas y que extiende sus raíces a la corriente. No temerá cuando venga el calor, sino que sus hojas estarán verdes. En el año de sequía no se inquietará, ni dejará de dar fruto.
(9) “Engañoso es el corazón, más que todas las cosas, y sin remedio. ¿Quién lo conocerá?
(10) Yo, Jehovah, escudriño el corazón y examino la conciencia, para dar a cada hombre según su camino y según el fruto de sus obras.”

Dios dijo a Jeremías que el corazón es engañoso, pero que él escudriña (investiga, estudia) el corazón y examina la conciencia y da al hombre (al ser humano) según el fruto de sus obras. Si nuestra confianza está puesta en otros seres humanos y hacemos la voluntad de otro que no sea Dios, seremos como árboles “muertos”, que no dan fruto, pero si nuestra confianza y obediencia están puestas en Dios, seremos como árboles plantados junto a corrientes de agua, llenos de vida, que siempre dan fruto. La vida y la muerte, el bien y el mal dependen no tanto de nuestras obras externas, sino de en qué o en quién ponemos nuestra confianza, fe y obediencia. Por lo tanto, si queremos estar llenos de vida y de fruto espiritual, debemos cuidar nuestro corazón de todo aquello que pueda llevarnos a dejar de confiar en Dios para comenzar a confiar en otras personas, en nosotros mismos, o en alguna clase de ídolos.

Génesis 3:1-5 (RVA)
(1) Entonces la serpiente, que era el más astuto de todos los animales del campo que Jehovah Dios había hecho, dijo a la mujer: —¿De veras Dios os ha dicho: “No comáis de ningún árbol del jardín”?[2]
(2) La mujer respondió a la serpiente: —Podemos comer del fruto de los árboles del jardín.
(3) Pero del fruto del árbol que está en medio del jardín ha dicho Dios: “No comáis de él, ni lo toquéis, no sea que muráis.”
(4) Entonces la serpiente dijo a la mujer: —Ciertamente no moriréis.
(5) Es que Dios sabe que el día que comáis de él, vuestros ojos serán abiertos, y seréis como Dios, conociendo el bien y el mal.

Como sabe la mayoría, la serpiente aquí se refiere al Diablo, el ser espiritual que se opone a Dios (Ap. 20:2). Él estaba allí, buscando arruinar la creación de Dios y se acercó a Eva para tentarla. Luego de hacer dudar a Eva, el Diablo declaró las dos grandes mentiras que arruinaron a la humanidad en ese entonces, y la siguen arruinando hasta el día de hoy: (1) “Ciertamente no moriréis”; (2) “seréis como Dios”. Desde el principio, el hombre ha desobedecido a Dios en el afán de no morir y ser como Dios. Todo miedo en el ser humano parte de su miedo de morir y toda soberbia parte de su deseo de querer ser como Dios y vivir conforme a sus propias reglas. Sin embargo, nadie obtendrá vida perpetua siguiendo su propio camino (Pr. 14:12; 16:25; Is. 5:21-24).

Génesis 3:6 (RVA)
Entonces la mujer vio que el árbol era bueno para comer, que era atractivo a la vista y que era árbol codiciable para alcanzar sabiduría. Tomó, pues, de su fruto y comió. Y también dio a su marido que estaba con ella, y él comió.

Aquí la mujer, en lugar de respetar y obedecer a la instrucción dada por Dios, ella decidió ser guiada por lo que sus ojos veían. Sus sentidos la engañaron y decidió dejarse llevar por lo que vio y oyó, en lugar de mantenerse fiel a la Palabra que había salido de Dios.

1 Juan 2:16 (RVA)
porque todo lo que hay en el mundo—los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la soberbia de la vida— no proviene del Padre sino del mundo.

Aquí Juan describe tres cosas que provienen del mundo y nos alejan de Dios: (1) los deseos de la carne (refiriéndose a todo tipo de deseos humanos, como dinero, riquezas, poder, gloria, sabiduría, placeres, etc.); (2) los deseos de los ojos; y (3) la soberbia de la vida. Estas tres estuvieron presentes en Eva cuando desobedeció a Dios. Ella vio que: (1) el árbol era bueno para comer (deseos de la carne); (2) era atractivo a la vista (deseos de los ojos); y (3) codiciable para alcanzar sabiduría (soberbia de la vida). Con estas tres cosas fue tentada Eva para dejar de confiar en Dios y obedecer a Su Palabra.

Dios ha dejado Su Palabra escrita, la cual nos muestra cuál es Su voluntad para nuestras vidas y nos da a entender que es el “bien” y el “mal”, por lo tanto tenemos la capacidad para decidir qué camino vamos a tomar en cada situación de nuestra vida. El primer hombre en la tierra, tenía el conocimiento de la advertencia de Dios, pero decidió desobedecer junto con Eva.

Génesis 3:7-8 (RVA)
(7) Y fueron abiertos los ojos de ambos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos. Entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron ceñidores.
(8) Cuando oyeron la voz de Jehovah Dios que se paseaba en el jardín en el fresco del día, el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehovah Dios entre los árboles del jardín.

En el momento en que Adán y Eva pecaron, ellos comenzaron a verse “desnudos”. No es tanto la desnudez física lo que se quiere señalar aquí, sino su desnudez espiritual, quedaron indefensos y desprotegidos ante Dios, ellos ya no eran rectos y, por lo tanto, el Diablo podía comenzar su trabajo de maldad en el mundo y en los seres humanos. Ellos sabían que habían hecho mal y ahora temían de lo que Dios podría hacer con ellos, por lo que intentaron esconderse de la presencia de Dios. Las personas siempre intentan esconderse de Dios cuando sus obras son malas:

Juan 3:19-21 (RVA)
(19) Y ésta es la condenación: que la luz ha venido al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
(20) Porque todo aquel que practica lo malo aborrece la luz, y no viene a la luz, para que sus obras no sean censuradas.
(21) Pero el que hace la verdad viene a la luz para que sus obras sean manifiestas, que son hechas en Dios.

Cuando nos acercamos a Dios, nuestras obras y nuestros corazones son puestos en evidencia, no podemos ocultarle nada a Dios. Dios nos señala nuestras malas obras, pero no para condenarnos, sino para que podamos corregir nuestro curso de acción y ser limpiados por Él. Sin embargo, hay personas que no sólo hacen cosas malas, sino que AMAN el mal y por están siempre escondiéndose de Dios y manteniéndose lo más lejos posible de Él, porque no quieren ser corregidos y cambiar sus conductas.

Génesis 3:9-10 (RVA)
(9) Pero Jehovah Dios llamó al hombre y le preguntó: —¿Dónde estás tú?
(10) El respondió: —Oí tu voz en el jardín y tuve miedo, porque estaba desnudo. Por eso me escondí.

A pesar de que Adán intentó esconderse y alejarse de Dios, Dios fue en su búsqueda. Dios siempre está en búsqueda de las personas, lo cual muestra cuánto ama él a la humanidad. Todos nosotros tenemos este llamado de Dios, Dios nos amó siendo nosotros incrédulos y nos “buscó” y nos dio un Salvador cuando aún éramos pecadores e inmerecedores de Su redención (Ro. 5:6-8). Pero, además, luego de acercarnos a Él y creer en Jesucristo como nuestro Señor, Él hace oír Su voz en nuestro interior diciendo: “cuidado, has mentido”, o “has robado”, o “has levantado un falso testimonio”, o “lo que haces no es correcto”. Y esto lo hace, no por sólo reprochar, sino para restaurar nuestras vidas, como lo hizo con Adán y Eva.

Génesis 3:11-15 (RVA)
(11) Le preguntó Dios: —¿Quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol del que te mandé que no comieses?
(12) El hombre respondió: —La mujer que me diste por compañera, ella me dio del árbol, y yo comí.
(13) Entonces Jehovah Dios dijo a la mujer: —¿Por qué has hecho esto? La mujer dijo: —La serpiente me engañó, y comí.

Desde el comienzo de la historia, la primera reacción de una persona cuando su pecado es descubierto es tratar de justificarse y echarle la culpa a algún otro. Adán pudo haber dicho: “Dios, tienes razón, fui tentado y desobedecí a Tu Palabra”, sin embargo quizá por temor a ser castigado, él echó la culpa a la mujer, la cual, a su vez, echó la culpa a la serpiente. Por supuesto, la serpiente (el Diablo) fue la causante inicial del problema, sin embargo, ni Eva ni Adán decidieron mantenerse firmes en lo que Dios les había mandado. Ellos intentaron poner excusas y pretextos y arrojar la culpa fuera de sí, pero Dios sabía quiénes eran los culpables y cada acción tuvo su consecuencia:

Génesis 3:13-19, 23-24 (RVA)
 (14) Entonces Jehovah Dios dijo a la serpiente: —Porque hiciste esto, serás maldita entre todos los animales domésticos y entre todos los animales del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre y comerás polvo todos los días de tu vida.
(15) Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y su descendencia; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el talón.
(16) A la mujer dijo: —Aumentaré mucho tu sufrimiento en el embarazo; con dolor darás a luz a los hijos. Tu deseo te llevará a tu marido, y él se enseñoreará de ti.
(17) Y al hombre dijo: —Porque obedeciste la voz de tu mujer y comiste del árbol del que te mandé diciendo: “No comas de él,” sea maldita la tierra por tu causa. Con dolor comerás de ella todos los días de tu vida;
(18) espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo.
(19) Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste tomado. Porque polvo eres y al polvo volverás.

(23) Y Jehovah Dios lo arrojó del jardín de Edén, para que labrase la tierra de la que fue tomado.
(24) Expulsó, pues, al hombre y puso querubines al oriente del jardín de Edén, y una espada incandescente que se movía en toda dirección, para guardar el camino al árbol de la vida.

Como CONSECUENCIA de la desobediencia, Adán y Eva fueron expulsados del jardín de Edén y comenzaron a vivir en una tierra que produciría “espinas y cardos” (lo cual simboliza a toda clase de males) y en la que la vida ya no sería tan fácil de vivir. Fue el comienzo de la muerte, el sufrimiento, el dolor y la injusticia en la Tierra. Sin embargo, el pecado de Adán y Eva no es ni comparable con el de la serpiente, la cual recibió una condena de destrucción y humillación en ese mismo momento[3] . Pero para el ser humano, no todas fueron malas noticias, el amor de Dios se puso en evidencia de inmediato ante la situación:

Génesis 3:15, 21-22 (RVA)
(15) Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y su descendencia; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el talón.

(21) Luego Jehovah Dios hizo vestidos de piel para Adán y para su mujer, y los vistió.
(22) Y Jehovah Dios dijo: —He aquí que el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros, conociendo el bien y el mal. Ahora pues, que no extienda su mano, tome también del árbol de la vida, y coma y viva para siempre.

En el versículo 15 Dios habla de una “enemistad” entre la serpiente y la mujer y entre la descendencia de la serpiente y la de la mujer. Además, dice que la descendencia de la mujer le heriría en la cabeza (simbólico de destrucción), mientras que ésta le heriría en el talón (una herida dolorosa pero no mortal). Esta fue la promesa de salvación de Dios, de la mujer nacería quien derrotaría al Diablo, y éste fue Jesús.

En el versículo 21 y 22 vemos que Dios hizo vestidos de piel para Adán y Eva. Estos vestidos simbolizan la provisión espiritual de Dios para el ser humano. Adán y Eva no tenían la capacidad de “cubrirse” adecuadamente (ellos hicieron ropas con hojas), por lo que sólo podían ser adecuadamente cubiertos por medio de la intervención de Dios. Lo que aquí se nos da a entender es que Dios sería quien se encargaría de cubrir los pecados de la humanidad, proveyéndole de redención y salvación, porque nadie es capaz de obtener salvación y cubrir sus pecados por sí mismo.

Pero el ser humano, orgulloso y soberbio, frecuentemente intenta cubrir sus propias faltas, lo cual lo hace siempre de modo incompleto o inadecuado. El temor que sintió  Adán, es precisamente lo que sentimos  nosotros, cuando nos damos cuenta  que desobedecimos, plenamente conscientes de que hicimos mal en lugar de reconocer la falta intentamos justificarnos con pretextos y nos escondemos en excusas para no escuchar la voz de Dios que nos señala la falta. Pero Dios no nos señala la falta para hacernos daño, sino para que nos arrepintamos y podamos restablecer nuestra relación con Él.

Debemos estar atentos no sólo a nuestras acciones, sino también a nuestros pensamientos, porque las dudas, desconfianzas y temores que tenemos pueden ir creciendo y dar a luz toda clase de pecados y actos injustos. De nuestra mente carnal parten miedos, dudas y desconfianzas que al irse desarrollando pueden llevarnos a reaccionar erróneamente. Si hemos hecho mal, deberíamos hacernos cargo del pecado en lugar de esconderlo y alejarnos más de Dios. Dios es un Dios de amor que desea que estemos bendecidos, por lo tanto, no es bueno que nos ocultemos de Él, si reconocemos el pecado, Él está dispuesto a restaurarnos y limpiarnos (1 Jn. 1:5-9).

Génesis 3:14-20 (RVA)
(15) Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y su descendencia; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el talón.
(16) A la mujer dijo: —Aumentaré mucho tu sufrimiento en el embarazo; con dolor darás a luz a los hijos. Tu deseo te llevará a tu marido, y él se enseñoreará de ti.
(17) Y al hombre dijo: —Porque obedeciste la voz de tu mujer y comiste del árbol del que te mandé diciendo: “No comas de él,” sea maldita la tierra por tu causa. Con dolor comerás de ella todos los días de tu vida;
(18) espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo.
(19) Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste tomado. Porque polvo eres y al polvo volverás.
(20) El hombre llamó el nombre de su mujer Eva, porque ella sería la madre de todos los vivientes.

Luego de que Dios hablara sobre las consecuencias que traería la desobediencia de Adán y Eva, se nos dice que Adán llamó el nombre de su mujer “Eva”, porque ella sería la madre de todos los vivientes. En realidad este versículo debería traducirse como “sería madre de toda vida”, lo cual, por el contexto, no ser refiere a la vida física, sino a la espiritual. Adán y Eva perdieron su vida espiritual cuando desobedecieron a Dios, pero Dios prometió que de Eva saldría “la simiente” que recuperaría la vida espiritual y la relación con Dios.

Cuando Adán y Eva desobedecieron, perdieron su don más preciado: la vida espiritual, lo cual también les proporcionaba la capacidad de vivir perpetuamente. Nosotros hoy, por la obra de Cristo, recibimos vida espiritual cuando Jesucristo como nuestro Señor y ya no podemos perderla por nuestra desobediencia. Sin embargo, cada vez que pecamos nos perdemos la posibilidad de vivir con la plenitud de la vida que Dios nos ha dado.

Luego de haber caído, la humanidad se llenó de corrupción, junto con el resto de la creación de Dios. No fue Dios Quien introdujo esta corrupción, sino el Diablo, que obtuvo el “permiso” para actuar sobre la Tierra cuando Adán y Eva desobedecieron, por eso es que el Diablo es llamado “el dios de esta era” (en 2 Co. 4:4).

Adán y Eva pecaron al comer del árbol del conocimiento del bien y el mal (Gn. 2:17). Ellos no conocían el mal hasta entonces, sólo conocían todo lo que Dios había hecho, que era “bueno en gran manera” (Gn. 1:31). Toda clase de males fueron introducidos en el mundo cuando ellos decidieron comer de ese fruto. A partir de allí la maldad y la muerte entraron en el mundo y muchas cosas comenzaron a ir en sentido contrario al diseño de Dios.

Entre las cosas que el Diablo ha contaminado, está el concepto de “familia”. Dios ha diseñado al ser humano para ser su “familia”, la cual represente Su amor en la Tierra. El deseo de Dios, desde el principio, es tener una gran familia en la Tierra con la cual relacionarse amorosamente. El Diablo se opone al plan de Dios y por esto desea destruir aquello que es el objetivo central de la creación de Dios: la familia.

Hechos 17:26-27 (RVA)
(26) De uno solo ha hecho toda raza de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra. El ha determinado de antemano el orden de los tiempos y los límites de su habitación,
(27) para que busquen a Dios, si de alguna manera, aun a tientas, palpasen y le hallasen. Aunque, a la verdad, él no está lejos de ninguno de nosotros;

Adán y Eva originalmente fueron parte de un mismo ser:

Génesis 2:21-22
(21) Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar.
(22) Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre.

La palabra “costilla” es la palabra hebrea tsela’ que significa “lado.” El la Biblia, no hay ningún otro uso en el que se traduzca como “costilla” ni que haga referencia a una costilla humana. La palabra “hizo” es la palabra hebrea banah, que significa “formar un objeto añadiendo nuevo material a algo ya existente”, en otras palabras, significa que uno toma un material de base y sobre eso añade otros materiales para formar algo nuevo. Dios tomó una parte del hombre y en base a eso hizo a la mujer, es por eso que la mujer tiene atributos similares a las del hombre, pero no es igual, sino complementaria.

Génesis 2:23
Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona [o “mujer”], porque del varón fue tomada.

“Hueso de mis huesos y carne de mi carne” es una expresión que se refiere a que la mujer estaba hecha de lo mismo que el varón, la mujer no sólo tenía una estructura física similar a la del hombre, con carne y huesos distribuida de manera similar, sino que también tenía una vida de alma similar, con una conciencia moral y con un espíritu conectado con Dios.

Génesis 2:24
Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.

Estas últimas no son palabras de Adán, sino de Dios (a través del escritor), para mostrar la importancia que tiene la mujer para la vida del hombre. Después de contar cómo llegaron a la existencia el hombre y la mujer, y cuál era el propósito para ellos, Dios dice (en forma parafraseada): “Es por esto que el hombre tiene que poner en segundo plano a su padre y su madre, y unirse a su mujer y ser una sola carne con ella.” Esto significa que la mujer que tiene unidad de propósito y de acción con su marido llega a ser mejor “ayuda” o complemento para el hombre que sus propios padres. En el plan de Dios, la mujer fue creada como complemento del hombre, es por eso que entendemos que la homosexualidad, el adulterio y la promiscuidad sexual son conductas contrarias a la voluntad de Dios, impulsadas por el Diablo para atacar al diseño de Dios.

Génesis 1:26-27
(26) Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar,  en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.
(27) Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.

Aquí vemos que Dios “creó” al hombre en una imagen semejante a la suya. “Crear” (hebreo bara) es  traer en existencia algo que no existe, dar origen a algo. Aquello que era una imagen semejante a la de Dios en el hombre fue “creado”, no existía anteriormente, y no existían los “materiales” para hacerlo. Por lo tanto, podemos decir casi con total certeza que el “hombre” que fue creado a imagen y semejanza de Dios fue el hombre espiritual, o sea, la parte espiritual del ser humano. Por medio del espíritu el ser humano estaría conectado con Dios y tendría también algunos atributos de Dios, como sabiduría, autoridad, poder, y también la capacidad de tener el carácter moral de Dios (Col. 3;8-10). Más adelante leemos:

Génesis 5:1-2
(1) Este es el libro de las generaciones de Adán. El día en que creó Dios al hombre, a semejanza de Dios lo hizo.
(2) Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados.

Noten cuidadosamente que dice que Dios “llamó el nombre de ellos [del varón y la hembra] Adán” (en hebreo es ‘adam, que significa “humano”). ¡Dios llamó a AMBOS “Adán”! Aquí hay que diferenciar los usos de la palabra hebrea ‘adam. Esta palabra puede usarse genéricamente para referir al ser humano o puede usarse específicamente como nombre del primer ser humano: “Adán”. En este caso podríamos traducir “Adán” como “humano”, el versículo ser leería: “Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos ‘humano’…” El varón y la mujer, juntos formaban al “Adán” (el humano) que Dios creó. El hombre y la mujer, juntos, formaban un solo humano espiritual.

Esto tiene total sentido cuando leemos aquellas escrituras que nos dicen que todos los hijos de Dios forman parte de un mismo espíritu:

1 Corintios 6:17 (RVA)
Pero el que se une con el Señor, un solo espíritu es.

1 Corintios 12:12-13 (RVA)
(12) Porque de la manera que el cuerpo es uno solo y tiene muchos miembros, y que todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, son un solo cuerpo, así también es Cristo.
(13) Porque por un solo Espíritu fuimos bautizados todos en un solo cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a todos se nos dio a beber de un solo Espíritu.

Efesios 2:16-19 (RVA)
(16) También reconcilió con Dios a ambos en un solo cuerpo, por medio de la cruz, dando muerte en ella a la enemistad.
(17) Y vino y anunció las buenas nuevas: paz para vosotros que estabais lejos y paz para los que estaban cerca,
(18) ya que por medio de él, ambos tenemos acceso al Padre en un solo Espíritu.
(19) Por lo tanto, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios.

Efesios 4:3-4 (RVA)
(3) procurando con diligencia guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.
(4) Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como habéis sido llamados a una sola esperanza de vuestro llamamiento.

Estos versículos nos señalan la asombrosa realidad de que todos los que han aceptado a Cristo como Señor fueron bautizados en UN SOLO ESPÍRITU, esto quiere decir que hay un espíritu santo para cada creyente, sino que un solo espíritu da vida, energía y poder a todos los cristianos, los cuales forman UN SOLO CUERPO cuya cabeza es Cristo. Adán y Eva fueron “un espíritu” y ambos formaban parte de “un solo hombre”, tal como nosotros formamos ahora en Cristo:

Efesios 2:14-15 (RVA)
(14) Porque él es nuestra paz, quien de ambos nos hizo uno. El derribó en su carne la barrera de división, es decir, la hostilidad;
(15) y abolió la ley de los mandamientos formulados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos hombres un solo hombre nuevo, haciendo así la paz.

Efesios 4:22-24 (RVA)
(22) Con respecto a vuestra antigua manera de vivir, despojaos del viejo hombre que está viciado por los deseos engañosos;
(23) pero renovaos en el espíritu de vuestra mente,
(24) y vestíos del nuevo hombre que ha sido creado a semejanza de Dios en justicia y santidad de verdad.

Dios había creado al “hombre” espiritual a su imagen y semejanza, ambos, Adán y Eva, eran “uno” espiritualmente. Pero al desobedecer ellos perdieron la naturaleza espiritual y perdieron la unidad. Cristo vino para deshacer las obras de Diablo (1 Jn. 3:8), entre estas obras del Diablo, quizá las de mayor impacto son la pérdida del espíritu y la desunión de la humanidad, ya que la pérdida del espíritu imposibilita la comunión con Dios y la desunión va en contra del centro del plan de Dios, que es tener una familia unida en relaciones de mutuo amor. Con su sacrificio, Cristo hizo posible que todo el que cree reciba el don de espíritu santo (Hch. 2:38), por medio de este espíritu todos pasamos a ser parte de un “nuevo hombre que ha sido creado a semejanza de Dios” ¡Dios está restaurando lo que originalmente creó!

Si bien la restauración total de la vida tal como Dios la pensó se hará en el futuro, cuando Dios haga un nuevo cielo y una nueva Tierra (Ap. 22), Dios ha comenzado su obra de restauración de la humanidad con nosotros, por eso es que se dice que tenemos las “primicias” (primeros frutos) del espíritu (Ro. 8:23). A través de la restauración de nuestra comunión con Dios y la unificación de los cristianos por medio del espíritu, Dios desea que evidenciemos esa nueva vida que nos ha dado, dejando de lado las costumbres del viejo hombre y comenzando a andar conforme al nuevo:

Efesios 4:22-32 (RVA)
(22) Con respecto a vuestra antigua manera de vivir, despojaos del viejo hombre que está viciado por los deseos engañosos;
(23) pero renovaos en el espíritu de vuestra mente,
(24) y vestíos del nuevo hombre que ha sido creado a semejanza de Dios en justicia y santidad de verdad.
(25) Por lo tanto, habiendo dejado la mentira, hablad la verdad cada uno con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros.
(26) Enojaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo,
(27) ni deis lugar al diablo.
(28) El que robaba no robe más, sino que trabaje esforzadamente, haciendo con sus propias manos lo que es bueno, para tener qué compartir con el que tenga necesidad.
(29) Ninguna palabra obscena salga de vuestra boca, sino la que sea buena para edificación según sea necesaria, para que imparta gracia a los que oyen.
(30) Y no entristezcáis al Espíritu Santo de Dios en quien fuisteis sellados para el día de la redención.
(31) Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritos y calumnia, junto con toda maldad.
(32) Más bien, sed bondadosos y misericordiosos los unos con los otros, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

Aquí se mencionan algunas de las obras que parten del “viejo hombre”, el cual está contaminado por el Diablo. Si andamos conforme a la nueva creación de Dios en nosotros, entonces no vamos a robar, sino trabajar para compartir con otros, no vamos a hablar con palabras obscenas, sino que hablaremos cosas que edifiquen a otros. Además, nos iremos limpiando de amargura, enojo, ira, gritos, calumnias y toda clase de maldad. Las obras pecaminosas entristecen a Dios (v.30), y de seguro no queremos entristecer a Aquél que ha hecho tanto por nosotros, para que vivamos perpetuamente en el paraíso. Si queremos alegrar a Dios, en lugar de entristecerlo, debemos ser bondadosos y misericordiosos y aprender a perdonar a otros así como Dios nos perdonó en Cristo Jesús.

Al igual que tentó a Eva, la Serpiente intentará engañarnos para que dejemos de hacer la voluntad de Dios y nos extraviemos de nuestra fidelidad a Cristo:

2 Corintios 11:3-4 (RVA)
(3) Pero me temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, de alguna manera vuestros pensamientos se hayan extraviado de la sencillez y la pureza que debéis a Cristo.
(4) Porque si alguien viene predicando a otro Jesús al cual no hemos predicado, o si recibís otro espíritu que no habíais recibido, u otro evangelio que no habíais aceptado, ¡qué bien lo toleráis!

Es algo de notar que aquí Pablo no llama al Adversario por sus nombres más comunes: “Diablo” o “Satanás”, sino que lo llama “la serpiente”. Esto es porque aquí él intenta hacer notar los atributos del Diablo, su astucia para actuar y lo mortal de sus ataques. Además, la palabra “serpiente”, en su raíz hebrea, significa “resplandeciente”, esta es la forma en que el Diablo se presenta cuando intenta tentar a los creyentes y extraviarlos. El Diablo tienta a las personas presentándose como un ser resplandeciente, admirable y deseable, él se disfraza de ángel de luz (2 Co. 11:4). Del mismo modo, sus servidores también se disfrazan de servidores de justicia (2 Co. 11:15), en otras palabras, aquellos que intentan desviar a los creyentes de su fe en Cristo vendrán disfrazados como fieles servidores de Dios, resplandecientes y deseables, pero enseñarán a “otro Jesús” y “otro evangelio”, como dice Pablo en el versículo 4.

El evangelio (o “buena noticia”) de Dios proclama a un Jesús que murió por nuestros pecados para que tengamos vida espiritual en base a nuestra fe (Ro. 1:17; 3:22; Gá. 2:16; 3:26; Ef. 2:8; 3:12; 2 Ti. 3:15). Si se proclama un “evangelio” de salvación por obras, o por medio de otra cosa que no sea fe, no es el verdadero evangelio de Dios (Gá. 1:7), del mismo modo, si se proclama a un Jesús que no fue hombre, nacido de María, muerto por nuestro pecados y resucitado con vida espiritual perpetua, entonces no se está proclamando al Jesús de la Biblia. Toda doctrina que no parte de Dios y no se amolda a lo que enseñan las Escrituras de Dios parte de la Serpiente, que intenta engañarnos enviando a sus discípulos, vestidos como servidores de Dios.

El Diablo ha introducido mucho error en las iglesias cristianas y muchas están enseñando “otro evangelio” y predicando a “otro Jesús”. En lugar de enseñar acerca de los logros del sacrificio de Jesús, el cual pagó por nuestros pecados por su muerte, se enseña que uno debe ganarse la salvación por obras, lo cual va en desmedro del sacrificio de Jesús. Pero si comprendemos la gracia de Dios en nuestras vidas, tendremos libertad, y con esa libertad podremos servir mejor a Dios.

Gálatas 5:1, 16-18 (RVA)
(1) Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no os pongáis otra vez bajo el yugo de la esclavitud.

(16) Digo, pues: Andad en el Espíritu, y así jamás satisfaréis los malos deseos de la carne.
(17) Porque la carne desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu lo que es contrario a la carne. Ambos se oponen mutuamente, para que no hagáis lo que quisierais.
(18) Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.

“Andar en el espíritu” significa andar conforme a la voluntad de Dios, Quien actúa dentro nuestro por medio de Cristo, generando en nosotros el deseo de hacer Su voluntad (Fil. 2:13). Pero dentro nuestro tenemos “carne”, lo cual representa a los impulsos pecaminosos que parten de nuestro interior. La carne dentro nuestro produce en nosotros deseos contrarios a la voluntad de Dios y el Espíritu (refiriéndose a Cristo actuando en nosotros) desea en contra de la carne y nos genera deseos internos de hacer la voluntad de Dios. Carne y espíritu generan una mutua oposición dentro nuestro, por lo que tenemos una constante lucha interior entre deseos de hacer la voluntad de Dios y deseos de pecar. Teniendo esto en cuenta, “andar en el espíritu” consiste en constantemente decidir seguir a los deseos que Dios genera en nosotros.

Romanos 13:10-14 (RVA)
(10) El amor no hace mal al prójimo; así que el amor es el cumplimiento de la ley.
(11) Y haced esto conociendo el tiempo, que ya es hora de despertaros del sueño; porque ahora la salvación está más cercana de nosotros que cuando creímos.
(12) La noche está muy avanzada, y el día está cerca. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y vistámonos con las armas de la luz.
(13) Andemos decentemente, como de día; no con glotonerías y borracheras, ni en pecados sexuales y desenfrenos, ni en peleas y envidia.
(14) Más bien, vestíos del Señor Jesucristo, y no hagáis provisión para satisfacer los malos deseos de la carne.

Cuando Adán y Eva pecaron, ellos se “vistieron” con hojas de árboles (Gn. 3:7), lo cual fue su propia obra intentando cubrir su pecado, por otro lado, Dios les dio la promesa de una simiente salvadora y los vistió con “pieles” (Gn. 3:21), haciendo así el primer derramamiento de sangre para perdón de pecados. Jesús fue el sacrificio planeado por Dios, el que nos quita el pecado. Cuando queremos justificarnos ante Dios por medio de nuestras propias obras, hacemos lo mismo que Adán y Eva: vestidos pobres que no cubren nuestra condición caída. Por eso las Escrituras nos alientan a vestirnos de Cristo, debemos confiar en él como la provisión que Dios hizo para nuestras vidas.

Dios derramó la sangre de Cristo para cubrir nuestros pecados y que podamos tener una relación de comunión con Él. Si aceptamos esto, diariamente podremos despojarnos de todo peso y correr la carrera que tenemos por delante sin que nuestro ánimo se canse hasta desmayar (He. 12:1-3).

¡Dios nos de entendimiento y sabiduría para llegar al punto de decir, con total convicción y sinceridad, aquello que el apóstol Pablo declaró!:

Gálatas 2:20 (RVA)
Con Cristo he sido juntamente crucificado; y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí.





[1] Las citas de las Escrituras marcadas como “RVA” fueron tomadas de la versión “Reina Valera Actualizada”, revisión de 1989, publicada por la Casa Bautista de Publicaciones.
[2]
Para un entendimiento más amplio sobre este texto y su simbolismo, lea el estudio “El propósito y plan de Dios”.
[3]
Para más detalles sobre la interpretación de estos versículos en Génesis recomendamos leer el estudio “El propósito y plan de Dios”.



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