(Por Elizabeth T. Martínez y Pablo Pereyra)
Génesis 2:9,15,17 (RVA)[1]
(9) Jehovah Dios hizo brotar de la tierra toda clase de
árboles atractivos a la vista y buenos para comer; también en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol del
conocimiento del bien y del mal.
Génesis 2:15-17 (RVA)
(15) Tomó,
pues, Jehovah Dios al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo
cultivase y lo guardase.
(16) Y Jehovah Dios mandó al
hombre diciendo: “Puedes comer de todos los árboles del jardín;
(17) pero del árbol del
conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él,
ciertamente morirás.”
El huerto que Dios puso en
medio del Edén es simbólico de la capacidad de tomar decisiones que le ha sido
dado por Dios a cada ser humano. Representa a esa condición interna del ser
humano por medio de la cual podemos elegir hacer el bien o el mal, hacer
aquello que es la voluntad de Dios o aquello que no, esto se ve más claro en
Deuteronomio:
Deuteronomio 30:11-19 (RVA)
(11) “Ciertamente
este mandamiento que te mando hoy no es demasiado difícil para ti, ni está
lejos.
(12) No está en el cielo, para
que digas: ‘¿Quién subirá por nosotros al cielo y lo tomará para nosotros, y
nos lo hará oír, a fin de que lo cumplamos?’
(13) Tampoco está al otro lado
del mar, para que digas: ‘¿Quién cruzará el mar por nosotros y lo tomará para
nosotros, y nos lo hará oír, a fin de que lo cumplamos?’
(14) Ciertamente muy cerca de
ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas.
(15) “Mira, pues, yo pongo hoy delante de ti la vida y el
bien, la muerte y el mal,
(16) con el fin de que ames a
Jehovah tu Dios, de que andes en sus caminos y de que guardes sus mandamientos,
sus estatutos y sus decretos, que yo te mando hoy. Entonces vivirás y te
multiplicarás, y Jehovah tu Dios te bendecirá en la tierra a la cual entras
para tomarla en posesión.
(17) Pero si tu corazón se
aparta y no obedeces; si te dejas arrastrar a inclinarte ante otros dioses y
les rindes culto,
(18) yo os declaro hoy que de
cierto pereceréis. No prolongaréis vuestros días en la tierra a la cual,
cruzando el Jordán, entraréis para tomarla en posesión.
(19) “Llamo hoy por testigos
contra vosotros a los cielos y a la tierra, de que he puesto delante de vosotros la vida y la muerte, la bendición y la
maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas, tú y tus descendientes,
La declaración de Dios dada a Adán fue: “ciertamente morirás”. No era
algo opcional, si Adán y Eva pecaban la muerte entraría en sus vidas. Las
mismas opciones presentó Dios a Moisés e Israel, de sus elecciones dependería
su vida o muerte. Dios dio a cada persona la
capacidad de elegir hacer el bien o el mal y cuando elegimos, estamos eligiendo
entre la vida y la muerte. Todas nuestras elecciones tienen sus consecuencias,
si elegimos a Dios, Dios nos proveerá de vida y abundancia (Jn. 10:10), pero si
nuestras elecciones y acciones son en contra de Dios, como consecuencia
obtendremos muerte, estaremos internamente muertos y sin frutos (Gá. 5:22-23;
Mt. 7:18-19). Nuestra capacidad para elegir parte de nuestro interior, de
nuestro centro de pensamientos, que es lo que las Escrituras llaman “el
corazón”.
Proverbios 4:23 (RVA)
Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él emana la vida.
Desde un inicio de la creación Dios dispuso que guardáramos nuestro
huerto, esto es cuidar nuestro corazón; La razón por la cual debemos guardarlo
es que de ahí surge la vida, tanto la terrenal como la espiritual, la pregunta
a hacerse es: ¿Por qué guardarlo? ¿De qué debo protegerlo?
Jeremías 17:5-10 (RVA)
(5) Así
ha dicho Jehovah: “Maldito el hombre que confía en el hombre, que se apoya en
lo humano y cuyo corazón se aparta de Jehovah.
(6) Será como la retama en el
Arabá; no verá cuando venga el bien, sino que morará en los pedregales del
desierto, en tierra salada e inhabitable.
(7) “Bendito el hombre que
confía en Jehovah, y cuya confianza es Jehovah.
(8) Será como un árbol
plantado junto a las aguas y que extiende sus raíces a la corriente. No temerá
cuando venga el calor, sino que sus hojas estarán verdes. En el año de sequía
no se inquietará, ni dejará de dar fruto.
(9) “Engañoso es el corazón,
más que todas las cosas, y sin remedio. ¿Quién lo conocerá?
(10) Yo, Jehovah, escudriño el
corazón y examino la conciencia, para dar a cada hombre según su camino y según
el fruto de sus obras.”
Dios dijo a Jeremías que el corazón es engañoso, pero que él escudriña
(investiga, estudia) el corazón y examina la conciencia y da al hombre (al ser
humano) según el fruto de sus obras. Si nuestra confianza está puesta en otros
seres humanos y hacemos la voluntad de otro que no sea Dios, seremos como
árboles “muertos”, que no dan fruto, pero si nuestra confianza y obediencia
están puestas en Dios, seremos como árboles plantados junto a corrientes de
agua, llenos de vida, que siempre dan fruto. La vida y la muerte, el bien y el mal
dependen no tanto de nuestras obras externas, sino de en qué o en quién ponemos
nuestra confianza, fe y obediencia. Por lo tanto, si queremos estar llenos de
vida y de fruto espiritual, debemos cuidar nuestro corazón de todo aquello que
pueda llevarnos a dejar de confiar en Dios para comenzar a confiar en otras
personas, en nosotros mismos, o en alguna clase de ídolos.
Génesis 3:1-5 (RVA)
(1) Entonces la serpiente, que era el más astuto de todos
los animales del campo que Jehovah Dios había hecho, dijo a la mujer: —¿De
veras Dios os ha dicho: “No comáis de ningún árbol del jardín”?[2]
(2) La mujer respondió a la
serpiente: —Podemos comer del fruto de los árboles del jardín.
(3) Pero del fruto del árbol
que está en medio del jardín ha dicho Dios: “No comáis de él, ni lo toquéis, no
sea que muráis.”
(4) Entonces la serpiente
dijo a la mujer: —Ciertamente no moriréis.
(5) Es que Dios sabe que el
día que comáis de él, vuestros ojos serán abiertos, y seréis como Dios,
conociendo el bien y el mal.
Como sabe la mayoría, la serpiente aquí se refiere al Diablo, el ser
espiritual que se opone a Dios (Ap. 20:2). Él estaba allí, buscando arruinar la
creación de Dios y se acercó a Eva para tentarla. Luego de hacer dudar a Eva,
el Diablo declaró las dos grandes mentiras que arruinaron a la humanidad en ese
entonces, y la siguen arruinando hasta el día de hoy: (1) “Ciertamente no
moriréis”; (2) “seréis como Dios”. Desde el principio, el hombre ha
desobedecido a Dios en el afán de no morir y ser como Dios. Todo miedo en el
ser humano parte de su miedo de morir y toda soberbia parte de su deseo de
querer ser como Dios y vivir conforme a sus propias reglas. Sin embargo, nadie
obtendrá vida perpetua siguiendo su propio camino (Pr. 14:12; 16:25; Is.
5:21-24).
Génesis 3:6 (RVA)
Entonces la mujer vio que el árbol era bueno para comer, que era atractivo a la vista y que era
árbol codiciable para alcanzar sabiduría.
Tomó, pues, de su fruto y comió. Y también dio a su marido que estaba con ella,
y él comió.
Aquí la mujer, en lugar de respetar y obedecer a la instrucción dada por
Dios, ella decidió ser guiada por lo que sus ojos veían. Sus sentidos la
engañaron y decidió dejarse llevar por lo que vio y oyó, en lugar de mantenerse
fiel a la Palabra que había salido de Dios.
1 Juan 2:16 (RVA)
porque todo lo que hay en el mundo—los deseos
de la carne, los deseos de los ojos y la soberbia de la vida— no proviene del
Padre sino del mundo.
Aquí Juan describe tres
cosas que provienen del mundo y nos alejan de Dios: (1) los deseos de la carne
(refiriéndose a todo tipo de deseos humanos, como dinero, riquezas, poder,
gloria, sabiduría, placeres, etc.); (2) los deseos de los ojos; y (3) la
soberbia de la vida. Estas tres estuvieron presentes en Eva cuando desobedeció
a Dios. Ella vio que: (1) el árbol era bueno para comer (deseos de la carne);
(2) era atractivo a la vista (deseos de los ojos); y (3) codiciable para
alcanzar sabiduría (soberbia de la vida). Con estas tres cosas fue tentada Eva
para dejar de confiar en Dios y obedecer a Su Palabra.
Dios ha dejado Su Palabra escrita, la cual nos muestra cuál es Su
voluntad para nuestras vidas y nos da a entender que es el “bien” y el “mal”, por
lo tanto tenemos la capacidad para decidir qué camino vamos a tomar en cada
situación de nuestra vida. El primer hombre en la tierra, tenía el conocimiento
de la advertencia de Dios, pero decidió desobedecer junto con Eva.
Génesis 3:7-8 (RVA)
(7) Y fueron abiertos los
ojos de ambos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos. Entonces cosieron
hojas de higuera, y se hicieron ceñidores.
(8) Cuando oyeron la voz de
Jehovah Dios que se paseaba en el jardín en el fresco del día, el hombre y su mujer
se escondieron de la presencia de Jehovah Dios entre los árboles del jardín.
En el momento en que Adán y Eva pecaron, ellos
comenzaron a verse “desnudos”. No es tanto la desnudez física lo que se quiere
señalar aquí, sino su desnudez espiritual, quedaron indefensos y desprotegidos
ante Dios, ellos ya no eran rectos y, por lo tanto, el Diablo podía comenzar su
trabajo de maldad en el mundo y en los seres humanos. Ellos sabían que habían
hecho mal y ahora temían de lo que Dios podría hacer con ellos, por lo que
intentaron esconderse de la presencia de Dios. Las personas siempre intentan
esconderse de Dios cuando sus obras son malas:
Juan 3:19-21 (RVA)
(19) Y
ésta es la condenación: que la luz ha venido al mundo, y los hombres amaron más
las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
(20) Porque todo aquel que
practica lo malo aborrece la luz, y no viene a la luz, para que sus obras no
sean censuradas.
(21) Pero el que hace la
verdad viene a la luz para que sus obras sean manifiestas, que son hechas en
Dios.
Cuando nos acercamos a
Dios, nuestras obras y nuestros corazones son puestos en evidencia, no podemos
ocultarle nada a Dios. Dios nos señala nuestras malas obras, pero no para
condenarnos, sino para que podamos corregir nuestro curso de acción y ser
limpiados por Él. Sin embargo, hay personas que no sólo hacen cosas malas, sino
que AMAN el mal y por están siempre escondiéndose de Dios y manteniéndose lo
más lejos posible de Él, porque no quieren ser corregidos y cambiar sus
conductas.
Génesis 3:9-10 (RVA)
(9) Pero Jehovah Dios llamó
al hombre y le preguntó: —¿Dónde estás tú?
(10) El respondió: —Oí tu voz
en el jardín y tuve miedo, porque estaba desnudo. Por eso me escondí.
A pesar de que Adán intentó esconderse y alejarse de Dios, Dios fue en
su búsqueda. Dios siempre está en búsqueda de las personas, lo cual muestra
cuánto ama él a la humanidad. Todos nosotros tenemos este llamado de Dios, Dios
nos amó siendo nosotros incrédulos y nos “buscó” y nos dio un Salvador cuando
aún éramos pecadores e inmerecedores de Su redención (Ro. 5:6-8). Pero, además,
luego de acercarnos a Él y creer en Jesucristo como nuestro Señor, Él hace oír
Su voz en nuestro interior diciendo: “cuidado, has mentido”, o “has robado”, o
“has levantado un falso testimonio”, o “lo que haces no es correcto”. Y esto lo
hace, no por sólo reprochar, sino para restaurar nuestras vidas, como lo hizo
con Adán y Eva.
Génesis 3:11-15 (RVA)
(11) Le preguntó Dios: —¿Quién
te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol del que te mandé que
no comieses?
(12) El hombre respondió: —La
mujer que me diste por compañera, ella me dio del árbol, y yo comí.
(13) Entonces
Jehovah Dios dijo a la mujer: —¿Por qué has hecho esto? La mujer dijo: —La
serpiente me engañó, y comí.
Desde el comienzo de la
historia, la primera reacción de una persona cuando su pecado es descubierto es
tratar de justificarse y echarle la culpa a algún otro. Adán pudo haber dicho:
“Dios, tienes razón, fui tentado y desobedecí a Tu Palabra”, sin embargo quizá
por temor a ser castigado, él echó la culpa a la mujer, la cual, a su vez, echó
la culpa a la serpiente. Por supuesto, la serpiente (el Diablo) fue la causante
inicial del problema, sin embargo, ni Eva ni Adán decidieron mantenerse firmes
en lo que Dios les había mandado. Ellos intentaron poner excusas y pretextos y
arrojar la culpa fuera de sí, pero Dios sabía quiénes eran los culpables y cada
acción tuvo su consecuencia:
Génesis 3:13-19, 23-24 (RVA)
(14) Entonces Jehovah Dios dijo a la serpiente:
—Porque hiciste esto, serás maldita entre todos los animales domésticos y entre
todos los animales del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre y comerás polvo
todos los días de tu vida.
(15) Y pondré enemistad entre
ti y la mujer, y entre tu descendencia y su descendencia; ésta te herirá en la
cabeza, y tú le herirás en el talón.
(16) A
la mujer dijo: —Aumentaré mucho tu sufrimiento en el embarazo; con dolor darás
a luz a los hijos. Tu deseo te llevará a tu marido, y él se enseñoreará de ti.
(17) Y al hombre dijo: —Porque
obedeciste la voz de tu mujer y comiste del árbol del que te mandé diciendo:
“No comas de él,” sea maldita la tierra por tu causa. Con dolor comerás de ella
todos los días de tu vida;
(18) espinos y cardos te
producirá, y comerás plantas del campo.
(19) Con el sudor de tu frente
comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste tomado.
Porque polvo eres y al polvo volverás.
(23) Y Jehovah Dios lo arrojó
del jardín de Edén, para que labrase la tierra de la que fue tomado.
(24) Expulsó, pues, al hombre
y puso querubines al oriente del jardín de Edén, y una espada incandescente que
se movía en toda dirección, para guardar el camino al árbol de la vida.
Como CONSECUENCIA de la desobediencia, Adán y Eva fueron expulsados del
jardín de Edén y comenzaron a vivir en una tierra que produciría “espinas y
cardos” (lo cual simboliza a toda clase de males) y en la que la vida ya no
sería tan fácil de vivir. Fue el comienzo de la muerte, el sufrimiento, el
dolor y la injusticia en la Tierra. Sin embargo, el pecado de Adán y Eva no es
ni comparable con el de la serpiente, la cual recibió una condena de
destrucción y humillación en ese mismo momento[3]
. Pero para el ser humano, no todas fueron malas noticias, el amor de Dios se puso en evidencia de inmediato ante la situación:
Génesis 3:15, 21-22 (RVA)
(15) Y pondré enemistad entre
ti y la mujer, y entre tu descendencia y su descendencia; ésta te herirá en la
cabeza, y tú le herirás en el talón.
(21) Luego Jehovah Dios hizo
vestidos de piel para Adán y para su mujer, y los vistió.
(22) Y Jehovah Dios dijo: —He
aquí que el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros, conociendo el bien y
el mal. Ahora pues, que no extienda su mano, tome también del árbol de la vida,
y coma y viva para siempre.
En el versículo 15 Dios habla de una
“enemistad” entre la serpiente y la mujer y entre la descendencia de la
serpiente y la de la mujer. Además, dice que la descendencia de la mujer le
heriría en la cabeza (simbólico de destrucción), mientras que ésta le heriría
en el talón (una herida dolorosa pero no mortal). Esta fue la promesa de
salvación de Dios, de la mujer nacería quien derrotaría al Diablo, y éste fue
Jesús.
En el versículo 21 y 22 vemos que Dios hizo
vestidos de piel para Adán y Eva. Estos vestidos simbolizan la provisión
espiritual de Dios para el ser humano. Adán y Eva no tenían la capacidad de
“cubrirse” adecuadamente (ellos hicieron ropas con hojas), por lo que sólo
podían ser adecuadamente cubiertos por medio de la intervención de Dios. Lo que
aquí se nos da a entender es que Dios sería quien se encargaría de cubrir los
pecados de la humanidad, proveyéndole de redención y salvación, porque nadie es
capaz de obtener salvación y cubrir sus pecados por sí mismo.
Pero el ser humano, orgulloso y soberbio, frecuentemente intenta
cubrir sus propias faltas, lo cual lo hace siempre de modo incompleto o
inadecuado. El temor que sintió Adán, es
precisamente lo que sentimos nosotros,
cuando nos damos cuenta que
desobedecimos, plenamente conscientes de que hicimos mal en lugar de reconocer
la falta intentamos justificarnos con pretextos y nos escondemos en excusas
para no escuchar la voz de Dios que nos señala la falta. Pero Dios no nos
señala la falta para hacernos daño, sino para que nos arrepintamos y podamos
restablecer nuestra relación con Él.
Debemos estar atentos no sólo a nuestras acciones, sino también a
nuestros pensamientos, porque las dudas, desconfianzas y temores que tenemos
pueden ir creciendo y dar a luz toda clase de pecados y actos injustos. De
nuestra mente carnal parten miedos, dudas y desconfianzas que al irse
desarrollando pueden llevarnos a reaccionar erróneamente. Si hemos hecho mal,
deberíamos hacernos cargo del pecado en lugar de esconderlo y alejarnos más de
Dios. Dios es un Dios de amor que desea que estemos bendecidos, por lo tanto,
no es bueno que nos ocultemos de Él, si reconocemos el pecado, Él está
dispuesto a restaurarnos y limpiarnos (1 Jn. 1:5-9).
Génesis 3:14-20 (RVA)
(15) Y
pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y su
descendencia; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el talón.
(16) A
la mujer dijo: —Aumentaré mucho tu sufrimiento en el embarazo; con dolor darás
a luz a los hijos. Tu deseo te llevará a tu marido, y él se enseñoreará de ti.
(17) Y
al hombre dijo: —Porque obedeciste la voz de tu mujer y comiste del árbol del
que te mandé diciendo: “No comas de él,” sea maldita la tierra por tu causa.
Con dolor comerás de ella todos los días de tu vida;
(18) espinos
y cardos te producirá, y comerás plantas del campo.
(19) Con
el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de
ella fuiste tomado. Porque polvo eres y al polvo volverás.
(20) El
hombre llamó el nombre de su mujer Eva, porque ella sería la madre de todos los
vivientes.
Luego de que Dios hablara sobre las consecuencias que traería la
desobediencia de Adán y Eva, se nos dice que Adán llamó el nombre de su mujer
“Eva”, porque ella sería la madre de todos los vivientes. En realidad este
versículo debería traducirse como “sería madre de toda vida”, lo cual, por el
contexto, no ser refiere a la vida física, sino a la espiritual. Adán y Eva
perdieron su vida espiritual cuando desobedecieron a Dios, pero Dios prometió
que de Eva saldría “la simiente” que recuperaría la vida espiritual y la
relación con Dios.
Cuando Adán y Eva desobedecieron, perdieron su don más preciado: la
vida espiritual, lo cual también les proporcionaba la capacidad de vivir
perpetuamente. Nosotros hoy, por la obra de Cristo, recibimos vida espiritual
cuando Jesucristo como nuestro Señor y ya no podemos perderla por nuestra
desobediencia. Sin embargo, cada vez que pecamos nos perdemos la posibilidad de
vivir con la plenitud de la vida que Dios nos ha dado.
Luego de haber caído, la humanidad se llenó de corrupción, junto con
el resto de la creación de Dios. No fue Dios Quien introdujo esta corrupción,
sino el Diablo, que obtuvo el “permiso” para actuar sobre la Tierra cuando Adán
y Eva desobedecieron, por eso es que el Diablo es llamado “el dios de esta era”
(en 2 Co. 4:4).
Adán y Eva pecaron al comer del árbol del conocimiento del bien y el
mal (Gn. 2:17). Ellos no conocían el mal hasta entonces, sólo conocían todo lo
que Dios había hecho, que era “bueno en gran manera” (Gn. 1:31). Toda clase de
males fueron introducidos en el mundo cuando ellos decidieron comer de ese
fruto. A partir de allí la maldad y la muerte entraron en el mundo y muchas
cosas comenzaron a ir en sentido contrario al diseño de Dios.
Entre las cosas que el Diablo ha contaminado, está el concepto de
“familia”. Dios ha diseñado al ser humano para ser su “familia”, la cual
represente Su amor en la Tierra. El deseo de Dios, desde el principio, es tener
una gran familia en la Tierra con la cual relacionarse amorosamente. El Diablo
se opone al plan de Dios y por esto desea destruir aquello que es el objetivo
central de la creación de Dios: la familia.
Hechos 17:26-27 (RVA)
(26) De uno
solo ha hecho toda raza de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de
la tierra. El ha determinado de antemano el orden de los tiempos y los límites
de su habitación,
(27) para que busquen a Dios, si de alguna manera, aun a
tientas, palpasen y le hallasen. Aunque, a la verdad, él no está lejos de
ninguno de nosotros;
Adán y Eva originalmente fueron parte de un mismo
ser:
Génesis 2:21-22
(21) Entonces
Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó
una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar.
(22) Y de la
costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre.
La palabra “costilla” es la palabra hebrea tsela’ que significa “lado.” El la Biblia , no hay ningún otro
uso en el que se traduzca como “costilla” ni que haga referencia a una costilla
humana. La palabra “hizo” es la palabra hebrea banah, que significa “formar un objeto añadiendo nuevo material a
algo ya existente”, en otras palabras, significa que uno toma un material de
base y sobre eso añade otros materiales para formar algo nuevo. Dios tomó una
parte del hombre y en base a eso hizo a la mujer, es por eso que la mujer tiene
atributos similares a las del hombre, pero no es igual, sino complementaria.
Génesis 2:23
Dijo
entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será
llamada Varona [o “mujer”], porque del varón fue tomada.
“Hueso de mis huesos y carne de mi carne” es una expresión que se refiere a
que la mujer estaba hecha de lo mismo que el varón, la mujer no sólo tenía una
estructura física similar a la del hombre, con carne y huesos distribuida de
manera similar, sino que también tenía una vida de alma similar, con una
conciencia moral y con un espíritu conectado con Dios.
Génesis 2:24
Por tanto,
dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una
sola carne.
Estas últimas no son palabras de Adán, sino de
Dios (a través del escritor), para mostrar la importancia que tiene la mujer
para la vida del hombre. Después de contar cómo llegaron a la existencia el
hombre y la mujer, y cuál era el propósito para ellos, Dios dice (en forma
parafraseada): “Es por esto que el hombre tiene que poner en segundo plano a su
padre y su madre, y unirse a su mujer y ser una sola carne con ella.” Esto
significa que la mujer que tiene unidad de propósito y de acción con su marido
llega a ser mejor “ayuda” o complemento para el hombre que sus propios padres.
En el plan de Dios, la mujer fue creada como complemento del hombre, es por eso
que entendemos que la homosexualidad, el adulterio y la promiscuidad sexual son
conductas contrarias a la voluntad de Dios, impulsadas por el Diablo para
atacar al diseño de Dios.
Génesis 1:26-27
(26) Entonces
dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y
señoree en los peces del mar, en las
aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se
arrastra sobre la tierra.
(27) Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y
hembra los creó.
Aquí vemos
que Dios “creó” al hombre en una imagen semejante a la suya. “Crear” (hebreo bara) es
traer en existencia algo que no existe, dar origen a algo. Aquello que
era una imagen semejante a la de Dios en el hombre fue “creado”, no existía
anteriormente, y no existían los “materiales” para hacerlo. Por lo tanto,
podemos decir casi con total certeza que el “hombre” que fue creado a imagen y
semejanza de Dios fue el hombre espiritual, o sea, la parte espiritual del ser
humano. Por medio del espíritu el ser humano estaría conectado con Dios y
tendría también algunos atributos de Dios, como sabiduría, autoridad, poder, y
también la capacidad de tener el carácter moral de Dios (Col. 3;8-10). Más
adelante leemos:
Génesis 5:1-2
(1) Este es el libro de las generaciones de Adán. El día en que creó Dios al
hombre, a semejanza de Dios lo hizo.
(2) Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán,
el día en que fueron creados.
Noten
cuidadosamente que dice que Dios “llamó el nombre de ellos [del varón y la
hembra] Adán” (en hebreo es ‘adam,
que significa “humano”). ¡Dios llamó a AMBOS “Adán”! Aquí hay que diferenciar
los usos de la palabra hebrea ‘adam.
Esta palabra puede usarse genéricamente para referir al ser humano o puede
usarse específicamente como nombre del primer ser humano: “Adán”. En este caso podríamos
traducir “Adán” como “humano”, el versículo ser leería: “Varón y hembra los
creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos ‘humano’…” El varón y la mujer,
juntos formaban al “Adán” (el humano) que Dios creó. El hombre y la mujer,
juntos, formaban un solo humano espiritual.
Esto tiene
total sentido cuando leemos aquellas escrituras que nos dicen que todos los
hijos de Dios forman parte de un mismo espíritu:
1 Corintios 6:17 (RVA)
Pero el que se une con el
Señor, un solo espíritu es.
1 Corintios 12:12-13 (RVA)
(12) Porque de la manera que el cuerpo es uno solo y tiene
muchos miembros, y que todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, son un
solo cuerpo, así también es Cristo.
(13) Porque
por un solo Espíritu fuimos
bautizados todos en un solo cuerpo,
tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a todos se nos dio a
beber de un solo Espíritu.
Efesios 2:16-19 (RVA)
(16) También reconcilió con Dios a ambos en un solo
cuerpo, por medio de la cruz, dando muerte en ella a la enemistad.
(17) Y
vino y anunció las buenas nuevas: paz para vosotros que estabais lejos y paz
para los que estaban cerca,
(18) ya
que por medio de él, ambos tenemos acceso al Padre en un solo Espíritu.
(19) Por
lo tanto, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los
santos y miembros de la familia de Dios.
Efesios 4:3-4 (RVA)
(3) procurando con diligencia guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la
paz.
(4) Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como habéis sido llamados a una sola
esperanza de vuestro llamamiento.
Estos versículos nos
señalan la asombrosa realidad de que todos los que han aceptado a Cristo como
Señor fueron bautizados en UN SOLO ESPÍRITU, esto quiere decir que hay un
espíritu santo para cada creyente, sino que un solo espíritu da vida, energía y
poder a todos los cristianos, los cuales forman UN SOLO CUERPO cuya cabeza es
Cristo. Adán y Eva fueron “un espíritu” y ambos formaban parte de “un solo
hombre”, tal como nosotros formamos ahora en Cristo:
Efesios 2:14-15 (RVA)
(14) Porque él es nuestra paz, quien de ambos nos hizo
uno. El derribó en su carne la barrera de división, es decir, la hostilidad;
(15) y
abolió la ley de los mandamientos formulados en ordenanzas, para crear en sí
mismo de los dos hombres un solo hombre
nuevo, haciendo así la paz.
Efesios 4:22-24 (RVA)
(22) Con respecto a vuestra antigua manera de vivir,
despojaos del viejo hombre que está viciado por los deseos engañosos;
(23) pero
renovaos en el espíritu de vuestra mente,
(24) y
vestíos del nuevo hombre que ha sido
creado a semejanza de Dios en justicia y santidad de verdad.
Dios había creado al
“hombre” espiritual a su imagen y semejanza, ambos, Adán y Eva, eran “uno”
espiritualmente. Pero al desobedecer ellos perdieron la naturaleza espiritual y
perdieron la unidad. Cristo vino para deshacer las obras de Diablo (1 Jn. 3:8),
entre estas obras del Diablo, quizá las de mayor impacto son la pérdida del
espíritu y la desunión de la humanidad, ya que la pérdida del espíritu
imposibilita la comunión con Dios y la desunión va en contra del centro del
plan de Dios, que es tener una familia unida en relaciones de mutuo amor. Con
su sacrificio, Cristo hizo posible que todo el que cree reciba el don de
espíritu santo (Hch. 2:38), por medio de este espíritu todos pasamos a ser
parte de un “nuevo hombre que ha sido creado a semejanza de Dios” ¡Dios está
restaurando lo que originalmente creó!
Si bien la restauración
total de la vida tal como Dios la pensó se hará en el futuro, cuando Dios haga
un nuevo cielo y una nueva Tierra (Ap. 22), Dios ha comenzado su obra de
restauración de la humanidad con nosotros, por eso es que se dice que tenemos
las “primicias” (primeros frutos) del espíritu (Ro. 8:23). A través de la
restauración de nuestra comunión con Dios y la unificación de los cristianos
por medio del espíritu, Dios desea que evidenciemos esa nueva vida que nos ha
dado, dejando de lado las costumbres del viejo hombre y comenzando a andar
conforme al nuevo:
Efesios 4:22-32 (RVA)
(22) Con respecto a vuestra antigua manera de vivir,
despojaos del viejo hombre que está viciado por los deseos engañosos;
(23) pero
renovaos en el espíritu de vuestra mente,
(24) y
vestíos del nuevo hombre que ha sido creado a semejanza de Dios en justicia y
santidad de verdad.
(25) Por
lo tanto, habiendo dejado la mentira, hablad la verdad cada uno con su prójimo,
porque somos miembros los unos de los otros.
(26) Enojaos,
pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo,
(27) ni
deis lugar al diablo.
(28) El
que robaba no robe más, sino que trabaje esforzadamente, haciendo con sus
propias manos lo que es bueno, para tener qué compartir con el que tenga
necesidad.
(29) Ninguna
palabra obscena salga de vuestra boca, sino la que sea buena para edificación
según sea necesaria, para que imparta gracia a los que oyen.
(30) Y
no entristezcáis al Espíritu Santo de Dios en quien fuisteis sellados para el
día de la redención.
(31) Quítense
de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritos y calumnia, junto con toda
maldad.
(32) Más
bien, sed bondadosos y misericordiosos los unos con los otros, perdonándoos
unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
Aquí se mencionan algunas
de las obras que parten del “viejo hombre”, el cual está contaminado por el
Diablo. Si andamos conforme a la nueva creación de Dios en nosotros, entonces
no vamos a robar, sino trabajar para compartir con otros, no vamos a hablar con
palabras obscenas, sino que hablaremos cosas que edifiquen a otros. Además, nos
iremos limpiando de amargura, enojo, ira, gritos, calumnias y toda clase de
maldad. Las obras pecaminosas entristecen a Dios (v.30), y de seguro no
queremos entristecer a Aquél que ha hecho tanto por nosotros, para que vivamos
perpetuamente en el paraíso. Si queremos alegrar a Dios, en lugar de
entristecerlo, debemos ser bondadosos y misericordiosos y aprender a perdonar a
otros así como Dios nos perdonó en Cristo Jesús.
Al igual que tentó a Eva,
la Serpiente intentará engañarnos para que dejemos de hacer la voluntad de Dios
y nos extraviemos de nuestra fidelidad a Cristo:
2 Corintios 11:3-4 (RVA)
(3) Pero me temo que, así como la serpiente con su
astucia engañó a Eva, de alguna manera vuestros pensamientos se hayan
extraviado de la sencillez y la pureza que debéis a Cristo.
(4) Porque
si alguien viene predicando a otro Jesús al cual no hemos predicado, o si
recibís otro espíritu que no habíais recibido, u otro evangelio que no habíais
aceptado, ¡qué bien lo toleráis!
Es algo de notar que aquí
Pablo no llama al Adversario por sus nombres más comunes: “Diablo” o “Satanás”,
sino que lo llama “la serpiente”. Esto es porque aquí él intenta hacer notar
los atributos del Diablo, su astucia para actuar y lo mortal de sus ataques.
Además, la palabra “serpiente”, en su raíz hebrea, significa “resplandeciente”,
esta es la forma en que el Diablo se presenta cuando intenta tentar a los
creyentes y extraviarlos. El Diablo tienta a las personas presentándose como un
ser resplandeciente, admirable y deseable, él se disfraza de ángel de luz (2
Co. 11:4). Del mismo modo, sus servidores también se disfrazan de servidores de
justicia (2 Co. 11:15), en otras palabras, aquellos que intentan desviar a los
creyentes de su fe en Cristo vendrán disfrazados como fieles servidores de
Dios, resplandecientes y deseables, pero enseñarán a “otro Jesús” y “otro
evangelio”, como dice Pablo en el versículo 4.
El evangelio (o “buena
noticia”) de Dios proclama a un Jesús que murió por nuestros pecados para que
tengamos vida espiritual en base a nuestra fe (Ro. 1:17; 3:22; Gá. 2:16; 3:26;
Ef. 2:8; 3:12; 2 Ti. 3:15). Si se proclama un “evangelio” de salvación por
obras, o por medio de otra cosa que no sea fe, no es el verdadero evangelio de
Dios (Gá. 1:7), del mismo modo, si se proclama a un Jesús que no fue hombre,
nacido de María, muerto por nuestro pecados y resucitado con vida espiritual
perpetua, entonces no se está proclamando al Jesús de la Biblia. Toda doctrina
que no parte de Dios y no se amolda a lo que enseñan las Escrituras de Dios
parte de la Serpiente, que intenta engañarnos enviando a sus discípulos,
vestidos como servidores de Dios.
El Diablo ha introducido
mucho error en las iglesias cristianas y muchas están enseñando “otro
evangelio” y predicando a “otro Jesús”. En lugar de enseñar acerca de los
logros del sacrificio de Jesús, el cual pagó por nuestros pecados por su
muerte, se enseña que uno debe ganarse la salvación por obras, lo cual va en
desmedro del sacrificio de Jesús. Pero si comprendemos la gracia de Dios en
nuestras vidas, tendremos libertad, y con esa libertad podremos servir mejor a
Dios.
Gálatas 5:1, 16-18 (RVA)
(1) Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos
hizo libres, y no os pongáis otra vez bajo el yugo de la esclavitud.
(16) Digo, pues: Andad en el Espíritu, y así jamás
satisfaréis los malos deseos de la carne.
(17) Porque
la carne desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu lo que es
contrario a la carne. Ambos se oponen mutuamente, para que no hagáis lo que
quisierais.
(18) Pero
si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.
“Andar en el espíritu”
significa andar conforme a la voluntad de Dios, Quien actúa dentro nuestro por
medio de Cristo, generando en nosotros el deseo de hacer Su voluntad (Fil.
2:13). Pero dentro nuestro tenemos “carne”, lo cual representa a los impulsos
pecaminosos que parten de nuestro interior. La carne dentro nuestro produce en
nosotros deseos contrarios a la voluntad de Dios y el Espíritu (refiriéndose a
Cristo actuando en nosotros) desea en contra de la carne y nos genera deseos
internos de hacer la voluntad de Dios. Carne y espíritu generan una mutua
oposición dentro nuestro, por lo que tenemos una constante lucha interior entre
deseos de hacer la voluntad de Dios y deseos de pecar. Teniendo esto en cuenta,
“andar en el espíritu” consiste en constantemente decidir seguir a los deseos
que Dios genera en nosotros.
Romanos 13:10-14 (RVA)
(10) El amor no hace mal al prójimo; así que el amor es el
cumplimiento de la ley.
(11) Y
haced esto conociendo el tiempo, que ya es hora de despertaros del sueño;
porque ahora la salvación está más cercana de nosotros que cuando creímos.
(12) La
noche está muy avanzada, y el día está cerca. Despojémonos, pues, de las obras
de las tinieblas y vistámonos con las armas de la luz.
(13) Andemos
decentemente, como de día; no con glotonerías y borracheras, ni en pecados
sexuales y desenfrenos, ni en peleas y envidia.
(14) Más
bien, vestíos del Señor Jesucristo, y no hagáis provisión para satisfacer los
malos deseos de la carne.
Cuando Adán y Eva pecaron,
ellos se “vistieron” con hojas de árboles (Gn. 3:7), lo cual fue su propia obra
intentando cubrir su pecado, por otro lado, Dios les dio la promesa de una
simiente salvadora y los vistió con “pieles” (Gn. 3:21), haciendo así el primer
derramamiento de sangre para perdón de pecados. Jesús fue el sacrificio
planeado por Dios, el que nos quita el pecado. Cuando queremos justificarnos
ante Dios por medio de nuestras propias obras, hacemos lo mismo que Adán y Eva:
vestidos pobres que no cubren nuestra condición caída. Por eso las Escrituras
nos alientan a vestirnos de Cristo, debemos confiar en él como la provisión que
Dios hizo para nuestras vidas.
Dios derramó la sangre de
Cristo para cubrir nuestros pecados y que podamos tener una relación de
comunión con Él. Si aceptamos esto, diariamente podremos despojarnos de todo
peso y correr la carrera que tenemos por delante sin que nuestro ánimo se canse
hasta desmayar (He. 12:1-3).
¡Dios nos de entendimiento
y sabiduría para llegar al punto de decir, con total convicción y sinceridad,
aquello que el apóstol Pablo declaró!:
Gálatas 2:20 (RVA)
Con Cristo he sido
juntamente crucificado; y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que
ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y se
entregó a sí mismo por mí.
[1]
Las citas de las Escrituras marcadas como “RVA” fueron tomadas de la
versión “Reina Valera Actualizada”,
revisión de 1989, publicada por la Casa Bautista de Publicaciones.
[2]
[3]
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