Introducción
En
este artículo estaremos viendo acerca del relato de la transfiguración de Jesús. ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Cuál es su significado? ¿Estuvieron Moisés y Elías allí con Jesús? Éstas son algunas de las preguntas que los cristianos se
formulan con respecto al relato de la transfiguración de Jesús.
Mateo 17:1-3 (RV-1960)[1]
(1) Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto;
(2) y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus
vestidos se hicieron blancos como la luz.
(3) Y he
aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.
Antes de seguir con este relato y comenzar a analizar lo que sucedió, quisiera aclarar algo muy importante con respecto a este evento. Muchos cristianos enseñan que los muertos no están
muertos, sino que existen como seres “espirituales” en otro “plano” de este mundo. Éstos suelen usar estos versículos para “probar” que Moisés y Elías estaban vivos con otra clase de vida en los tiempos de Jesús y aquí se acercaron a él. Sin embargo, las Escrituras nos enseñan que ningún muerto ha resucitado para vida perpetua, excepto Jesús. Si los muertos ahora estuviesen vivos, no existiría necesidad de una resurrección, ¿quién va a resucitar en el
futuro si todos los muertos están vivos? (1 Co. 15:21-23, 51-55; Ap. 20:5).[2]
Entonces, ¿cómo se entiende este
texto, en el que dice que Moisés y Elías aparecieron hablando con Jesús? El
mismo contexto del pasaje nos aclara todo:
Mateo 17:9
Cuando descendieron del monte,
Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del
Hombre resucite de los muertos.
Noten que Jesús dijo que esto había
sido una VISIÓN. La palabra “visión” es en griego orama, que se usa en los siguientes versículos de la Biblia: Mt.
17:9; Hch. 7:31; 9:10,12; 10:3,17,19; 11:5; 12:9; 16:9-10; 18:9. Al estudiar
estos usos, aprendemos que una visión es una manifestación del poder de Dios,
por medio de la cual una persona ve algo que no está físicamente presente. Es
como soñar despierto. Podríamos decir que es como una “película” que Dios
proyecta en la vista de una o varias personas con el fin de comunicarles algo.
Las Escrituras nos dicen que todo esto
fue una VISIÓN, esto significa que Moisés y Elías no estuvieron allí en realidad
(ellos estaban muertos, y aún lo están). Dios proyectó la imagen de Moisés y
Elías para que Jesús y los tres discípulos que estaban allí la vieran. Aclarado
este punto, comenzaremos el análisis del relato en cuestión.
El contexto de la transfiguración
Mateo 17:1-13
(RV-1960)
(1) Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a
Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto;
(2) y se
transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus
vestidos se hicieron blancos como la luz.
(3) Y he
aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.
(4) Entonces
Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres,
hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.
(5) Mientras
él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube,
que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.
(6) Al oír
esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor.
(7) Entonces
Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis.
(8) Y
alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo.
(9) Cuando
descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión,
hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos.
Marcos 9:2-13
(RV-1960)
(2) Seis
días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte solos a
un monte alto; y se transfiguró delante de ellos.
(3) Y sus
vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que
ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos.
(4) Y les
apareció Elías con Moisés, que hablaban con Jesús.
(5) Entonces
Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos
tres enramadas, una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.
(6) Porque
no sabía lo que hablaba, pues estaban espantados.
(7) Entonces
vino una nube que les hizo sombra, y desde la nube una voz que decía: Este es
mi Hijo amado; a él oíd.
(8) Y
luego, cuando miraron, no vieron más a nadie consigo, sino a Jesús solo.
(9) Y
descendiendo ellos del monte, les mandó que a nadie dijesen lo que habían
visto, sino cuando el Hijo del Hombre hubiese resucitado de los muertos.
(10) Y
guardaron la palabra entre sí, discutiendo qué sería aquello de resucitar de
los muertos.
Lucas 9:28-36 (RV-1960)
(28) Aconteció como ocho días después de estas
palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.
(29) Y
entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido
blanco y resplandeciente.
(30) Y he
aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías;
(31) quienes
aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a
cumplir en Jerusalén.
(32) Y
Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo
despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él.
(33) Y
sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para
nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para
Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía.
(34) Mientras
él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la
nube.
(35) Y vino
una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd.
(36) Y cuando
cesó la voz, Jesús fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no
dijeron nada a nadie de lo que habían visto.
En estos tres pasajes de las
Escrituras tenemos el relato de lo que sucedió en la transfiguración.
Analizaremos parte por parte estos relatos, sus diferencia y similitudes y
trataremos de armarnos una idea completa de lo sucedido uniendo estos tres
textos.
Algo a notar es que la transfiguración
es relatada por Mateo, Marcos y Lucas y no por Juan. Siempre hay que tener en
cuenta, al leer los relatos de la vida de Jesús (comúnmente llamados
“evangelios”), que Mateo escribe la vida de Jesús como REY; Marcos relata su
aspecto de SIRVIENTE; Lucas muestra su vida como HOMBRE; y Juan se enfoca en su
vida como HIJO DE DIOS. Por esta causa, cada relato hace énfasis en distintos
aspectos de la vida de Jesús y agrega u omite detalles conforme a la parte de
Jesús que intenta mostrar. Por alguna causa, el relato de la transfiguración
encaja dentro de los aspectos de Jesús como rey, sirviente y hombre, pero no en
su aspecto de hijo de Dios (lo cual parece extraño, porque es allí donde
precisamente Dios declaró que Jesús era Su hijo amado). En la medida en que
vayamos avanzando en este estudio iremos entendiendo por qué es que este relato
se encuentra en los libros de Mateo, Marcos y Lucas y no en el de Juan.
Mateo 17:1 (RV-1960)
Seis días después, Jesús tomó a
Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto;
Marcos 9:2
(RV-1960)
Seis días después, Jesús tomó a
Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte solos a un monte alto; y se
transfiguró delante de ellos.
Lucas 9:28 (RV-1960)
Aconteció como ocho días después
de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a
orar.
Aquí los tres relatos nos muestran que
el evento de la transfiguración sucedió días después de lo relatado
previamente. Mateo y Marcos nos dicen que esto sucedió “seis días después”,
mientras que Lucas dice “como ocho días después”. Aunque aquí tenemos una
aparente contradicción, en realidad no la hay. Sucede que en el griego hay una
diferencia entre las frases de Mateo y Marcos y la frase de Lucas. En el caso
de Mateo y Marcos, ellos nos cuentan cuántos días completos (de 24 horas)
pasaron desde los hechos previos hasta la transfiguración, mientras que el
texto de Lucas cuenta como días al día en que Jesús habló y también al día de
la transfiguración. En otras palabras, la palabra “días”, en Lucas incluye
los días de los hechos narrados, mientras que la palabra “días” en Mateo y Marcos
los excluye.
Pero lo importante en estos versículos
es que nos están conectando este hecho con lo que Jesús hizo en los días
previos. Leamos lo que sucedió:
Mateo 16:13-17
(RV-1960)
(13) Viniendo Jesús a la región de Cesarea de
Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el
Hijo del Hombre?
(14) Ellos
dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de
los profetas.
(15) Él les
dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
(16) Respondiendo
Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
(17) Entonces
le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo
reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
En este punto, vemos que Jesús felicita
a Pedro porque él correctamente comprendió que Jesús era el hijo de Dios, ya
que Dios se lo había revelado.
Mateo 16:18
Y yo también te digo, que tú eres
Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no
prevalecerán contra ella.
Este versículo a veces es
malinterpretado (especialmente por la iglesia católica romana), como si Jesús
estuviera declarando que sobre Pedro construiría su iglesia. Una lectura
correcta del texto griego nos hará entender que esto no es así. La palabra
griega para “Pedro” es petros, que
significa “piedra pequeña”, mientras que la palabra griega para “roca”, que se
refiere a una roca grande, un peñasco. Por ejemplo, en Mt. 27:60 y en Mr. 15:46
se habla de un sepulcro cavado en la “roca” o “peña” (en griego petra).
Aparte de éste, existen otros tres
versículos en que la palabra griega petra
se usa figurativamente con respecto a una persona: Ro. 9:33; 1 Co. 10:4 y 1 P.
2:8; en estos tres versículos vemos que la palabra “roca” se usa con respecto a
Cristo y no a Pedro. Por lo tanto, cuando Jesús dijo: “sobre esta roca
edificaré mi iglesia”, él se estaba refiriendo a sí mismo y no a Pedro.
En el siguiente versículo Jesús
dijo:
Mateo 16:19
Y a ti te daré las llaves del
reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los
cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.
Las “llaves del reino de los cielos”
es una forma figurada de decir que él tendría la clave para acceder al reino de
los cielos. Luego de la ascensión de Cristo, Pedro recibiría la información
necesaria para que las personas accedan al reino de los cielos (En Hch. 2:14-39
se puede ver que Pedro fue el primero en explicar a las personas qué hacer para
obtener la salvación y entrar en el reino de Dios).
En cuanto a lo de “atar y desatar”, ya
he tratado esto en otros estudios, así que brevemente explicaré que esto es un
uso idiomático frecuente entre los judíos de la época y que se refiere a
“permitir y prohibir”. En una traducción conforme al sentido, la última parte
de este versículo se leería: “y todo lo que prohíbas en la tierra, debe haber
sido prohibido desde los cielos; y todo lo que permitas en la tierra debe haber
sido permitido desde los cielos”. Estas palabras de Jesús le anticipaban a
Pedro la función que iba a cumplir luego de la ascensión de Jesús.
Mateo 16:20-21
(20) Entonces
mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo.
(21) Desde
entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a
Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de
los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día.
Aquí vemos que si bien los discípulos
de Jesús reconocieron a Jesús como el Cristo, el Ungido de Dios para traer salvación
al mundo, Jesús no quería que el resto de las personas supiesen esto. Es
evidente que si bien los discípulos necesitaban estar bien seguros de que Jesús
era el salvador prometido, para los planes de Dios era necesario que el resto
de las personas no supiesen esto sino hasta después de que Jesús resucite.
Entonces, vemos que el acto de
transfiguración de Jesús está en un contexto en el que él estaba a punto de
entregar su vida por nuestros pecados y necesitaba ser fortalecido por Dios y,
a su vez, dar fortaleza a los discípulos que luego tendrían que predicar el
evangelio de salvación al mundo.
Rostro resplandeciente y vestiduras
blancas
Mateo 17:1-2
(RV-1960)
(1) Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a
Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto;
(2) y se
transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus
vestidos se hicieron blancos como la luz.
Marcos 9:2-3
(RV-1960)
(2) Seis
días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte solos a
un monte alto; y se transfiguró delante de ellos.
(3) Y sus
vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que
ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos.
Lucas 9:28-29
(RV-1960)
(28) Aconteció como ocho días después de estas
palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.
(29) Y
entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido
blanco y resplandeciente.
Mateo y Marcos nos dicen que Jesús se
“transfiguró”, mientras que en Lucas leemos que “la apariencia de su rostro se
hizo otra”. Con esto podemos darnos cuenta que la palabra “transfigurar”
equivale a “cambiar la apariencia del rostro”. Pero al analizar palabra griega
que se traduce “transfiguró”, lo que encontramos es interesante.
La palabra griega traducida
“transfigurar” es metamorphoö (o metamorphoomai), que significa “cambiar
de forma”. Esta palabra griega se usa sólo cuatro veces en las Escrituras: en
Mt. 17:2; Mr. 9:3; Ro. 12:2 y 2 Co. 3:18. En los cuatro casos esta palabra está
en voz pasiva. La voz pasiva, en el griego bíblico, se usa (en la mayoría de
los casos) para indicar una acción que un agente externo hace sobre el sujeto.
Por estar en voz pasiva, esta palabra debiera traducirse “fue transformado” en
Mt. 17:2 y Mr. 9:3; “sean transformados” en Ro. 12:2 y “somos transformados” en
2 Co. 3:18. En los cuatro casos indica una acción que no es hecha por el sujeto
de la oración, sino que es hecha sobre él. Uno aquí puede preguntarse: ¿quién es
que hace la transformación? La hace Dios.
Teniendo esto en cuenta, entendemos
que Jesús no “se transfiguró” a sí mismo, tal como fue traducido en la versión
Reina Valera de 1960 y otras versiones, sino que “fue transformado” o “fue
transfigurado” (como traduce, por ejemplo, la Reina Valera Actualizada). Jesús
no se transformó a sí mismo, sino que fue transformado por Dios.
Mateo 17:1-2
(RV-1960)
(1) Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a
Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto;
(2) y se
transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus
vestidos se hicieron blancos como la luz.
Marcos 9:2-3
(RV-1960)
(2) Seis
días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte solos a
un monte alto; y se transfiguró delante de ellos.
(3) Y sus
vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que
ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos.
Lucas 9:28-29
(RV-1960)
(28) Aconteció como ocho días después de estas
palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.
(29) Y
entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido
blanco y resplandeciente.
Lo siguiente que leemos en los tres
relatos es que su rostro resplandecía y su ropa se hizo muy blanca. Mateo nos
dice que la ropa se hizo “blanca como la luz”; Marcos nos dice que “se
volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún
lavador en la tierra los puede hacer tan blancos”. Ellos utilizaron estas
comparaciones para crear en el lector una vívida imagen de cuán blanco y
resplandeciente quedó su rostro y sus vestidos.
En la Biblia, frecuentemente podemos
ver que lo blanco y resplandeciente está asociado a seres espirituales que
actúan de parte de Dios. Por ejemplo, en Mt. 28:3 se habla de un ángel cuya
apariencia era como un relámpago y sus ropas blancas como la nieve, algo
similar leemos en Mr. 16:5; Jn. 20:12 nos dice que habían dos ángeles con
vestiduras blancas. En Hch. 1:10 también leemos sobre dos ángeles vestidos de
blanco. El blanco es un símbolo de pureza (Ap. 3:4-5), y también es símbolo del
reflejo de la gloria de Dios. Durante la transfiguración, Jesús adquirió una
apariencia gloriosa ante los ojos de sus discípulos (recordemos que esto era
una “visión”). Jesús aquí recibió un “adelanto” de la gloria que tendría luego
de su ascensión (Ap. 1:14). Con esto, él sería fortalecido para poder pasar por
el sufrimiento que tenía por delante, a la vez que daría firmeza en la fe a sus
discípulos, con esto ellos podrían estar seguros de que Jesús era quien dijo
ser: el hijo de Dios que salvaría al mundo de sus pecados. Como podemos
imaginar, este hecho debe haber causado una profunda impresión en los apóstoles
que allí estaban (Pedro, Jacobo y Juan), lo cual en verdad necesitarían más
adelante, para mantener la fe y confianza luego de que Jesús fuera entregado y
crucificado.
Algo importante para notar, también,
es que Jesús no fue el primero en tener una transformación de este tipo.
Moisés, en su tiempo, también pasó por una transformación similar (Éx.
34:29-35). La relación de Moisés con Dios era tan cercana, que su rostro fue
transformado y resplandecía. Todo esto era una fuerte señal para los
israelitas, para ellos sería una evidencia del poder de Dios y de la cercanía
de Dios con Moisés. Sabemos que a pesar de las tremendas demostraciones de
poder que Dios hizo a través de Moisés, el pueblo de Israel constantemente se
desviaba de su fe y se iba en pos de otros dioses, hechos con manos humanas. Si
a Moisés le fue difícil mantener al pueblo israelita en el camino de fe, aun
con todo el poder de Dios desplegado por medio de él, ¡imaginen qué hubiera
pasado si Dios no daba muestras de Su glorioso poder por medio de Moisés! Del
mismo modo, Dios necesitaba dar muestras de Su glorioso poder por medio de
Jesucristo, sobre todo por el hecho de que Su obra iba a poner en marcha un
nuevo pacto, superior a aquél hecho mediante Moisés.
2 Corintios 3:4-11
(RVA)
(4) Esta confianza tenemos delante de Dios,
por medio de Cristo:
(5) no que
seamos suficientes en nosotros mismos, como para pensar que algo proviene de
nosotros, sino que nuestra suficiencia proviene de Dios.
(6) El
mismo nos capacitó como ministros del nuevo pacto, no de la letra, sino del
Espíritu. Porque la letra mata, pero el Espíritu vivifica.
(7) Y si
el ministerio de muerte, grabado con letras sobre piedras, vino con
gloria—tanto que los hijos de Israel no podían fijar la vista en el rostro de
Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual se había de desvanecer—,
(8) ¡cómo
no será con mayor gloria el ministerio del Espíritu!
(9) Porque
si el ministerio de condenación era con gloria, ¡cuánto más abunda en gloria el
ministerio de justificación!
(10) Pues
lo que había sido glorioso no es glorioso en comparación con esta excelente
gloria.
(11) Porque
si lo que se desvanecía era por medio de gloria, ¡cuánto más excede en gloria
lo que permanece!
El nuevo pacto que Jesús hizo
disponible para nosotros es muy superior en gloria al pacto hecho mediante
Moisés, por eso es lógico pensar que Jesús haya pasado por una transformación
similar a la de Moisés, que sería como señal para sus discípulos de que Él era
el ministro de este nuevo pacto que comenzaría luego de que Él muriera y fuera
resucitado y ascendido en gloria.
En resumen, Jesús, al ser
transfigurado, recibió momentáneamente la apariencia gloriosa que tendría luego
de completar su obra de redención, de este modo, él fue fortalecido para
cumplir la misión que tenía por delante, y sus discípulos ganaron confianza y
firmeza en la fe de que Jesús era el hijo de Dios, el Salvador prometido en las
profecías.
Moisés y Elías
Mateo 17:3
(RV-1960)
Y he aquí les aparecieron Moisés y
Elías, hablando con él.
Marcos 9:4
(RV-1960)
Y les apareció Elías con Moisés,
que hablaban con Jesús.
Lucas 9:30-31 (RV-1960)
(30) Y he
aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías;
(31) quienes
aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a
cumplir en Jerusalén.
Como hemos visto al principio de este estudio, esto que vieron
Jesús y sus discípulos fue una visión, o sea, una revelación visual creada por
Dios para comunicarles algo, como si estuviesen soñando despiertos. Moisés y
Elías están muertos y no se levantarán sino hasta el día en que Cristo los
resucite[3]
, lo que ellos vieron fue una representación visual de Moisés y Elías. Jesús y sus discípulos no sabían cómo eran físicamente Moisés y Elías, y no podrían haberlos reconocido, pero noten que ninguno de los discípulos preguntó: “¿Quiénes son éstos?” Ellos sabían que eran Moisés y Elías porque Dios se los reveló al momento de la visión.
La razón de la visión, como hemos visto, era fortalecer a Cristo
en su decisión de entregarse, y también a los apóstoles, para la futura misión
que tendrían de predicar los logros de Cristo al mundo. Pero ¿por qué Moisés y
Elías y no otros hombres de Dios? Si bien el texto no lo especifica, podemos
deducirlo en base a un conocimiento general de las Escrituras, del pensamiento
judío, y del ministerio de Cristo. Moisés fue aquél a quien Dios dio la ley,
por lo tanto, él representa a la ley de Dios, por otro lado, Elías es
considerado el mayor de los profetas, por lo que él representa a los profetas.
La ley y los profetas, a su vez, representan al plan de Dios para la humanidad.
Con frecuencia vemos que Jesús mencionó a la ley y los profetas:
Mateo 5:17 (RV-1960)
No penséis que he venido para
abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.
Mateo 7:12 (RV-1960)
Así que, todas las cosas que
queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con
ellos; porque esto es la ley y los profetas.
Mateo 11:13 (RV-1960)
Porque todos los profetas y la ley
profetizaron hasta Juan.
Mateo 22:37-40
(RV-1960)
(37) Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.
(38) Este
es el primero y grande mandamiento.
(39) Y el
segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
(40) De
estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.
Juan 1:45 (RV-1960)
Felipe halló a Natanael, y le
dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los
profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret.
La ley contenía las instrucciones de Dios para la salvación de la
humanidad, poniendo en evidencia la condición perdida del ser humano y su
necesidad de un salvador, por otro lado, los profetas revelaron acerca del
Salvador que Dios iba a proveer: el Señor Jesucristo. La ley y los profetas son
la revelación que Dios dio a los antiguos creyentes para que supiesen cómo
andar delante de Dios y para que creyesen en el Salvador que vendría. Por eso,
“la ley y los profetas”, en la mentalidad de los israelitas, representan la
voluntad de Dios y la salvación provista por Dios.
Hechos 28:23 (RV-1960)
Y habiéndole señalado un día,
vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba
el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de
Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas.
Romanos 3:21-22
(RV-1960)
(21) Pero ahora, aparte de la ley, se ha
manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas;
(22) la
justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en
él. Porque no hay diferencia,
La ley y los profetas testificaban acerca de la justicia de Dios
por la fe en Jesucristo, contenían las palabras necesarias para que las
personas conocieran a Dios y esperaran al Salvador prometido. Por esta causa,
al presentarse Moisés y Elías ante Jesús, sus discípulos quedarían con una
fuerte impresión acerca de quién era Cristo y cuál era su misión. Cristo era
aquél Salvador prometido en la ley y los profetas, era quien venía a completar
todo aquello que estaba anunciado. E resumen, la aparición de Moisés y Elías
servía para anunciar la inminente concreción del plan de Dios que ellos
predicaron y profetizaron.
Tres enramadas
Mateo 17:4
(RV-1960)
Entonces Pedro dijo a Jesús:
Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres
enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.
Marcos 9:5-6
(RV-1960)
(5) Entonces
Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos
tres enramadas, una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.
(6) Porque
no sabía lo que hablaba, pues estaban espantados.
Lucas 9:32-33 (RV-1960)
(32) Y
Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo
despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él.
(33) Y
sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para
nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para
Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía.
Algunas versiones de la Biblia traducen la palabra “enramada” como
“tabernáculo”. Si bien es cierto que la palabra griega traducida como
“enramada” también puede traducirse como tabernáculo (la palabra griega es skënë), primariamente significa “lugar
cubierto, tienda, habitáculo”. Lo que Pedro propuso aquí es construir tres
habitaciones, una para Moisés, otra para Elías y otra para Jesús. Hay quienes
buscan algún significado especial a esto, sin embargo, el texto mismo nos
explica por qué Pedro propuso esto. Lucas 9:32 nos dice que los discípulos
estaban “rendidos de sueño”, además, en Marcos 9:6 leemos que Pedro “no sabía
lo que hablaba, pues estaban espantados”. Los tres discípulos estaban con
sueño, asombrados y aturdidos, por lo que no estaban actuando con lógica, la
propuesta de Pedro fue su forma de reaccionar ante esta situación, pero lo que
él propuso no fue lógico y coherente, sencillamente actuó sin pensar adecuadamente.
“Este es mi hijo amado”
Mateo 17:5
(RV-1960)
Mientras él aún hablaba, una nube
de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo
amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.
Marcos 9:7
(RV-1960)
Entonces vino una nube que les
hizo sombra, y desde la nube una voz que decía: Este es mi Hijo amado; a él
oíd.
Lucas 9:34-35
(RV-1960)
(34) Mientras
él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la
nube.
(35) Y vino
una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd.
Lo que leemos aquí es que en el momento en que Pedro hablaba
acerca de hacer tres enramadas o habitáculos, una nube se puso sobre ellos,
cubriéndolos con su sombra. La palabra griega que se traduce “cubrió” en Mt.
17:5 y Lc. 9:35 es la misma que se traduce “hizo sombra” en Mr. 9:7, es la
palabra griega episkiazö, que es la
unión de epi: “sobre, por encima de”
y skiazö: “oscurecer, hacer sombra”.
Significa
En la Biblia muchas veces la presencia de Dios o algún ser espiritual
está asociada a las nubes. Por ejemplo en Mt. 4:30, Mr. 13:26 y Lc. 21:27 se
habla sobre Jesús viniendo (en el futuro) “sobre las nubes del cielo”; 1 Ts.
4:17 nos dice que los creyentes cristianos serán arrebatados “en las nubes”
para encontrarse allí con el Señor; en el libro de Apocalipsis tenemos siete
usos de esta palabra, siempre relacionadas con la gloria y poder de Dios, Jesús
y las huestes espirituales de Dios (Ap. 1:7, 10:1, 11:12, 14:14(x2), 15, 16).
Por esto, entendemos que la presencia de las nubes cubriendo a los discípulos
sería un claro indicativo de la presencia de Dios en gloria y poder.
Pero no perdamos de vista el hecho de que todo esto fue una
visión, o sea, una representación visual creada por Dios para Jesús y los tres
discípulos presentes. Moisés, Elías, e incluso las nubes y la voz de Dios, sólo
estaban en la mente de los discípulos y Jesús, no en el plano físico real. Toda
esta visión fue un acto de Dios para fortalecer a Jesús antes de hacer Su
sacrificio y también para confirmar a los discípulos que Jesús era quien decía
ser: el Hijo de Dios que vino a salvar al mundo del pecado. Dios, a través de
esta visión, confirmó a los tres discípulos presentes que Jesús era Su hijo
amado y, además, les mandó a “oírlo”, lo cual implica no sólo oírlo, sino
también prestar atención a lo que oyen para luego actuar conforme a lo oído.
“No digáis a nadie la visión”
Mateo 17:6-9
(RV-1960)
(6) Al oír
esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor.
(7) Entonces
Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis.
(8) Y
alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo.
(9) Cuando
descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión,
hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos.
Marcos 9:7-13
(RV-1960)
(7) Entonces
vino una nube que les hizo sombra, y desde la nube una voz que decía: Este es
mi Hijo amado; a él oíd.
(8) Y
luego, cuando miraron, no vieron más a nadie consigo, sino a Jesús solo.
(9) Y
descendiendo ellos del monte, les mandó que a nadie dijesen lo que habían
visto, sino cuando el Hijo del Hombre hubiese resucitado de los muertos.
(10) Y
guardaron la palabra entre sí, discutiendo qué sería aquello de resucitar de
los muertos.
Lucas 9:34-36
(RV-1960)
(34) Mientras
él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la
nube.
(35) Y vino
una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd.
(36) Y
cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días
no dijeron nada a nadie de lo que habían visto.
Lo que vemos en estos últimos versículos del relato acerca de la
transfiguración es que los discípulos recibieron la orden específica de no
contar a nadie lo que habían visto sino hasta después de la resurrección de
Jesús. Una de las primeras reacciones que una persona tiene luego de pasar por
un evento extraordinario es el deseo de contarle a todo el mundo lo que vio,
requiere de un buen grado de discreción el callar un hecho tan asombroso como
el que vivieron Pedro, Jacobo y Juan. Dios necesitaba mostrar estas cosas a un
grupo de “testigos”, sin embargo, éstos debían tener la suficiente discreción
como para no contar estas cosas hasta que sea el momento oportuno, por esta
causa Jesús eligió (por orden de Dios) a éstos tres discípulos para que lo
acompañen y reciban esta visión.
Creo que ha quedado claro, luego de lo que hemos estudiado, que
todo este evento fue una visión que sirvió para fortalecer a Jesús en sus horas
críticas y para fortalecer la fe de los discípulos para la posterior tarea que
tendrían de predicar la salvación por fe lograda por Jesús a través de su
muerte, resurrección y ascensión. La pregunta que surge es ¿por qué no debían
contar estas cosas a los demás? ¿Por qué no hacerles saber, en ese momento, que
Jesús era el hijo de Dios y en verdad era el Salvador tan esperado? Veremos
algunos textos que nos ayudarán a responder esta pregunta.
1 Corintios 2:1-8
(RV-1960)
(1) Así que, hermanos, cuando fui a vosotros
para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de
sabiduría.
(2) Pues
me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste
crucificado.
(3) Y
estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor;
(4) y ni
mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría,
sino con demostración del Espíritu y de poder,
(5) para
que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder
de Dios.
(6) Sin
embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría,
no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen.
(7) Mas
hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios
predestinó antes de los siglos para nuestra gloria,
(8) la que
ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido,
nunca habrían crucificado al Señor de gloria.
Este último versículo nos dice que si los “príncipes de este
siglo” hubieran conocido la sabiduría de Dios, nunca habrían crucificado al Señor
de gloria. Hay quienes enseñan que “los príncipes de este siglo” se refiere a
príncipes espirituales, o sea, al Diablo y sus sirvientes espirituales, yo
mismo he creído esto durante un tiempo, sin embargo, si analizamos bien el
contexto, unido a otros pasajes de la Escritura relacionados, veremos que no es
así, los “príncipes de este siglo” se refiere a gobernadores humanos.
La palabra que se traduce como “príncipes”, tanto en el versículo
6 como en el 8, es la palabra griega archön,
que significa: “gobernador, gobernante, principal, príncipe, jefe, magistrado”.
Puede referirse tanto a una autoridad humana como espiritual, aunque la mayoría
de las veces que se usa esta palabra es en referencia a una autoridad humana.
Por otro lado, la palabra traducida como “siglo” es la palabra
griega aiön, que significa “era,
época”, es un período de tiempo definido, en la cual suceden ciertos eventos
que son característicos.
En los versículos citados Pablo dice que lo que él les estaba hablando era sabiduría de Dios, que no provenían de la imaginación humana, sino del poder espiritual de Dios. En el versículo 5 él aclara que la sabiduría que él proclamaba no era sabiduría “de hombres”, luego, en el versículo 6, dice que es una sabiduría que no es de esta era, ni de los “gobernantes de esta era”. Ya que en el contexto lo que Pablo intenta aclarar es que su predicación no provenía de seres humanos, sino de Dios, lo más lógico es que aquí, al hablar de “los príncipes de esta era”, se esté refiriendo a príncipes humanos.
Quizá la confusión que hay acerca de si estos gobernantes son
humanos o espirituales surja al leer 2 Co. 4:4, en donde se llama al Diablo “el
dios de esta era”. Pero la expresión “el dios de esta era” no es igual a “los
gobernantes de esta era”, además, los contextos en los que están utilizadas
estas expresiones son diferentes. En 2 Co. 4:4 es claro que Pablo está hablando
acerca de Satanás, porque es él (el Diablo) quien intenta cegar a las personas
para que no puedan ver la luz del evangelio (buena noticia) acerca de Cristo.
Pero en 1 Co. 2:6 y 8 el contexto es distinto, ya que Pablo está haciendo una
comparación entre la sabiduría humana y la sabiduría de Dios. Releamos el texto
y los versículos que siguen:
1 Corintios 2:1-16
(RV-1960)
(1) Así que, hermanos, cuando fui a vosotros
para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de
sabiduría.
(2) Pues
me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste
crucificado.
(3) Y
estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor;
(4) y ni
mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría,
sino con demostración del Espíritu y de poder,
(5) para
que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder
de Dios.
(6) Sin
embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría,
no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen.
(7) Mas
hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios
predestinó antes de los siglos para nuestra gloria,
(8) la que
ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido,
nunca habrían crucificado al Señor de gloria.
(9) Antes
bien, como está escrito: Cosas que ojo no
vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha
preparado para los que le aman.
(10) Pero
Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo
escudriña, aun lo profundo de Dios.
(11) Porque
¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre
que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu
de Dios.
(12) Y
nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene
de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido,
(13) lo
cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con
las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.
(14) Pero
el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para
él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir
espiritualmente.
(15) En
cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie.
(16) Porque
¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la
mente de Cristo.
A lo largo de todo este capítulo Pablo está comparando la
sabiduría humana con la sabiduría de Dios, dando a entender que para acceder a
la sabiduría de Dios es necesario que Dios opere Su poder y revele Su sabiduría
a través de Su espíritu en el creyente. Dios se comunica con los seres humanos
a través de Su don de espíritu santo,[4]
sin este don, es imposible recibir información de parte de Dios. Es así que una persona que no tiene el espíritu de Dios, jamás podría acceder a la sabiduría de Dios. La buena noticia de salvación que Pablo predicaba no había venido de su imaginación, ni de la de algún otro hombre, sino por una revelación de Jesucristo (Gá. 1:11-12). Lo que Pablo está diciendo aquí es que si los gobernantes de esta era (los que juzgaron a Jesús) hubiesen conocido esta sabiduría de Dios, no habrían crucificado a Cristo.
Esto coincide con lo dicho por Pedro en Hechos, luego de haber
sanado a un hombre lisiado de nacimiento, los israelitas allí presentes se
asombraron y alababan a Dios, ante esto, Pedro se dirigió a ellos:
Hechos 3:12-17
(RV-1960)
(12) Viendo esto Pedro, respondió al pueblo:
Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos
en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?
(13) El
Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado
a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato,
cuando éste había resuelto ponerle en libertad.
(14) Mas
vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un
homicida,
(15) y
matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo
cual nosotros somos testigos.
(16) Y por
la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su
nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia
de todos vosotros.
(17) Mas
ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros
gobernantes.
En el versículo 17, la palabra griega para “gobernantes” es archön, la misma palabra griega
utilizada en 1 Co. 2:6 y 8. Pedro aquí les dice a los israelitas presentes que
ellos eran responsables de haber matado a Jesús, junto con los gobernantes
judíos, sin embargo, Pedro dice que esto lo hicieron POR IGNORANCIA. Tal como
dijo Pablo, si ellos hubiesen conocido y entendido quién era Jesús, nunca lo
habrían crucificado, pero esta ignorancia era necesaria, porque Jesús debía ser
entregado por nuestros pecados.
Pablo también dijo:
Hechos 13:26-52
(RV-1960)
(26) Varones hermanos, hijos del linaje de
Abraham, y los que entre vosotros teméis a Dios, a vosotros es enviada la
palabra de esta salvación.
(27) Porque
los habitantes de Jerusalén y sus gobernantes, no conociendo a Jesús, ni las
palabras de los profetas que se leen todos los días de reposo, las cumplieron
al condenarle.
(28) Y sin
hallar en él causa digna de muerte, pidieron a Pilato que se le matase.
(29) Y
habiendo cumplido todas las cosas que de él estaban escritas, quitándolo del
madero, lo pusieron en el sepulcro.
Aquí nuevamente se nos dice que los
mismos gobernantes y líderes religiosos judíos hicieron que la Palabra de Dios
se cumpliese aún sin conocer a Jesús y sin comprender las profecías. ¡Sin
saberlo y sin quererlo estaban cumpliendo con el plan de Dios!Dios permitió
esta ignorancia en el pueblo judío para así poder completar Su plan de
redención para la humanidad.
Conclusión
Si leemos los relatos sobre la vida de
Jesús, con frecuencia veremos que él pidió que no se revele su identidad de
hijo de Dios (Mt. 8:4; 9:30; 16:20; 17:9; Mr. 1:44; 5:43; 7:36; 8:30; 9:9; Lc.
5:14; 8:56; 9:19-21). Dios tenía un plan de redención para llevar a cabo por
medio de Cristo y para que este plan pudiera concretarse era necesario que cada
persona tuviese la información necesaria conforme a su corazón y grado de
madurez. A algunas personas Jesús les habló en parábolas para que no
comprendieran el mensaje de fondo, mientras que a sus discípulos les explicaba
las cosas con claridad (Mt. 13:10-17), sin embargo, había cierta información
que sólo ciertos discípulos podían sobrellevar. Pedro, Jacobo y Juan fueron
tres discípulos privilegiados, que tuvieron la oportunidad de presenciar la
transfiguración de Jesús y recibir una fuerte confirmación de que Jesús era el
Hijo de Dios, designado por Dios para salvar a la humanidad.
La transfiguración y los hechos
sucedidos en esta visión son una muestra más del gran amor de Dios, Quien no
sólo encomienda ciertas tareas a los creyentes, sino que los prepara
adecuadamente para llevar a cabo esas tareas. En el caso de Jesús, Dios lo
fortaleció en la fe a través de la visión de Moisés y Elías hablando con él, no
sabemos qué es exactamente lo que Jesús habló con ellos, pero sabemos que tenía
relación con lo que Jesús habría de padecer y lo que con eso lograría. En el
caso de Pedro, Jacobo y Juan, a través de esta visión recibieron la
confirmación de que Jesús era el Redentor prometido y fueron fortalecidos para
la futura misión que tendrían, de llevar la buena noticia de salvación al
mundo, luego de que Jesús resucitara y ascendiera.
Jesús tuvo la más difícil misión
encomendada por Dios: soportar el sufrimiento de la cruz. Él no fue forzado a
morir por nosotros, sino que voluntariamente dio su vida para que nosotros
seamos salvos en su nombre. Sin embargo, él tuvo todo el apoyo necesario por
parte del Padre para poder soportar la cruz y terminar la obra de redención
planeada por Dios. Esto nos sirve hoy de ejemplo para confiar en nuestro Padre
celestial y saber que Él siempre nos apoya y nos cuida, dándonos lo necesario
para que tengamos vigor, ánimo y gozo para hacer aquellas buenas obras que ha
preparado para nosotros (Ef. 2:10).
Hebreos 12:1-3
(RV-1960)
(1) Por tanto, nosotros también, teniendo en
derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del
pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por
delante,
(2) puestos
los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto
delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la
diestra del trono de Dios.
(3) Considerad
a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que
vuestro ánimo no se canse hasta desmayar.
[1]Las citas de las Escrituras
marcadas como “RV-1960”
fueron tomadas de la versión “Reina-Valera”,
revisión de 1960, por las Sociedades Bíblicas Unidas.
[2] Para más información acerca de qué dice la Biblia acerca de los que
han muerto, lea mi estudio “La esperanza del cristiano”.
[3]
[4] Para más información acerca de qué es el don de “espíritu santo” y
cómo actúa Dios a través de éste recomiendo leer mi estudio “El don de espíritusanto”.
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