Introducción
En este estudio
vamos a analizar una pasaje de las Escrituras que creo que ha sido generalmente
mal interpretado y que, entendido correctamente en su contexto puede traer
nueva luz sobre la relación entre Dios y los creyentes a causa de los logros de
Jesucristo.
El texto en cuestión
es el siguiente:
Juan 14:1-3 (RV-1960)
(1) No se turbe vuestro corazón; creéis en
Dios, creed también en mí.
(2) En la
casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho;
voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
(3) Y si
me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para
que donde yo estoy, vosotros también estéis.
Por
lo general, se ha enseñado, y se enseña, que las “moradas” aquí mencionadas se
refiere a “moradas celestiales”, en las que los creyentes habitarán en el
futuro, luego de ser resucitados. Sin embargo, veremos que el contexto de este
pasaje habla de una realidad totalmente diferente y que lo que Jesús dijo aquí
está lejos de significar que él iría a preparar “habitaciones” en las que los
creyentes iban a vivir perpetuamente.
¿Dónde vivirán los creyentes? ¿En el cielo o en la Tierra?
Si
bien este es un tema largo de tratar, brevemente quiero mostrar que la Biblia
nos enseña que los creyentes no vamos a vivir en el cielo cuando Jesús
gobierne, ni tampoco viviremos en el cielo cuando estemos en la era final que
Dios ha preparado.
En
Proverbios, se nos dice que “los justos” van a habitar la Tierra, no el cielo:
Proverbios 2:21-22
(RV-1960)
(21) Porque los rectos habitarán la tierra, Y
los perfectos permanecerán en ella,
(22) Mas
los impíos serán cortados de la tierra, Y los prevaricadores serán de ella
desarraigados.
Algo
similar leemos en Isaías:
Isaías 65:9-10
(RV-1960)
(9) Sacaré descendencia de Jacob, y de Judá
heredero de mis montes; y mis escogidos poseerán por heredad la tierra, y mis
siervos habitarán allí.
(10) Y será
Sarón para habitación de ovejas, y el valle de Acor para majada de vacas, para
mi pueblo que me buscó.
Profetizando
sobre cómo vivirán las personas durante el reinado del Mesías, Isaías escribe:
Isaías 11:6-9 (RV-1960)
(6) Morará el lobo con el cordero, y el
leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica
andarán juntos, y un niño los pastoreará.
(7) La
vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey
comerá paja.
(8) Y el
niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá
su mano sobre la caverna de la víbora.
(9) No
harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del
conocimiento de Jehová [Yahweh], como
las aguas cubren el mar.
Como
se ve claramente, la vida del creyente durante el reinado de Jesús será en la
Tierra. Existirán lobos, corderos, leopardos, cabritos, becerros, leones,
vacas, osas, bueyes, víboras. Todos estos serán inofensivos y estarán presentes
en el reino de Cristo en la Tierra, en donde también estarán los creyentes
resucitados. El último versículo es enfático: “la Tierra será llena del conocimiento de Yahweh”.
Isaías
también dice:
Isaías 51:3 (RVA)
Ciertamente Jehovah consolará a
Sion; él consolará todas sus ruinas. Convertirá su desierto en Edén y su región
árida en huerto de Jehovah [Yahweh]. Alegría y gozo habrá en ella, acciones de gracias y
sonido de cánticos.
Isaías
no habla de una nueva “morada” en el cielo, sino de una vida en la Tierra en
donde los desiertos van a ser convertidos en Edén (en paraísos, jardines
fructíferos), y su región árida será convertida en huertos. Esto nos enfatiza
cuán próspera y bendita será aquella Tierra futura.
Ezequiel 36:33-35 (RVA)
(33) Así ha dicho el Señor Jehovah: “El día en
que yo os purifique de todas vuestras iniquidades, haré también que sean
habitadas las ciudades y que sean reconstruidas las ruinas.
(34) La
tierra desolada será cultivada, en contraste con haber estado desolada ante los
ojos de todos los que pasaban.
(35) Y
dirán: ‘Esta tierra que estaba desolada ha venido a ser como el jardín de Edén,
y estas ciudades que estaban destruidas, desoladas y arruinadas ahora están
fortificadas y habitadas.’
Nuevamente,
la promesa es la de la restauración de la Tierra, no la de una vida en algún
lugar en el cielo. La promesa dada a Israel, la cual se ve a los largo de todas
las profecías del AT es que Dios restaurará la Tierra y la dará por heredad a
los justos. Esta es la promesa dada a Abraham y sus descendientes y es la misma
promesa que está vigente para nosotros hoy.
Dios
prometió a Abraham:
Génesis 13:14-17
(RV-1960)
(14) Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se
apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el
norte y el sur, y al oriente y al occidente.
(15) Porque
toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre.
(16) Y haré
tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede contar el polvo
de la tierra, también tu descendencia será contada.
(17) Levántate,
vé por la tierra a lo largo de ella y a su ancho; porque a ti la daré.
Esta
promesa dada a Abraham tendrá su cumplimiento en el futuro, porque Abraham
nunca llegó a poseer toda la tierra que Dios le prometió. Además, la promesa es
que esa tierra sería para él y toda su descendencia, la cual sería incontable.
El
apóstol Pablo nos enseña:
Gálatas 3:13-18
(RV-1960)
(13) Cristo nos redimió de la maldición de la
ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es
colgado en un madero),
(14) para
que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de
que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.
(15) Hermanos,
hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado,
nadie lo invalida, ni le añade.
(16) Ahora
bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las
simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la
cual es Cristo.
(17) Esto,
pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley
que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la
promesa.
(18) Porque
si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a
Abraham mediante la promesa.
Gálatas 3:24-29
(RV-1960)
(24) De manera que la ley ha sido nuestro ayo,
para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.
(25) Pero
venida la fe, ya no estamos bajo ayo,
(26) pues
todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús;
(27) porque
todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.
(28) Ya no
hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque
todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.
(29) Y si
vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según
la promesa.
Cada
persona que ha creído en Cristo como un Señor vivo, resucitado por Dios, ahora
es “de Cristo” y es heredero de la promesa dada a Abraham, porque es
considerado “linaje de Abraham”. Abraham es considerado el “padre” de los
creyentes y es por eso que cada persona que ha creído en Cristo como Señor es
considerado un descendiente de Abraham en cuanto a la fe. Por nuestra fe, las
promesas dadas a Abraham son trasladadas a nosotros. Esto quiere decir que
nosotros heredaremos también, junto con Abraham, la tierra que Dios prometió.
Incluso
en el libro de Apocalipsis leemos:
Apocalipsis 21:1-5
(RV-1960)
(1) Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra
pasaron, y el mar ya no existía más.
(2) Y yo
Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios,
dispuesta como una esposa ataviada para su marido.
(3) Y oí
una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los
hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará
con ellos como su Dios.
(4) Enjugará
Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más
llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.
(5) Y el
que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y
me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.
Aquí
no se dice que los creyentes ASCENDIERON hacia la santa ciudad, sino que la
santa ciudad DESCENDIÓ a la Tierra. Dios estará con nosotros en la Tierra,
nosotros habitaremos la Tierra en los tiempos finales.
El contexto de Juan 14
Algo
muy importante a tener en cuenta cuando se estudia cualquier pasaje de las
Escrituras es tener en cuenta su contexto, porque muchas veces los malos
entendidos se producen por no leer el contexto completo en que un versículo o
párrafo está inmerso. Muchas veces la simple lectura del contexto nos ayuda a
resolver grandes problemas de entendimiento.
En
este caso, el contexto previo nos sitúa en la última cena de Jesús, previo a su
arresto y crucifixión. Jesús estaba dando sus últimas lecciones a los
discípulos, para que ellos se mantuvieran firmes en la fe hasta la resurrección
del Señor. La tortura por la que iba a pasar Jesús, sin duda iba a causar
tropiezo en la fe de los discípulos e iba a ser un duro golpe para ellos ver
que el Rey prometido, en lugar de tomar posesión de la Tierra, estaría siendo
humillado y torturado, así que Jesús debía asegurarse de que entendieran que
todo esto era necesario dentro del plan de Dios.
Juan 14:1-6 (RV-1960)
(1) No se turbe vuestro corazón; creéis en
Dios, creed también en mí.
(2) En la
casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho;
voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
(3) Y si
me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para
que donde yo estoy, vosotros también estéis.
(4) Y
sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.
(5) Le
dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el
camino?
(6) Jesús
le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino
por mí.
Lo
primero que leemos aquí es la exhortación de Jesús para que el corazón de los
discípulos no esté turbado ni temeroso. Jesús les comienza a explicar que era
necesario que él muriera y fuera al Padre, para así “preparar lugar” para
ellos. Luego analizaremos lo que significa esto, ahora nos concentraremos en
entender el contexto general de este capítulo.
En el
versículo 6, Jesús les dice que él era el camino, la verdad y la vida y que
nadie iba al Padre (a Dios) sino por medio de él. En otras palabras, Jesús
estaba diciendo que sólo mediante él se podía llegar hacia la vida de la era
futura que Dios había prometido. Fuera de la fe en Jesús, no hay forma de
alcanzar la salvación, pero para que esto sucediera, era necesario que Cristo
muriera en el madero.
Juan 14:7-10 (RV-1960)
(7) Si me conocieseis, también a mi Padre
conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.
(8) Felipe
le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta.
(9) Jesús
le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido,
Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú:
Muéstranos el Padre?
(10) ¿No
crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo,
no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las
obras.
Aquellos
quienes creen que Jesús es Dios, frecuentemente usan el versículo 7 y 9 para
argumentar que Jesús es Dios, sin embargo, en su contexto correcto esta idea es
refutada, porque queda claro que Jesús no está declarando una igualdad de
esencia y ser con Dios, sino una igualdad de propósito y conducta, porque Jesús
siempre actuaba y hablaba conforme a la voluntad de Dios. Como Jesús siempre
hacía la voluntad de Dios, quien lo había “visto”, podía ver a Dios mismo a
través de sus acciones. Dios es un Dios glorioso, inmortal, invisible, su
poder, amor y gloria son muy difíciles de comprender para el ser humano, pero
en Jesús los discípulos tenían un reflejo de esa gloria de Dios y podían llegar
a comprender al menos un poco de la grandeza del poder y amor de Dios, en ese
sentido, los discípulos podían “ver” a Dios al ver actuar a Jesús.
Juan 14:11-12 (RV-1960)
(11) Creedme que yo soy en el Padre, y el
Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.
(12) De
cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las
hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.
Aquí
Jesús conecta sus declaraciones previas con lo que Dios iba a hacer disponible
luego de que Jesús fuera hacia Dios. Porque Jesús iba hacia el Padre (en su
muerte, resurrección y ascensión), los creyentes iban a tener disponibles
manifestar la misma clase de poder que operó Jesús, e iban a poder hacer “aun
mayores” obras que las que Jesús mismo hizo.
Imagínense
la situación, los discípulos estaban tristes porque Jesús iba a morir, se
estaba por ir el hombre que más amor, poder y liberación había manifestado en
toda la historia. Se estaba por ir de esta Tierra el gran predicador, el
estupendo Maestro, el más tierno Pastor, el más potente Profeta ¿quién se iba a
encargar de las ovejas perdidas de Israel? Es este contexto de tristeza de
parte de los apóstoles Jesús les dice (en palabras nuestras): “¿Vieron todo el
poder que yo manifesté? Ese poder no es mío, es de Dios, yo lo manifiesto
porque Dios mora en mí, pero si yo voy al Padre, ustedes también van a tener
este poder y van a poder hacer las obras que yo hice y aún mayores. ¡Les
conviene que me vaya!”
Juan 14:13-17 (RV-1960)
(13) Y todo lo que pidiereis al Padre en mi
nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
(14) Si
algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.
(15) Si me
amáis, guardad mis mandamientos.
(16) Y yo
rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para
siempre:
(17) el
Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le
conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en
vosotros.
En el
versículo 16, la palabra que se traduce “otro” es en griego allos, que significa “otro de la misma
clase”. Por otro lado, la palabra “consolador” es en griego parakletos, que significa “ayudante,
intercesor, mediador”. Hasta ese entonces, Jesús era el “ayudador” o
“intercesor” entre las personas y Dios, pero aquí Jesús está diciendo que si él
se iba al Padre (en su muerte, resurrección y ascensión), el Padre enviaría otro ayudador o intercesor de la misma clase que él. Más adelante
en este estudio vamos a analizar esto también.
Juan 14:18-21 (RV-1960)
(18) No os dejaré huérfanos; vendré a
vosotros.
(19) Todavía
un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo,
vosotros también viviréis.
(20) En
aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo
en vosotros.
(21) El que
tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama,
será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.
Nuevamente,
Jesús refuerza la idea de que no se iban a quedar solos e indefensos, sino que
tendrían su compañía, pero desde otro plano, si ellos permanecían en el amor a
Dios y a Jesús.
Juan 14:22-24 (RV-1960)
(22) Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor,
¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?
(23) Respondió
Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y
vendremos a él, y haremos morada con él.
(24) El que
no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino
del Padre que me envió.
Aquí
nuevamente podemos ver que Jesús está dando una anticipación de lo que iba a
suceder luego de que él resucitara: él y el Padre iban a hacer morada en
quienes le aman y guardan su palabra.
Juan 14:25-31 (RV-1960)
(25) Os he dicho estas cosas estando con
vosotros.
(26) Mas el
Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os
enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.
(27) La paz
os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe
vuestro corazón, ni tenga miedo.
(28) Habéis
oído que yo os he dicho: Voy, y vengo a vosotros. Si me amarais, os habríais
regocijado, porque he dicho que voy al Padre; porque el Padre mayor es que yo.
(29) Y
ahora os lo he dicho antes que suceda, para que cuando suceda, creáis.
(30) No
hablaré ya mucho con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo, y él
nada tiene en mí.
(31) Mas
para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago.
Levantaos, vamos de aquí.
Como
podemos ver, el capítulo cierra con la declaración de Jesús de que todo esto es
una profecía que anticipa todo lo que iba a suceder luego de que Jesús muriera,
fuera resucitado y ascendiera a Dios. Esto era muy importante para los
discípulos, porque nadie jamás había profetizado que los creyentes iban a tener
a Dios y a Cristo “morando” en ellos, debió haber sido todo un golpe al cerebro
de los discípulos estas palabras de Jesús. Y aunque por el momento ellos
estaban turbados, con miedo, tristeza, dudas e incertidumbre, las palabras
anticipadas de Jesús les darían paz, una completa paz, en el momento en que
ellos vieran todo esto cumplirse.
Jesús
no les dio la paz del mundo diciendo “no se preocupen, no me va a pasar nada”,
sino que les dio otro tipo de paz, una paz basada en no ocultar la realidad de
las cosas, las cuales mostraban un presente turbio, pero con un futuro glorioso.
Lo que Jesús iba a hacer es un sacrificio sublime con el fin de que los que
aman a Dios pudieran tener una íntima relación con Dios, tan íntima como la que
Jesús mismo tuvo con Dios.
En
todo el contexto de este capítulo, Jesús no habla para nada del lugar en el que
los creyentes van a vivir en el futuro, por lo que los primeros versículos
parecieran fuera del “cuadro” que Jesús está pintando aquí. ¿Qué tienen que ver
las “moradas” de la casa de Dios con lo que Jesús dijo luego. Veremos que, bien
entendidos, estos versículos encajan perfectamente en el contexto y nos darán
una nueva luz sobre todo este pasaje.
Las “moradas” de la casa de Dios
Ahora
que ya hemos repasado el contexto del capítulo 14, iremos analizando los
primeros versículos paso a paso.
Juan 14:1-3 (RV-1960)
(1) No se turbe vuestro corazón; creéis en
Dios, creed también en mí.
(2) En la
casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho;
voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
(3) Y si
me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para
que donde yo estoy, vosotros también estéis.
Lo
primero que quiero hacer notar es la diferencia entre “casa” y “morada”, tan
sólo el análisis de estas dos palabras desde su texto griego nos aclarará bastante
el sentido de estos versículos.
La
palabra traducida aquí como “casa” es en griego oikia, que es la palabra que genéricamente se traduce como “casa”,
pero en muchos contextos se usa en forma de metonimia
para designar a un hogar o la familia que habita esa casa.
Por
ejemplo, en Juan 4 leemos:
Juan 4:53 (RV-1960)
El padre entonces entendió que
aquella era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa.
Por
supuesto, no es la casa como edificación que creyó en Jesús, sino que se
refiere a que las personas que habitaban en esa casa creyeron en Jesús. Es así
que vemos que la palabra “casa” no sólo indica un lugar físico en donde una
persona habita, sino también el grupo de personas que habitan en esa casa.
La
palabra griega que se traduce “moradas” en Juan 14:2 es en griego monë, que significa primariamente “lugar
de permanencia” y de allí toma el sentido de “morada, habitación, hogar”. Lo
que tenemos que tener en cuenta es que el sentido esencial y primario de esta
palabra es el de un lugar en donde alguien se queda o permanece continuamente,
lo cual puede ser dentro de una habitación, casa o edificación, o fuera de
ésta. Esta palabra griega, notablemente, se usa sólo dos veces en la Biblia:
aquí y en el versículo 23, este hecho conecta directamente a ambos versículos.
Juan 14:22-23 (RV-1960)
(22) Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor,
¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?
(23) Respondió
Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y
vendremos a él, y haremos morada con él.
Lo
que vemos aquí es que Jesús está diciendo que porque él iba a ir al Padre,
quienes le amaban iban a tener a Jesús y a Dios haciendo “morada” en esa
persona. En otras palabras, aquí Jesús dice que por su sacrificio, los que aman
a Dios iban a tener a Dios y Jesús PERMANECIENDO en ellos.
Si
leemos sobre la vida de los profetas y creyentes anteriores a Cristo, de
ninguno de ellos se dice que Dios haya “morado” en ellos, que Dios haya estado
permanentemente en ellos. Muchos de los antiguos creyentes manifestaron el
poder del espíritu santo, pero jamás se dice que el espíritu santo estuviera de
modo permanente en ellos. Ellos podían perder el espíritu si pecaban. Pero
Jesús iba a dar su vida en rescate por los creyentes y es así que Dios iba a
hacer “morada” en los creyentes.
Juan 14:1-3 (RV-1960)
(1) No se turbe vuestro corazón; creéis en
Dios, creed también en mí.
(2) En la
casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy,
pues, a preparar lugar para vosotros.
(3) Y si
me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para
que donde yo estoy, vosotros también estéis.
Teniendo
en cuenta lo visto, ahora podemos comprender que cuando Jesús habló de que Dios
tenía muchas “moradas” en Su casa, no se estaba refiriendo a lugares en los que
los cristianos vayan a vivir en el futuro, sino a que Dios tenía planeado
habitar permanentemente en “muchos” cristianos, luego de que Cristo diera su
vida y fuera resucitado y exaltado.
Hasta
ese entonces, Jesús era el único en quien había una “morada” (un lugar de
permanencia) de Dios, sin embargo, por su sacrificio, cada persona que cree en
Jesús como Señor y Salvador, ahora tiene a Dios y a Cristo “morando” (permaneciendo)
en ella.
Es
así que, comprendiendo correctamente este contexto, tenemos que “la casa” de
Dios no se refiere al cielo en sí, sino al hogar o familia de Dios. Dios tenía
en sus planes tener una familia con la cual “morar” para siempre y esta familia
iba a estar compuesta por muchos miembros. Lo que Jesús les está comenzando a
explicar aquí es que Jesús no iba a ser el único Hijo dentro de la familia de
Dios, sino que pronto cada uno de ellos iban a ser parte de la “casa” de Dios e
iba a tener a Dios “morando” en ellos.
Un “intercesor” morando en los creyentes
Como
expliqué, la palabra griega que se traduce “morada” es monë, esta palabra, está relacionada con el verbo griego menö, que significa “quedarse,
permanecer, habitar, morar”. Este verbo griego utiliza también Jesús en este
contexto:
Juan 14:10 (RV-1960)
¿No crees que yo soy en el Padre,
y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia
cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras.
La
palabra “mora” aquí es menö, que nos
conecta este versículo con las “moradas” de los versículos 2 y 23. Aquí Jesús
dice que él no hablaba por su propia cuenta, ni sus obras poderosas eran de su
propio poder, sino que esto lo hacía “el Padre que mora en mí”. Es así que la
permanencia de Dios en Cristo está directamente relacionada con las palabras y
el poder de Jesús. Jesús estaba diciendo que él no era un ser humano con poder
propio, sino que su poder y sabiduría provenían de su íntima comunión con Dios.
En el contexto, está diciendo que ese poder y sabiduría no se iban a perder, no
iban a desaparecer, porque luego de que él diera su vida, Dios iba a hacer
morada en cada creyente del mismo modo que lo hizo en Jesús y así cada creyente
iba a poder reproducir el poder y sabiduría de Jesús, en la medida que
obedecieran a la Palabra de Dios.
Juan 14:16-17 (RV-1960)
(16) Y yo rogaré al Padre, y os dará otro
Consolador, para que esté con vosotros para siempre:
(17) el
Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le
conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en
vosotros.
En el
versículo 16, la palabra “esté” es en griego menö, al igual que la palabra “mora” en el versículo 17. Ya
habíamos visto que la palabra “Consolador” es en griego paraklëtos, que significa “ayudador, intercesor, mediador” y que
“otro” refiere a “otro de la misma clase”. Es así que vemos que el otro
“ayudador” o “intercesor” que vendría, iba a “morar” CON los creyentes. También
nos dice que el Espíritu de verdad ahora moraba CON ellos y luego iba a estar
EN ellos.
Noten
que escribí con mayúsculas las preposiciones “CON” y “EN”, esto es para hacer
notar la diferencia de preposiciones en estos versículos. A simple vista se ve
que hay una diferencia entre el uso de las preposiciones “con” y “en”, pero en
el griego la diferencia es aún más notable.
La
primera preposición “con” (en el versículo 16) es en griego meta, en caso genitivo, que significa
“en compañía de”. La segunda preposición “con” (en el 17) es la preposición
griega para, en caso dativo, y
significa “cerca de” o “al lado de”. Por otro lado, la preposición “en” es en
griego “en”, que primariamente significa “dentro de”. Entonces, podríamos
traducir así estos dos versículos:
“Y yo rogaré al Padre, y les dará otro intercesor de la misma clase que yo, para que
permanezca en compañía de ustedes
hacia la era; el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no es capaz de recibir
porque no le ve ni le conoce, pero ustedes lo conocen, porque permanece cerca de ustedes y estará dentro de ustedes.”
Entonces,
lo que notamos aquí es que Jesús iba a ascender y a rogar al Padre para que dé
a los creyentes un intercesor de la misma clase que Jesús mismo, este
intercesor es llamado “el Espíritu de la Verdad”. Éste, dice Jesús, estaba
cerca de ellos, pero iba a estar dentro de ellos e iba a permanecer (o “morar”)
en compañía de ellos. Estas palabras contienen mucho para dilucidar, pero antes
de analizar cada detalle, vamos a seguir leyendo.
Juan 14:18-21 (RV-1960)
(18) No os dejaré huérfanos; vendré a
vosotros.
(19) Todavía
un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo,
vosotros también viviréis.
(20) En
aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo
en vosotros.
(21) El que
tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama,
será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.
Nuevamente
vemos que aquí Jesús está tratando de alentarlos, diciéndoles que no iban a
quedar huérfanos y que en poco tiempo él iba a irse de la Tierra, pero que sus
discípulos lo volverían a ver. Además, les dice que “en aquel día”, ellos iban
a conocer que Jesús estaba en el Padre y ellos en él y él en ellos. En otras
palabras, Jesús les está diciendo que luego de su ascensión se iba a hacer
disponible un tipo de comunión con Dios y con él muy, muy, muy íntima, al punto
de que es como si uno estuviese dentro del otro.
La
mala interpretación de todo este pasaje ha llevado a algunos cristianos a creer
que Jesús está presentándose como siendo Dios mismo, sin embargo, él lo que
está haciendo es mostrar el nivel de intimidad que Jesús tenía con Dios, el
cual se haría disponible también para todos los que le aman luego de que él
diera su vida y fuera resucitado.
Juan 14:23-26 (RV-1960)
(23) Respondió Jesús y le dijo: El que me ama,
mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada
con él.
(24) El que
no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino
del Padre que me envió.
(25) Os he
dicho estas cosas estando con vosotros.
(26) Mas el
Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os
enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.
Juan 15:26-27 (RV-1960)
(26) Pero cuando venga el Consolador, a quien
yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él
dará testimonio acerca de mí.
(27) Y
vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el
principio.
Noten que en estos versículos el parakletos, el “intercesor” es llamado
también “el Espíritu Santo” y “el Espíritu de la Verdad”. En el capítulo 14
Jesús dice que éste sería enviado por el Padre, pero en el 15 Jesús dice que él
mismo lo enviaría desde el Padre. Esto puede parecer una contradicción, pero no
lo es, porque sabemos que Jesús ahora es mediador entre Dios y los seres
humanos y que todo lo que Dios “envía” a los creyentes lo envía por medio de
Jesucristo. En realidad, aquí Jesús les está anticipando que él iría al cielo
con Dios y estaría trabajando junto con Dios.
Más adelante leemos:
Juan 16:5-27 (RV-1960)
(5) Pero ahora voy al que me envió; y ninguno
de vosotros me pregunta: ¿A dónde vas?
(6) Antes,
porque os he dicho estas cosas, tristeza ha llenado vuestro corazón.
(7) Pero
yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el
Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.
Juan 16:12-14 (RV-1960)
(12) Aún
tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.
(13) Pero
cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no
hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará
saber las cosas que habrán de venir.
(14) El me
glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.
Jesús aquí dice que el Espíritu de la
Verdad (el intercesor) los iba a guiar hacia “toda la verdad” y que iba a tomar
de lo que es de Jesús y lo haría saber a los discípulos. En todo esto que
leemos surgen muchas cosas confusas, en principio pareciera que este
“intercesor” iba a ser una clase de espíritu que no es Dios ni es Jesús, pero
que tiene vida propia como para tomar de la sabiduría y poder de Dios y de
Jesús y dárselo a los creyentes. En todo el texto no queda muy claro qué cosas
iba a hacer Dios, qué cosas haría Jesús y qué cosas haría este “intercesor”
misterioso del cual habla Jesús.
La clave para entender todo el contexto
Desde estos tres capítulos del libro de
Juan (14 al 16) se han derivado incontables doctrinas diferentes y, en muchos
casos contradictorias y creo que esto se debe, en parte, a no haber prestado
atención a un versículo MUY IMPORTANTE en todo este contexto.
Juan 16:25 (RV-1960)
Estas cosas os he hablado en alegorías; la hora viene cuando ya
no os hablaré por alegorías, sino
que claramente os anunciaré acerca del Padre.
Todo
esto que Jesús dijo está hablado en “alegorías”, lo cual incluye todo lo que
dijo desde el capítulo 14. ¿Qué es una “alegoría”? Bien, la palabra griega que
aquí se traduce “alegorías” es en griego paroimia,
que significa “figura, dicho oscuro, proverbio”. Esta palabra se utiliza con
para referirse a una historia o enseñanza que contienen cierta oscuridad que
oculta el verdadero sentido de lo que se está diciendo. En otras palabras, contiene
un mensaje en forma velada y no una descripción literal de los hechos. Existen
cinco usos de esta palabra griega, cuatro de los cuales son de Juan y tres
están en este contexto. Previo al análisis de esta figura en este texto, veamos
los otros dos usos de la palabra griega paroimia:
Juan 10:1-6 (RV-1960)
(1) De cierto, de cierto os digo: El que no
entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte,
ése es ladrón y salteador.
(2) Mas el
que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es.
(3) A éste
abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y
las saca.
(4) Y
cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le
siguen, porque conocen su voz.
(5) Mas al
extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los
extraños.
(6) Esta
alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.
En el
versículo 6, la palabra “alegoría” es la palabra griega paroimia. Noten que Jesús aquí se está refiriendo a un hecho
habitual y muy conocido entre los habitantes de su época. Todos ya sabían que
el pastor entraba por la puerta del redil a llevarse las ovejas a pastar y que
los ladrones saltaban el cerco para robarse las ovejas, el que Jesús contara esto
no sería nada nuevo, pero él quiso dar una lección a través de estas palabras.
Como vemos en el versículo 6, nadie entendió a qué se refería, recién pudieron
comprender el mensaje luego de que Jesús les da la explicación en los
versículos siguientes.
2 Pedro 2:20-22
(RV-1960)
(20) Ciertamente, si habiéndose ellos escapado
de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador
Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene
a ser peor que el primero.
(21) Porque
mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después
de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado.
(22) Pero
les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la
puerca lavada a revolcarse en el cieno.
En
este caso la palabra paroimia fue
traducida “proverbio”, sin embargo, también vemos que se refiere a un dicho con
un mensaje oculto, porque el dicho: “el perro vuelve a su vómito y la puerca
lavada a revolcarse en el cieno” se está refiriendo, como el mismo contexto lo
dice, a aquellas personas que luego de haber sido limpiadas con la sangre de
Cristo vuelven a ensuciarse con las contaminaciones del mundo, vuelven a
alimentarse de aquello que tanto mal les había hecho.
Estos
dos ejemplos nos sirven para comprender que una paroimia se refiere a una enseñanza con un mensaje oculto o velado,
no a algo literal. Por eso, todo lo que Jesús habló en los capítulos 14, 15 y
16 deben comprenderse como parte de un dicho figurado, un mensaje alegórico que
no es estrictamente literal.
Juan 14:28-31 (RVA)
(28) Oísteis que yo os dije: “Voy y vuelvo a
vosotros.” Si me amarais, os gozaríais de que voy al Padre, porque el Padre es
mayor que yo.
(29) Ahora
os lo he dicho antes que suceda, para que cuando suceda, creáis.
(30) Ya no
hablaré mucho con vosotros, porque viene el príncipe de este mundo y él no
tiene nada en mí.
(31) Pero
para que el mundo conozca que yo amo al Padre y como el Padre me mandó, así
hago. Levantaos. ¡Vamos de aquí!
1 Corintios 2:6-8 (RVA)
(6) Sin embargo, hablamos sabiduría entre los
que han alcanzado madurez; pero una sabiduría, no de esta edad presente, ni de
los príncipes de esta edad, que perecen.
(7) Más
bien, hablamos la sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta que Dios
predestinó desde antes de los siglos para nuestra gloria.
(8) Ninguno
de los príncipes de esta edad conoció esta sabiduría; porque si ellos la
hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de la gloria.
Noten
que Jesús dijo que ya no hablaría mucho con sus discípulos porque estaba
viniendo el príncipe de este mundo, y el apóstol Pablo dice que si los
príncipes de esta edad hubieran conocido ciertas cosas de la sabiduría de Dios,
nunca habrían crucificado al Señor. Yo creo que esta es la razón por la cual
Jesús estaba hablando en forma velada o figurada, había cierta sabiduría que no
podía darse a conocer claramente en ese momento en que Jesús aún no había sido
crucificado, pero Jesús les habló así porque sabía que aunque los discípulos no
comprenderían su mensaje en ese momento, pasada su resurrección y ascensión
todo este mensaje les traería paz, gozo y fortaleza espiritual:
Juan 14:27-28 (RV-1960)
(27) La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os
la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.
(28) Habéis
oído que yo os he dicho: Voy, y vengo a vosotros. Si me amarais, os habríais
regocijado, porque he dicho que voy al Padre; porque el Padre mayor es que yo.
Juan 16:1-3 (RV-1960)
(1) Estas cosas os he hablado, para que no
tengáis tropiezo.
(2) Os
expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate,
pensará que rinde servicio a Dios.
(3) Y
harán esto porque no conocen al Padre ni a mí.
Juan 16:20-22 (RV-1960)
(20) De cierto, de cierto os digo, que
vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros
estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo.
(21) La
mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que
ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya
nacido un hombre en el mundo.
(22) También
vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro
corazón, y nadie os quitará vuestro gozo.
Juan 16:33 (RV-1960)
(33) Estas cosas os he hablado para que en mí
tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al
mundo.
Como
se puede ver, Jesús les está diciendo que se estaba gestando algo en el mundo
espiritual que estaba a punto de ser “dado a luz”, esto iba a traer un tiempo
de dolor, temor, desconcierto y aflicción a los discípulos, pero al final la
tristeza se convertiría en gozo y la paz de Dios llenaría sus corazones, cuando
el espíritu de Dios llegara a ellos, luego de la exaltación de Jesús.
Dios en Cristo en nosotros
Ahora
que ya sabemos que todo este relato está en forma de alegoría, intentaremos comprender
todo el mensaje que hay detrás.
Juan 14:16-17
(RV-1960)
(16) Y yo rogaré al Padre, y os dará otro
Consolador [“intercesor”], para
que esté [“permanezca”] con [“en
compañía de”] vosotros
para siempre:
(17) el Espíritu
de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce;
pero vosotros le conocéis, porque mora [“permanece”] con [“cerca de”] vosotros, y estará en [“dentro
de”] vosotros.
Aquí
notamos que el “intercesor” es el “Espíritu
de la Verdad” y que éste no puede ser recibido por el mundo, porque el mundo no
le ve ni le conoce. Pero Jesús les dice que el espíritu estaba cerca de ellos.
Recordemos lo que Jesús dijo previo a estos versículos:
Juan 14:8-10 (RV-1960)
(8) Felipe le dijo: Señor, muéstranos el
Padre, y nos basta.
(9) Jesús
le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido,
Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos
el Padre?
(10) ¿No
crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo,
no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace
las obras.
Lo que Jesús está diciendo es que Dios
estaba actuando desde dentro de él, al punto que quien veía y conocía a Jesús,
podía conocer y percibir a Dios mismo, que moraba dentro de él. Por eso, cuando
Jesús habla, en los versículos 16 y 17 acerca del “intercesor”, el “Espíritu de
la Verdad”, que iba a “permanecer” en compañía de ellos y dentro de ellos, se
estaba refiriendo no a una persona o ente incorpóreo que iba a estar dentro del
cristiano, sino a que Dios mismo, por medio de Cristo, iba a estar con ellos y
en ellos. Esto mismo nos dicen los siguientes versículos:
Juan 14:18-21
(RV-1960)
(18) No os
dejaré huérfanos; vendré a vosotros.
(19) Todavía
un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo,
vosotros también viviréis.
(20) En
aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo
en vosotros.
(21) El que
tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama,
será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.
Hablando
de forma no-velada, Pablo dice lo siguiente:
Colosenses 1:24-27
(RV-1960)
(24) Ahora me gozo en lo que padezco por
vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su
cuerpo, que es la iglesia;
(25) de la
cual fui hecho ministro, según la administración de Dios que me fue dada para
con vosotros, para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios,
(26) el
misterio [“secreto espiritual”] que había estado oculto desde los siglos y edades,
pero que ahora ha sido manifestado a sus santos,
(27) a
quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio [“secreto
espiriual] entre los
gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria,
Noten
que el hecho de que Cristo iba a estar dentro del creyente era un secreto
espiritual guardado por Dios. Por cuestiones de la sabiduría de Dios en cuanto
a Su plan de redención, Dios no reveló estar realidad espiritual sino hasta
después de la exaltación de Jesús. Jesús sabía lo iba a suceder luego de su
ascensión, porque Dios se lo había revelado, sin embargo, él no podía
directamente darlo a conocer a sus discípulos, así que habló sobre un “intercesor”
morando dentro de ellos, sin mencionar que él mismo sería ese intercesor.
Juan
mismo, hablando ya en forma no-velada, vuelve a hablar sobre el intercesor:
1 Juan 2:1-2 (RV-1960)
Hijitos míos, estas cosas os
escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para
con el Padre, a Jesucristo el justo.
La
palabra que aquí se traduce como “abogado” es en griego paraklëtos, la misma palabra traducida como “Consolador” en los
otros versículos. Juan aquí está diciendo que el ayudante o intercesor es Jesús
mismo. ¡El mismo está en nosotros ayudándonos e intercediendo por nosotros a
Dios!
Ahora
noten cómo encaja esto dentro de lo dicho por Jesús en el capítulo 16:
Juan 16:5-15
(RV-1960)
(5) Pero ahora voy al que me envió; y ninguno
de vosotros me pregunta: ¿A dónde vas?
(6) Antes,
porque os he dicho estas cosas, tristeza ha llenado vuestro corazón.
(7) Pero
yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el
Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.
(8) Y
cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.
(9) De
pecado, por cuanto no creen en mí;
(10) de
justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más;
(11) y de
juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.
(12) Aún
tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.
(13) Pero
cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no
hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará
saber las cosas que habrán de venir.
(14) El me
glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.
(15) Todo
lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará
saber.
Si comprendemos que todo esto está dicho en forma velada, y
que el intercesor del cual Jesús está hablando es él mismo en su forma
exaltada, entonces podremos comprender que aquí lo que Jesús está diciendo es
que él mismo tomaría de todo lo que el Padre tiene para darlo a los cristianos,
él mismo es quien ahora nos guía a toda la verdad y él mismo es quien ahora
obra milagros en el mundo a través de cada creyente que cree y obedece a Su
voz.
Leamos la oración de Jesús a Dios luego de haber dicho
estas palabras a sus discípulos:
Juan 17:1-2 (RV-1960)
(1) Estas cosas habló Jesús, y levantando los
ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que
también tu Hijo te glorifique a ti;
(2) como
le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que
le diste.
…
Juan 17:20-26 (RV-1960)
(20) Mas no ruego solamente por éstos, sino
también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos,
(21) para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en
mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me
enviaste.
(22) La
gloria que me diste, yo les he dado, para
que sean uno, así como nosotros somos uno.
(23) Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos
en unidad, para que el
mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí
me has amado.
(24) Padre,
aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén
conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde
antes de la fundación del mundo.
(25) Padre
justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido
que tú me enviaste.
(26) Y les
he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que
me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.
Lo
que declara aquí Jesús en su oración es mucho más grande y profundo de lo que
podríamos alcanzar a comprender con un simple estudio como éste, e incluso creo
que toda nuestra vida no alcanzará para comprender la dimensión de lo que Dios
hizo por nosotros por medio de Cristo. Dios hizo una obra espiritual por medio
del sacrificio de Cristo que permite a cada creyente tener una relación con
Dios y con Cristo tan íntima que se puede considerar que Dios, Cristo y el
creyente son “uno” solo. Las realidades espirituales son invisibles, son
imperceptibles a nuestros 5 sentidos humanos y, por lo tanto, son muy difíciles
de explicar. Para poder explicar lo que Dios ha hecho en nosotros por medio de
Cristo, Él dice, en la Biblia, que somos “uno” con Cristo y con Dios. Y dice
que Dios está “en Cristo” y “Cristo” está en nosotros y que así somos “perfectos
en unidad”.
Pero
aunque espiritualmente cada creyente renacido es una “unidad” con Dios y con
Cristo, esta unidad sólo puede manifestarse cuando el creyente es obediente y
guarda los mandamientos de Dios en amor.
Juan 14:11-15 (RV-1960)
(11) Creedme que yo soy en el Padre, y el
Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.
(12) De
cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará
también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.
(13) Y todo
lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea
glorificado en el Hijo.
(14) Si
algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.
(15) Si me
amáis, guardad mis mandamientos.
Juan 15:1-12 (RV-1960)
(1) Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el
labrador.
(2) Todo pámpano
que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará,
para que lleve más fruto.
(3) Ya
vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.
(4) Permaneced
en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si
no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
(5) Yo soy
la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva
mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.
(6) El que
en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen,
y los echan en el fuego, y arden.
(7) Si
permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que
queréis, y os será hecho.
(8) En
esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.
(9) Como
el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.
(10) Si
guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado
los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.
(11) Estas
cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea
cumplido.
(12) Este
es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.
1 Juan 3:18-24
(RV-1960)
(18) Hijitos míos, no amemos de palabra ni de
lengua, sino de hecho y en verdad.
(19) Y en
esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones
delante de él;
(20) pues
si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe
todas las cosas.
(21) Amados,
si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios;
(22) y
cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus
mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.
(23) Y este
es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos
unos a otros como nos lo ha mandado.
(24) Y el
que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos
que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.
Noten
que en todos estos versículos están íntimamente ligados la obediencia a Dios,
el amor a Dios y al prójimo, las oraciones respondidas, la producción de fruto,
el gozo y la paz. Básicamente nos están mostrando que si nos mantenemos
obedientes a Dios y andamos en Su amor, llevaremos mucho fruto
espiritual, nuestras oraciones
serán respondidas y tendremos pleno gozo y paz en nuestras vidas.
La gracia y la verdad por medio de Jesucristo
A la luz de todo lo visto, hay un texto
de las Escrituras que creo que podrán ser comprendidos de manera diferente y
más completa:
Juan 1:14-18 (RV-1960)
(14) Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó
entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno
de gracia y de verdad.
(15) Juan
dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene
después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo.
(16) Porque
de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia.
(17) Pues
la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por
medio de Jesucristo.
(18) A Dios
nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha
dado a conocer.
La
palabra “verbo”, en el versículo 14, es la palabra logos, que significa “palabra, idea, propósito, plan”. Refiere al
plan de redención de Dios a través de Cristo (vean mi estudio sobre Juan
1:1). Jesús, en su vida en la Tierra, estuvo lleno de la gracia y la verdad
de Dios, y de esa plenitud tomaron todos los discípulos que estuvieron en
Jesús, y en especial Santiago, Juan y Pedro, que estuvieron con él en los
momentos más importantes y gloriosos de la vida en la Tierra de Jesús (como la transfiguración).
Juan
dice que la ley de Dios fue dada por Moisés, pero la gracia y la verdad
vinieron por medio de Jesucristo. Ciertamente, la ley de Moisés es verdad,
porque fue revelada por Dios, Quien no miente. Ciertamente, la ley de Moisés
fue un acto de gracia de Dios, porque fue un regalo de Dios para Su pueblo. Sin
embargo, la ley no alcanzaba para conocer realmente la naturaleza de amor de
Dios, ni tampoco para comprender la grandeza de las abundantes riquezas de la
gracia de Dios. Jesús trajo un entendimiento de la verdad que va más allá de
todas las fronteras antes conocidas, porque él no sólo enseñó la verdad de Dios
durante su vida en la Tierra, transmitiéndola desde “afuera” del creyente, sino
que luego de su ascensión comenzó a enseñar la verdad desde adentro de cada
creyente cristiano, por medio del cual la ley de Dios está siendo escrita en
nuestros corazones (He. 8:10-11) y no sólo en tablas de piedra. A su vez, Jesús
también trajo a nosotros una muestra de gracia de Dios jamás pensada, porque
estando muertos en delitos y pecados hemos recibido la promesa segura de vivir
para siempre en el paradisíaco reino futuro de Dios. Sin duda, Moisés trajo
verdad y gracia al pueblo de Dios, pero lo que Jesús trajo a los creyentes de
hoy es tanto más grande, que la verdad dada a Moisés pareciera no ser verdad y
la gracia dada a Moisés pareciera no ser gracia.
Nadie
vio jamás a Dios, pero cuando creemos en Cristo como Señor y guardamos los
mandamientos de nuestro Padre celestial, Cristo nos hace “ver” a Dios a través
de su acción espiritual dentro de nosotros.
Gálatas 4:6-7 (RV-1960)
Y por cuanto sois hijos, Dios envió
a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!
Romanos 11:33-36
(RV-1960)
(33) ¡Oh profundidad de las riquezas de la
sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e
inescrutables sus caminos!
(34) Porque
¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?
(35) ¿O quién
le dio a él primero, para que le fuese recompensado?
(36) Porque
de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los
siglos. Amén.
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