La maquinaria de Dios

En Honor a Su verdad

Primeros pasos en la carpintería


Mi papá es carpintero, y aunque yo no me dedico a la carpintería, he aprendido algo del oficio y en ocasiones trabajo con él y también he hecho algunos trabajos en el área de carpintería en forma individual.

Cuando yo era chico le observaba armando muebles, lijando, clavando, agujerando, poniendo tornillos, encolando, cortando, y haciendo todo aquello requerido para fabricar o restaurar muebles. Yo no podía participar de su trabajo, sólo podía observarle con admiración hacer su trabajo. En la medida que fui creciendo, él comenzó a dejar que yo le “ayudara” en tareas sencillas. Me daba una lija para pasarle a una parte de un mueble, ponía los clavos en su lugar y me dejaba darles los últimos martillazos, me pedía que le alcance las herramientas. Más adelante comenzó a dejar que presionara el botón de encendido del taladro (o agujereadora). En la medida que fui creciendo y aprendiendo pude comenzar a ayudarlo de forma más completa y poco a poco fui aprendiendo a manipular la maquinaria de carpintería: taladro, lijadora, amoladora, sierra circular, sierra caladora, defondadora, garlopa de mano, sierra sensitiva, entre otras cosas.

Este aprendizaje progresivo me ayudó a comprender la forma en que Dios nos educa como cristianos. Dios da la sabiduría en forma progresiva, conforme a lo que podemos manipular.

El crecimiento con Dios


En mi proceso de aprendizaje con la carpintería puedo ver algunos pasos de aprendizaje progresivo que se corresponden con la forma en que Dios nos educa para servirle. Mi aprendizaje en mi niñez comenzó con la simple observación, siendo muy pequeño para manipular herramientas, y por el riesgo que éstas tienen, mi papá me dejaba mirar, pero sin tocar nada. Yo tenía lo que podríamos llamar una participación inactiva , el ver cómo trabaja mi papá me sirvió para ir entendiendo la función de las distintas herramientas y para quitarme el miedo al ruido de las máquinas y los golpes de martillo. Cuando mi papá vio que ya tenía edad suficiente, comenzó a pedirme que haga tareas sencillas, él me dio tareas de poco riesgo y estaba allí, supervisándome. Además, al pedirme que le alcanzara las herramientas yo fui aprendiendo el nombre de cada herramienta y su función. No tuve que esforzarme mucho, porque lo hacía con alegría, casi como un juego ¡yo quería ayudar a mi papá! Mi ayuda no significaba un gran aporte para el trabajo de mi papá, pero fue un gran aporte para mi aprendizaje.

En la medida que fui creciendo fui luego aprendiendo a utilizar cada herramienta y al final ya muchas tareas las podía hacer por mi cuenta. Hoy en día, si bien mi papá sigue siendo más conocedor y experimentado en la carpintería, puedo ayudarlo de un modo mucho más efectivo. Él no necesita supervisarme, si me dice “coloca este estante en el placar”, sé perfectamente cómo hacerlo y qué herramientas usar. Mi ayuda hoy es la de un colaborador a la par y realmente tiene peso.

Con Dios sucede algo muy similar y creo que es muy útil que podamos reconocer las etapas de crecimiento en nuestro andar y servicio cristiano. Muchos cristianos cuando recién conocen a Cristo se llenan de entusiasmo a causa de la gracia de Dios en sus vidas y quieren inmediatamente servir a Dios en alguna función, pero fallan en el intento, esto es porque intentan manipular cosas para las cuales no están preparados y no se someten al proceso de crecimiento adecuado.

Creo que el andar cristiano tiene similitudes con mi experiencia en el aprendizaje del oficio del carpintero. Los primeros pasos consisten en observar la obra de Dios. Podemos aprender mucho leyendo las Escrituras, considerando el ejemplo de los hombres de Dios de los cuales tenemos registro en las Escrituras y también de los buenos hombres de Dios que hoy le sirven. Podemos ver qué problemas enfrentaron, qué herramientas utilizaron, cómo hicieron la tarea encomendada por Dios y cómo actuó Dios en cada caso. Esta observación de la obra de Dios en otros creyentes nos ayudará a comprender algunos aspectos del propósito y plan de Dios y cómo es que actúa Dios en el mundo a través de los cristianos. Aprender estas cosas es muy emocionante, nos conecta con Dios, con Su amor, gracia y poder.

Con el tiempo de contemplar la obra de Dios, leer y considerar Sus Escrituras y relacionarnos con Él por medio de la oración, vamos a ir creciendo y Dios va a comenzar a confiarnos pequeñas “tareas” para hacer. Hablar el evangelio a un vecino o compañero de trabajo, orar por un enfermo, ayudar a algún amigo creyente, colaborar en alguna tarea de la congregación, pequeñas cosas con aquello que podemos “manipular”. Este todavía es un tiempo de aprendizaje, aún no estamos preparados para manipular la “maquinaria” de Dios, hay ciertos riesgos en el trabajo con Dios si es que no estamos preparados para hacerlo.

Con el correr del tiempo vamos aprendiendo más sobre la obra de Dios, el amor de Dios, el poder de Dios, su forma de proceder, vamos adquiriendo conocimiento más profundo de Sus Escrituras y quizá comenzamos a operar Su poder en distintas ocasiones. A su debido tiempo, Dios podrá confiarnos un servicio determinado, con el cual podremos tener más impacto en Su obra.

Permanecer cerca del Padre


Lo importante en todo este proceso es que no debemos fijar nuestros pensamientos en el servicio en sí, sino en permanecer junto con el Padre. Pensar que queremos servir a Dios y trabajar con Él y llevar a muchos a Cristo está muy bien, pero puede convertirse en un tropiezo si nuestra meta es únicamente “ofrecer un gran servicio a Dios”. Dios no nos creó para servirle, sino para que seamos Su familia, Él quiere disfrutar para siempre de una relación con Sus hijos, el servicio cristiano es sólo algo que momentáneamente hacemos en esta era para poder ayudar a otros a conocer a Dios. Siendo así, nuestro principal objetivo debe ser estar cerca del Padre, lo cual implica conocerlo, leer la Biblia, compartir tiempo con otros cristianos, orarle, contarle nuestros deseos, tristezas, alegrías, frustraciones, dudas, temores, etc. Si nos mantenemos cerca de Dios, con el tiempo iremos aprendiendo y ganando destreza y capacidad para servirle.

Incluso nuestro Señor Jesucristo tuvo que pasar por este proceso de aprendizaje.

Lucas 1:80 (RVA)
Y el niño crecía y se fortalecía en espíritu…

Lucas 2:40 (RVA)
El niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él.

Lucas 2:52 (RVA)
Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres.

Tres veces nos dice Lucas que Jesús crecía. Él crecía en estatura, en sabiduría, en fortaleza y en la gracia de Dios. Incluso él tuvo que prepararse para poder servir a Dios. Es interesante notar que mientras muchos creyentes quieren servir a Dios inmediatamente después de renacer y pronto tener un “ministerio” en la Iglesia, Jesús pasó 30 años de su vida “creciendo” hasta que comenzó a predicar el evangelio. Su ministerio duró muy poco tiempo, alrededor de 3 años, pero fue uno muy poderoso. Quizá no todos tengan que esperar 30 años para poder comenzar a servir a Dios, sin embargo, es claro que siempre debe haber una preparación previa, un aprendizaje, crecimiento y fortalecimiento en el conocimiento de Dios y en la relación con Dios.

Los puestos en la obra


En el mundo, cada oficio tiene su propio aprendizaje, tiene diferentes herramientas y distintos “secretos” para hacer bien el trabajo. Si bien hay herramientas que pueden ser usadas en distintos oficios, como el taladro, que es usado por gente de varios rubros, hay muchas herramientas que son para funciones específicas. Por ejemplo, la garlopa eléctrica es una herramienta que sirve para rebajar madera, es específica para la carpintería; una terraja se usa para hacer las roscas de caños, es una herramienta específica para el plomero. Asimismo, en nuestra obra con Dios, Dios nos va a capacitar para poder hacer la tarea que requiere de nosotros, pero no debemos pensar que porque estamos sirviendo bien en un área esto automáticamente nos habilita para servir en otras áreas.

Con el tiempo podemos ir ganando experiencia y servir a Dios de un modo que genere impacto, sin embargo, debemos saber que Dios nos ha dado una función dentro del Cuerpo de Cristo (Ro. 12:3-8; 1 Co. 12:12-31; Ef. 4:7-16), siendo así, la capacitación que Dios nos da es para el área de servicio en particular. Mi papá me enseñó carpintería y he adquirido capacidad para hacer varios trabajos de carpintería de modo satisfactorio, por otro lado aprendí sobre electricidad y computación. Mi experiencia en la carpintería no es transferible al área de la computación, para poder reparar computadoras tuve que aprender desde cero todo lo que refiere a esta área, porque es un diferente. Además, saber de carpintería y computación no me hace apto para la plomería o albañilería, estas son áreas que no manejo.

Para que una poder levantar una casa o edificio en las condiciones adecuadas, se debe contratar a un oficial o especialista para cada área. Un arquitecto hará los planos y diseño de la obra, luego hay que contratar albañiles, carpinteros, electricistas, herreros, pintores, plomeros, etc. Cada rubro trabaja en lo suyo para al final tener una obra completa, funcionando correctamente.

En la obra de Dios, Dios como Ingeniero ha diseñado los planos, Jesús, siendo cabeza del Cuerpo dirige y supervisa esa obra y cada uno de nosotros es capacitado y equipado para hacer una parte distinta. Así como no sería conveniente que alguien me contratara para hacer la plomería de su casa, tampoco es conveniente que alguien sin preparación se ponga a servir en la Iglesia en un área que no maneja. Así como es muy riesgoso que alguien sin experiencia maneje la maquinaria pesada de un oficio, la persona inexperta se expone a ser dañada o a dañar y causar tropiezo a otros cristianos cuando actúa e intenta usar las Escrituras o el poder de Dios inadecuadamente. Toda la obra de Dios se desluce y se atrasa por causa de aquellos que se meten en áreas que no deben, aun cuando lo hagan con buena intención.

Pero tampoco hay que confundir falta de experiencia con equivocación. Mi papá lleva más de 40 años trabajando como carpintero y aunque ha aprendido mucho y ganado mucha experiencia en el oficio ¡sigue cometiendo errores! Del mismo modo, no debemos pensar que porque una persona tenga madurez espiritual y experiencia en el servicio a Dios, no va a cometer errores en su andar o en su servicio. Somos seres humanos y cometemos errores. Por eso no es bueno idealizar a nadie, ni tampoco actuar con saña en contra de alguien que comete un error, cada cosa debe tener su correcto equilibrio y esto también es parte de la madurez en el andar.

El apóstol Pablo fue capacitado y equipado por Dios para predicar el evangelio del reino, para predicar los logros de Cristo en la cruz, fue puesto por Dios para establecer el fundamento de la fe cristiana, y dijo:

1 Corintios 3:9-15 (RVA)
|9|Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois huerto de Dios, edificio de Dios.
|10| Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, como perito arquitecto he puesto el fundamento, y otro está edificando encima. Pero cada uno mire cómo edifica encima,
|11| porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.
|12| Si alguien edifica sobre este fundamento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno u hojarasca,
|13| la obra de cada uno será evidente, pues el día la dejará manifiesta. Porque por el fuego será revelada; y a la obra de cada uno, sea la que sea, el fuego la probará.
|14| Si permanece la obra que alguien ha edificado sobre el fundamento, él recibirá recompensa.
|15| Si la obra de alguien es quemada, él sufrirá pérdida; aunque él mismo será salvo, pero apenas, como por fuego.

Pablo creció en su fe a Dios y en su relación y pudo ser llamado “colaborador” de Dios. Siendo guiado por Dios, nos dejó el fundamento, que es la doctrina sobre los logros de Jesucristo en su muerte y resurrección. Esta es la base sobre la cual Dios está construyendo Su edificio, que somos nosotros. Cada uno de nosotros es una “piedra viva” (1 Pe. 2:5) en el edificio de Dios, y cada uno de nosotros es responsable por mirar qué y cómo edifica sobre el fundamento que ha sido puesto.

La obra de Dios es una obra inmensa, hay mucho que hacer y pocos obreros (Mt. 9:37-38). Dios necesita de obreros, de gente que sirva al evangelio, pero no quiere trabajadores improvisados, que no conocen el oficio y operan con ignorancia o negligencia (Jer. 48:10). Por eso, si queremos ser fieles sirvientes de Dios, debemos primero pasar tiempo con Dios, observar Su obra, conocer a Dios, conocer a Su Hijo y conocer el propósito y plan de Dios para la humanidad y esperar en Dios, sabiendo que los tiempos del Padre son perfectos y cuando realmente estemos preparados, Él nos dirá qué hacer.


NOTA: La información sobre las versiones de la Biblia citadas en este estudio y otros puede obtenerla en la página de REFERENCIAS DE LAS VERSIONES DE LA BIBLIA




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