Más intervenciones de Dios en favor de Su plan

En Honor a Su verdad

Como habíamos visto previamente, Dios tuvo un propósito claro desde la creación de los cielos y la Tierra, que era tener una familia que viviera perpetuamente en la Tierra, con la cual tener una mutua relación amorosa. Pero para que el amor sea legítimo, él debía dar la capacidad de decidir a los seres creados. Los primeros en decidir ir en contra de la voluntad de Dios fueron el Diablo y cierto número de ángeles. Cuando Dios creó al ser humano en la Tierra, lo hizo señor de la Tierra, siendo responsable de ésta, y también les dio la capacidad de decidir si hacer el bien o hacer el mal. Dios dio autoridad sobre la Tierra al ser humano al punto de que Su propia intervención sobre ésta dependía de las decisiones del ser humano. Adán y Eva decidieron dejar entrar al mal a la Tierra, dejaron que el Diablo arruinara todo lo que Dios había creado “bueno en gran manera”. La Tierra se volvió un lugar con maldad, con peligros, con cosas dañinas. Además, el mismo ser humano se vio afectado por el mal, ya que en él entró una inclinación natural hacia el pecado.

Para ser justo, Dios, si quería restaurar la situación, debía hacerlo por medio de los seres humanos, ya que fue a ellos a quienes dio la autoridad y responsabilidad sobre lo que sucede en la Tierra. Es así que Dios diseñó un plan para la salvación del hombre. Dios tenía que traer a un hombre que intercediera por el resto de modo de poder restaurar todo lo que el hombre (Adán) había perdido a causa de su desobediencia. No podía ser un ángel, ni un ser sobrenatural quien salvara a la humanidad, porque no habría sido justo, ya que Dios, desde un principio dejó la responsabilidad de la Tierra en manos de seres humanos. Es por esto que en Su promesa de salvación, Dios dijo que el Salvador nacería de la “simiente” de la mujer (Génesis 3:15). Para Dios poder restaurar al ser humano con justicia, debía ser un ser humano quien interviniera en esa salvación, y debía ser seres humanos los que permitieran a Dios llevar a cabo Su plan.

Sabiendo que el Salvador debía ser un ser humano perfectamente obediente, el Diablo intentaría contaminar al ser humano tanto como le fuera posible, para evitar que se cumpliera la promesa de Dios. A partir de aquí tenemos una guerra desatada, entre el Diablo y sus huestes y Dios y Sus servidores. Dios quería restaurar la condición de la Tierra y del ser humano, para que todo volviera a ser “bueno” en gran manera. El Diablo, por su parte, deseaba que Dios no pudiera cumplir Su promesa, para mantener a la Tierra en un estado de maldad continua que la llevara a la destrucción total. Ya que el ser humano es legalmente el administrador de la Tierra, todo intervención, tanto de Dios como del Diablo debe ser a través de los seres humanos, de este modo, cada vez que alguien decide en obediencia a Dios, da lugar a Dios para actuar en el mundo, y cada vez que alguien decide en contra de Dios, da lugar al Diablo para actuar en el mundo. Esto quiere decir que el estado de la batalla espiritual estaría determinado por las decisiones que se tomaran en el plano humano.

Tanto Dios como el Diablo necesitan de la decisión humana para intervenir en la Tierra. Sin embargo, los métodos para hacerlo son distintos. Dios, siendo un Dios de amor, de verdad y de justicia, siempre pide “permiso” de entrar en la vida de las personas. Él anuncia los resultados y consecuencias de obedecerle o no y espera la libre decisión del ser humano para actuar. El Diablo, por el contrario, consigue el “permiso” engañando al mundo. Él logró ingresar toda clase de mal al mundo engañando a Adán y Eva y sigue con ese curso de acción hasta hoy, ya que difícilmente alguien dejaría entrar al Diablo en su vida si conociera sus verdaderas intenciones y las consecuencias de su intervención.

Es así que la Biblia nos va a relatar cómo es que el Diablo y sus demonios han intervenido en la Tierra para anular el plan de Dios, y cómo Dios ha salido siempre victorioso en esos intentos. Dios es sabio e inteligente más allá de toda comprensión, por eso, si bien no sabe exactamente qué decisiones van a tomar todos los seres libres que hay en la Tierra (los humanos) y en los cielos (ángeles, demonios, etc.), Él tiene una respuesta inteligente a cada acción que se toma. Así como un buen ajedrecista tiene muchos movimientos en su mente, los cuales va utilizando conforme el movimiento de su adversario, del mismo modo Dios tiene en mente muchas “movimientos” conforme se comporte Su creación, pero éstos siempre han dependido de la decisión humana. En este sentido, Dios ha arriesgado mucho a fin de mostrar Su amor por la humanidad. ¡Si! Dios se ha arriesgado a que Su creación fuera totalmente destruida si no quedara ningún ser humano que le obedeciera. Al hacer esto, Dios ha mostrado cuán grande es Su amor por la humanidad, que dejó en manos del hombre el destino de la Tierra misma.

A modo de ejemplo, supongamos que yo le doy a mi hijo la autoridad sobre una casa. No le doy las escrituras de la casa, la casa sigue siendo mía, pero le entrego la casa y le digo que todo lo que suceda en la casa será su responsabilidad. Más aún, le digo que yo mismo no entraré en esa casa si él no lo permite. Supongamos que le entrego la casa totalmente ordenada, amueblada, pintada, con todas las comodidades y con el sustento que necesita para vivir allí y le digo: “esto es para ti, puedes usar todas las instalaciones, sólo cuídalas”. Pero luego de darle la casa le advierto: “ten cuidado, no dejes entrar a tal persona, porque va a arruinarte la casa”. Ahora bien, esa persona viene a la casa, golpea la puerta y le dice a mi hijo: ¿Así que tu papá te dijo que yo iba a arruinar todo? ¡No!, al contrario, él sabe que si me dejas entrar yo puedo hacer de esa casa un lugar mucho mejor, le puedo dar mejores colores, puedo hacerla más cómoda, vivirías mucho mejor. De este modo, mi hijo es engañado y deja pasar a esa persona, que una vez adentro comienza a estropear la casa, romper los sillones, rayar las paredes, arruinar los pisos, destruir las instalaciones, etc. Esto es, en forma sencilla, lo que pasó con Adán. Dios le dio una casa (la Tierra) cómoda y llena de bendiciones y le advirtió que no intentara conocer lo malo, que no le convenía hacer entrar al mal en el mundo. El Diablo astutamente engañó a Eva diciéndole que las cosas irían mejor si le dejaban intervenir y Eva, siendo engañada convenció también a Adán. Cuando el Diablo entró en el mundo, lejos de mejorar la creación de Dios, lo que hizo fue arruinar lo que Dios hizo.

Alguien puede preguntarse ¿Por qué no echó Dios al Diablo de la Tierra y arregló todas las cosas? Sencillamente porque eso no sería justo. Dios había dado la autoridad y responsabilidad de la Tierra al ser humano y no sería justo que ahora entrara y arreglara todo, sin hacer responsable al ser humano por su falla. Piensen esto: si Dios no deja que se desarrollen las consecuencias de la desobediencia, entonces las elecciones no serían verdaderas elecciones. Si cada vez que una persona está por desobedecer Dios la detiene de hacer el mal que quiere hacer, esa persona en verdad no está teniendo libertad para decidir. Si cada vez que un ser hace algo en contra de la voluntad de Dios, Dios interviene reparando la situación de inmediato, entonces ese ser no tendría un libre albedrío real. El libre albedrío, la capacidad para decidir con libertad, sólo es posible y real si es posible vivir en plenitud las consecuencias o resultados de cada elección hecha y luego consentir o arrepentirse por lo hecho. Dios dio al hombre la autoridad sobre la Tierra y la capacidad para decidir qué hacer con ello, Dios honró esa capacidad de decidir que dio al hombre al punto de dejar que fluyeran las consecuencias de sus malas decisiones, aún cuando éstas cosas le causaran pesar y dolor a Él mismo. Debido a que Dios decidió dejar el destino de la Tierra en manos de las decisiones humanas, la única forma justa en que Dios podría arreglar las cosas era que sea un ser humano decidiera y actuara de tal forma que restableciera las cosas, y de allí la necesidad de la venida del Mesías, el Salvador que se sacrificaría para la redención de la humanidad. Pero esto no iba a ser tarea sencilla, y Dios puso en marcha un plan de redención para Su creación, plan que tenía como centro al Mesías, el Cristo, el Redentor de la humanidad.

Sabiendo que Dios debía restaurar la situación en la Tierra a través de un hombre, el Diablo iba a dar su mejor esfuerzo por contaminar a la humanidad al punto de que el Mesías no pudiera nacer. El primer intento del Diablo de anular la promesa de Dios fue cuando incitó a Caín a matar a Abel. Caín dejó entrar a su vida al Diablo y se contaminó, éste luego mató a Abel, quien era recto en su corazón. Con Caín contaminado y Abel muerto, sería difícil continuar con un linaje “limpio” para que nazca el Mesías. Sin embargo, Adán y Eva tuvieron un tercer hijo: Set, de quien salió el linaje de Jesús.

Otro gran atentado del Diablo en contra del plan de Dios fue, como hemos visto en el capítulo anterior, la generación de los Nephilim. Ángeles caídos tuvieron hijos con mujeres humanas, apareciendo así seres humanos de gran tamaño y de gran maldad. De seguir procreándose, toda la humanidad se contaminaría e iría en una creciente maldad irrefrenable que acabaría con la posibilidad del nacimiento del Salvador. Pero allí estaba Noé, quien por su fe y obediencia hizo posible que Dios interviniera en la Tierra para eliminar todas las generaciones malignas a través del Diluvio. De no ser por Noé, Dios no habría podido intervenir con el Diluvio. Si Noé no hubiera seguido las instrucciones de Dios, el Diluvio habría matado a toda la humanidad y a todos los animales, aquí vemos un caso claro de cómo la decisión humana fue fundamental para la intervención de Dios. Es lógico pensar que si Noé no hubiese construido el arca, Dios habría tenido algún otro plan de emergencia, sin embargo, se ve claramente cuán importante fue la fe y obediencia de Noé para la intervención de Dios. Es por eso que se dice que Noé, por su fe condenó al mundo (He. 11:7), porque si Noé no hubiese tenido fe en Dios, Dios no habría podido enviar el Diluvio. En verdad, el mundo se condenó a sí mismo por su incredulidad, pero de no haber un hombre creyente que obedeciera el mandato de Dios de construir un arca, Dios no hubiese podido enviar el Diluvio ¡porque nadie hubiese quedado vivo!

La intervención de Dios por medio de la fe de Noé hizo posible que Dios frustrara este nuevo intento del Diablo por anular la promesa de Dios y evitar la concreción de Su plan. Pero el Diablo no se quedaría de brazos cruzados y vez tras vez intentó malograr el plan de Dios.

En los próximos capítulos veremos algunos de esos intentos diabólicos por frustrar el plan de Dios y cuál fue la acción de Dios en respuesta de esos intentos. De este modo podremos maravillarnos con la grandeza de la sabiduría y poder de Dios, e ir comprendiendo cuán grande amor hay de Su parte en cada uno de Sus poderosos actos.







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