Prefacio
La mayoría de los cristianos creen que la Biblia contiene la verdad
revelada de Dios. En verdad, lo que hoy llamamos “Biblia” es una traducción de
lo que los traductores consideraron los “mejores” textos griegos y hebreos
disponibles. Aunque hay diferencias entre los textos griegos y hebreos
disponibles, estas diferencias no representan una variación muy grande entre
texto y texto, las variantes más importantes están en las traducciones de la
Biblia. Sin embargo, leyendo casi cualquier traducción de la Biblia podremos
conocer la verdad general del plan de Dios.
Si en verdad Dios reveló Su verdad, esta verdad tiene que ser única y
absoluta, no pueden existir dos alternativas opuestas y ambas ser verdad. Por
ejemplo, si la verdad es que Dios existe, entonces decir que Dios no existe no
puede ser verdad. Si la verdad es que Dios es uno, entonces no puede ser “tres
en uno”, y si la verdad es que Dios es un Dios “trino” o “tri-uno”, entonces no
puede ser “uno en uno”. Debido a este hecho de que la verdad es una y no admite
alternativas, siempre encontraremos divisiones y disensiones entre aquellos que
creen la verdad y aquellos que no. Por esta causa Jesús dijo que él había
venido a traer “espada” y no “paz” (Mt. 10:34-36). Por supuesto, no fue la
intención de Jesús que las personas estén divididas una contra otra, pero es
inevitable que sucedan las divisiones cuando unos creen en el mensaje de Dios y
otros no.
En mi opinión, todo cristiano que sinceramente ame a Dios debería
ocuparse en aprender y creer la verdad de Dios y amoldarse a ésta aún cuando
eso signifique renunciar a aquello que ha creído o practicado durante mucho
tiempo, incluso desde su infancia. Por eso, entender y difundir la verdad de
Dios es nuestro principal objetivo.
Una de las grandes divisiones que se ha generado en el cristianismo es
la que existe entre aquellos que creen que Dios es un Dios que consta de tres
“personas” en una (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y aquellos que no. Esta
diferencia ha acarreado grandes peleas, divisiones y derramamiento de sangre a
lo largo de la historia, algo que, de seguro, jamás fue la voluntad de Dios que
suceda. Pero, aunque este tema suele ser causa de divisiones, no podemos dejarlo
de lado si es que queremos conocer y difundir la verdad de Dios, y no
deberíamos mantenernos en silencio en cuanto a un asunto del cual depende
nuestro entendimiento general de las Escrituras, e incluso nuestra producción
de fruto para Dios:
1 Juan
5:12-13 (RV-1960)
(12) El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no
tiene la vida.
(13) Estas cosas os he escrito a
vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis
vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.
2 Juan
1:8-9 (RV-1960)
(8) Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo,
sino que recibáis galardón completo.
(9) Cualquiera que se extravía, y
no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la
doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo.
De estos dos
versículos vemos que para tener “vida” y “fruto” es necesario “tener al Hijo de
Dios” y que para que esto suceda debemos conocer la “doctrina de Cristo”.
Consecuentemente, creer que Jesús es Dios o creer que es el hijo de Dios,
siendo un ser independiente de Dios va a hacer una gran diferencia en nuestra
comprensión general del plan de Dios, lo cual también va a influir en la
calidad de nuestra relación con Dios y, consecuentemente, también influirá en
la calidad de nuestra vida espiritual y de los frutos que producimos.
No declaramos conocer toda la verdad de Dios, ni
proclamamos tener la absoluta verdad y la última palabra en todo lo que
enseñamos, pero creemos tener cierto conocimiento y entendimiento de la Palabra
de Dios, a causa de haber dedicado años de nuestras vidas a investigar las
Escrituras para comprender la voluntad de Dios, y creemos que, durante estos
años, Dios nos ha iluminado (al igual que a otros hombres de tiempos
anteriores) en ciertos aspectos de Su verdad que deseamos transmitir.
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